lobo cordero

Leonardo Sinatra – El Estado como Religión

“Todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado. Olvidan que el Estado vive a expensas de todo el mundo.” Bastiat, Frederic (1801-1850).

“La única cosa necesaria para que triunfe el mal, es que la gente buena no haga nada.” Burke, Edmund. (1729-1797).

 

El objetivo y motivo de esta nota es adentrarnos en algunas de las premisas o falacias desde la cual muchos ven a este estado como un dios que todo lo puede, es también generar un hilo de debate de ideas sobre las cuales se sustenta este estado, convertido por muchos de los cuales nos quieren hacer creer que es un Rey Midas que todo lo convierte en oro; diría por el contrario que más que convertir todo en oro, el estado convierte todo en piedra. Además contaremos el porqué está mal este “misticismo” con el estado y porqué de ello se derivan los males de toda intervención estatal.

Para comenzar a clarificar vamos a hablar de estado en su sentido más próximo, esto es, como aquella “comunidad social con una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades”, obviamente no adherimos a esta definición, luego esbozaremos el porqué.

Todas las religiones monoteístas le adjudican a su Dios la cualidad de ser en primer lugar omnipotente, esto es, está dotado de un poder  inconmensurable e ilimitado, en segundo lugar es omnisciente o sea tiene la capacidad de poseer todo el conocimiento del mundo, también de omnibenevolente, es dador de bien y, finalizando, es omnipresente, esto quiere decir, que está presente en todo lugar y en todo momento.

De la anterior definición se desprende que algunos, y cada vez son más personas, las que le atribuyen estas cualidades al “Estado”, o sea este último pasa a ser el nuevo “Dios” y mediante “la nueva religión Estatal” el poder político nos expolia y expropia riquezas.

Se cree que es capaz de actuar siempre moral y racionalmente bien, sin embargo, esto no es así, no es omnipotente, porque no tiene poder ilimitado, no es omnisciente, ya que es imposible juntar todo el conocimiento humano (si esto fuera así el socialismo hubiese sido un gran éxito) y, no es omnipresente porque no puede estar en todos lados y en todo momento (esta farsa se sustenta en el “Estado presente”).

Demás está decir que, a nuestro criterio y haciendo referencia al gran Miguel Anxo Bastos[1], el Estado como tal no tiene existencia real ni ontológica, o sea no existe por fuera de las personas que lo componen, a fin de cuentas no es más que una ilusión a la cual creemos y damos validez. De esta premisa surge que es una entidad cuasi religiosa, mística diríamos, se cree por lo general en la existencia del estado como entidad abstracta, pero no es, ni se puede verificar empíricamente esto, no existe algo llamado estado, ni mucho menos personas llamadas estado, no son estas últimas las representantes del estado en la tierra.

Y ¿Qué es el estado?  Primero que de seguro y, en la mayoría de los casos, cada persona dará una definición diferente del estado pero, a pesar de ello en la mayoría de los casos la clásica respuesta es: “somos todos”, entonces por lo tanto, si somos todos, no es nadie realmente; como si el mismo estado podría trascender a las personas que lo componen, claramente es algo absurdo. Lo que sí existe es poder político como tal para expropiar riquezas a los contribuyentes, contrariamente a lo que el común de las personas piensa del “poder económico” este no tiene existencia, hallándose solo la existencia en el primero con fines económicos, sociales, etc.

Volviendo al tema, cuando pagamos impuestos este dinero no va a esta existencia irreal mencionada estado donde nos vuelve en forma de “beneficios sociales” sino por el contrario, su fin último, es que llegue al presidente, primer ministro de turno o rey y éste, a su vez, verá en qué sentido utiliza ese dinero, que dicho sea de paso, el impuesto entendido como tal, no solo es un robo, que se desprende hasta de su misma etimología, sino que es peor que un robo común y vulgar, puesto que si viene un ladrón por ejemplo y nos roba dinero, sería casual y fortuito (aún con tasas de robo altas), además de que el ladrón vulgar es moralmente superior al estado ya que nos roba y nos deja en paz una vez logrado su cometido; en contraste el Estado no sólo nos roba mediante impuestos, (obviamente te obliga a pagarlos), no sólo te roba siempre (es un robo estacionario), sino que también te obliga a adorarlo (vía escuelas, himnos, etc.).

De hecho el estado encarnado en las monarquías antiguas se veía como una existencia real y abstracta en el rey, de aquí se deriva que nunca en una monarquía se cobró más del 10  por ciento de impuestos, ya que había grandes revueltas fiscales, no se toleraba tan estrago impositivo.

El Estado no sólo roba, también restringe acciones individuales (impuestos) o estimula (subsidios), sino que también prohíbe e interviene todo lo que le plazca, no tiene límites es un  leviatán que todo lo puede. Debido a que  interviene mal, explicaremos que el mismo tiene tres niveles de intervención: a nivel autístico, binario o triangular, según la definición de Rothbard en su libro “Poder y mercado” esto es: la intervención autista impide que una persona ejercite control sobre su propia persona o propiedad, como pasa con el homicidio o las infracciones de la libre expresión. La intervención binaria obliga a un intercambio entre el invasor y el propietario, como en un asalto en una carretera o los impuestos. Finalmente está la triangular, en la que el gobierno obliga a dos personas a realizar un intercambio o a no hacerlo, como en el control de precios o los salarios mínimos.

Pero entonces ¿Quién y por qué se crea el “Estado” como lo entendemos ahora?

El estado contemporáneo como lo entendemos hoy día, tiene una historia aproximada desde el siglo XVIII hasta hoy, en contraste lo que si existió siempre es el poder político, en las sociedades se orquestaba en dos clases: la expropiadora y la expropiada.

El mismo nace de la violencia y de la guerra, por ello, no es más que una banda de criminales, mafiosos y delincuentes que, mediante la coacción violenta, con una organización interna por cierto muy bien orquestada, le extrae y roba recursos a otro grupo, esta definición no es otra cosa que la que dan autores como por ejemplo Charles Tilly y Franz Oppenheimer. Este último explica en su célebre libro “El Estado” [2] el surgimiento del Estado mediante la siguiente cita: “Pues bien, el estudio científico de la Historia Universal, que hasta ahora ha sido —en términos hegelianos— la historia de los Estados, muestra claramente que en todas partes el Estado ha surgido de la conquista y que su objetivo no ha sido otro que la explotación económica de los dominados. No solo eso: todos los Estados, sean del tipo que sean, son y han sido siempre Estados de clases en los que la clase dominante gobierna en su propio beneficio sobre todas las demás” (2) las cursivas son mías. En resumen, el Estado si bien tiene bienes, son todos mediante el pago con el botín robado al expoliado contribuyente.

Y más aún: ¿Entonces si el “Estado” no existe como tal, como se sustenta? Básicamente lo hace a través de la educación, arma por cierto muy importante a la hora de servirle para morigerar y educar a las masas a que lo adoren como tal, que le rindan culto, es una herramienta poderosa que obliga a aceptar al Estado y a generar en las personas un pensamiento estatista (esta es la premisa de la cual partía Antonio Gramsci), o sea dominando la cultura y la educación el resto vendrá por añadidura, no estaba para nada errado a nuestro criterio. Por otra parte además se sustenta con mecanismos como los símbolos por ejemplo: banderas e himnos como signo de adoración y lealtad al Estado; cabe mencionarse además los incontables monumentos, uniformes y demás que posee el mismo para homogeneizar a las masas.

Algo que llama mucho la atención en el discurso de varios paleo libertarios es la importancia que le dan a la educación como arma manipuladora, en especial a la geografía, algo que compartimos ya que una de las materias más manipuladoras que tienen las escuelas esa noción de la geografía como límite territorial no es algo azaroso, ya que le da una dimensión visual que es inimaginable, tanto es así que sería imposible realizando un ejercicio mental sacarnos de la mente la “imagen” de la Argentina donde habitamos. A los chicos en las escuelas primarias, lo primero que se les enseña son los himnos, la canción a la bandera, también a colorear la bandera como tal y, además, a dibujar fielmente el mapa argentino. Más de grandes nos enseñan a memorizar y repetir tal cual las provincias con sus capitales, es tal el nivel de insistencia del nivel educativo en la noción visual del estado territorial que ya se nos hace natural hablar en estos términos, aceptando finalmente la propiedad del territorio al dios estado, ni se nos cruza por la cabeza replantearnos nada sobre ello, el fin último de la educación es que repitamos a los cuatro vientos lo que nos inculcan todo fielmente y tal cual lo mencionan los profesores y no, en cambio, generar un pensamiento propio capaz de criticar. En última instancia no existe algo como hoy en día llamamos educación “privada” por raro que parezca. Siempre y en todo caso el que tiene el monopolio de la educación y, el que dicta qué debe estudiarse, de qué manera y en qué horario es el famoso y tan execrable “Ministerio de educación”, que no es más que el brazo que orquesta y moldea el pensamiento que quiere imprimirle el estado a sus súbditos.

Cuando uno se pone a analizar las currículas escolares también nota que en general todas parten del estudio del estado como centro, por ejemplo: historia se ve el estado, derecho y legislación se ven las leyes que atañen al estado, geografía del estado, y así tantas otras.

A nuestro criterio, y para entrar en otro tema no menos importante, el hombre que termina por sentar las bases a nivel económico del Estado, como actor en el mercado y en una suerte de hombre omnisciente, omnipotente y omnipresente es Keynes que, desde una perspectiva matemática, intenta justificar la existencia del Estado como un actor real y eficiente que equilibra al mismo estimulando o aplacando las “consecuencias negativas” del mercado, donde el estado debe intervenir para aplacar estos “males”. Esto lo lleva a cabo mediante un nuevo sentido de acción de las famosas oferta y demanda agregada, como si el agregado fuera la correcta unión de individuos que interaccionan siempre en un mismo sentido y, con la misma lógica, el individuo pasa a ser la nada misma y el agregado todo, donde, según él obviamente, el estado tiene el deber moral de intervenir el mercado cuando se necesite y mantener el orden económico. La evidencia empírica demuestra todo lo contrario, como vimos antes, cada vez que el estado interviene no sólo lo hace mal, sino que también vulnera derechos de terceros y, en este caso en particular el de  los consumidores.

Ahora nos adentramos en otro ejemplo notable sobre la ineficiencia del estado: el punto de la defensa y seguridad, pensemos que el Estado como tal si bien posee recursos propios, obviamente que los pagó mediante la expropiación compulsiva vía impuestos a la clase expoliada, no tiene por ejemplo la capacidad de garantizar seguridad ni en un contexto de cárceles donde, se supone, están los individuos más protegidos. Por esto es que los delincuentes tienen que montar bandas dentro de las mismas cárceles para defenderse y actuar mancomunadamente garantizándose ellos mismos una defensa contra los peligros de otros individuos/bandas que le propinarían de no estar insertos en estos grupos. También cabe mencionar que supuestamente en estas instituciones no debería haber droga y, sin embargo, siempre hubo, hay y habrá más droga dentro que fuera de las mismas; en fin, el estado no puede garantizar ni la seguridad de un individuo en un contexto de arquía y control total como son las cárceles.

Queda abierto el debate, que tanta tinta ha derramado en miles de hojas, sobre cómo y hasta donde hay que limitar al Estado y a qué áreas se debería “dedicar”, muchos dirán solo se debe dedicar a tutelar los derechos de propiedad, vida y libertad; otros tantos además de ello a seguridad y justicia, otros también a nivel monetario y salud, a fin de cuentas el debate sobre el límite al estado resolvería un tema de grado del Estado que queremos, pero no de naturaleza. Una vez que damos entidad a la existencia del Estado, por mínimo que sea, estamos muertos. De aquí se deriva que el liberalismo contiene la semilla de su propia destrucción al aceptar el estado como algo bueno en la medida que es pequeño, es que no se dan cuenta que es como un cáncer con metástasis y es un oxímoron un estado pequeño, se expande siempre y además que un estado no tiene escala: ¿Cuán pequeño/grande debería ser el estado? ¿Cómo Mónaco o Liechtenstein o como Estado Unidos?

En conclusión el Estado es una nueva religión a la cual muchos, por no decir la gran mayoría, le adjudica y pide las características redactadas anteriormente, además que también se le pide a los cuatro vientos que las realice en el mayor grado y con mayor vehemencia posible. Esto ocasiona los niveles generales de impuestos, intervenciones, subsidios, controles y violencia que genera el Estado siempre que se mete en la esfera privada a vulnerar derechos individuales. Resumiendo, siempre que se vea que algo funciona mal, atrás de ello siempre hay una intervención de cualquier índole a nivel estatal.

Leonardo Sinatra. 20/09/2019

[1] Miguel Anxo Bastos, (10/08/2015), UFM en Guatemala, Teoría del Estado. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=kGd8L3on5H0

 

[2] Oppenheimer, Franz (1908), El Estado, en el prólogo a su primera edición en español.

 




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