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Saliendo de Matrix – primera parte

Utilizar la película “Matrix” es algo extremadamente trillado, y se utiliza el nombre del afamado film como elemento de análisis metafórico de múltiples realidades: las presuntas opresiones del capitalismo, la realidad del deseo humano, el guión cotidiano que “el sistema” tiene para nosotros en tanto rebaño servil, la religión, o lisa y llanamente, una conspiración macro mundial que impone una verdadera simulación opresiva donde somos esclavos al servicio de ocultos intereses. Psicoanalistas, opinólogos del cine, artistas, sociólogos y críticos anti sistema se han hecho auténticos festines con Matrix en calidad de intelectuales de salón.

Sin embargo, me hago una urticante pregunta: ¿no resulta acaso llamativo que no se suela utilizar esta metáfora para señalar la realidad servil del colectivismo socialista donde podríamos quizás estar todos progresivamente cayendo? Esta es mi astilla en el cerebro, cual Neo mientras todos los días se levantaba y cumplía con su identidad de ser Thomas Anderson para una corporativa compañía de programación.

El sistema estatal de enseñanza se encarga de adoctrinarnos de que la nación existe gracias al Estado que le da cuerpo, como si fuera un exoesqueleto. Se encarga de enseñarnos, entonces, que sin Estado no tendríamos una identidad nacional. Suponemos, así, que sin la identidad nacional no somos nadie en el mundo. Un ser humano sin identidad nacional es algo aún peor y mas desventurado que un apátrida. Que gracias al Estado podemos rememorar a los palaciegos hombres letrados que forjaron nuestras magnánimas Constituciones, y los intrépidos caudillos que forjaron en el barro de la lucha, con la sangre y la punta del sable, el rostro nacional en ciernes del Estado que tenían para obsequiarnos. Que gracias al Estado tenemos “derechos”. No en vano, la concepción hegemónica sentencia que el Derecho moderno solo puede ser pensado como “Estado de Derecho”. Más bien habría de llamarse “El Derecho como Estado”.

En lo que refiere a la guerra, los Estados se presentan como “Justus Hostis”, el agresor justo, es decir, que siendo un supuesto garante de La Paz, si la guerra con otro o varios Estados se pone en marcha, eso es un acto de justicia necesario que representaría a la nación y sus intereses.

En lo que refiere a la intimidad espiritual y afectiva de dos personas, el Estado se coloca por encima de ellos como un Ojo Avizor del vínculo entre las partes, reconociendo y autorizando su unión carnal, civil y hasta espiritual (como si acaso el Estado entendiera algo del espíritu). La Iglesia simplemente ha quedado relegada al rol de vasalla tutelada por este nuevo orden estatal y de logias que le son ajenas (en teoría) al Vaticano.

Incluso pareciera que el padre del Fascismo ni siquiera fue muy inventivo al decir: “Todo dentro del estado, nada fuera del estado, nada contra el estado”. Pues como vemos, nada puede estar por fuera de la Matrix llamada Estado. Esto decepcionará a los admiradores del Duce, e insultará a sus detractores: pero lo cierto es que, ya sea bajo la mínima expresión del Estado como mero “night watcher” liberal, o como máquina totalitaria socialista o fascista, todo, desde los vínculos amorosos a la representación de una comunidad imaginada a través de una bandera quedará ahora bajo la sombra tutelar del Estado. No es cuestión de esencia sino de grados. El mecanismo esencial que cambia es si acaso el régimen funcionará con una partidocracia (una miríada de partidos políticos que, en calidad de clubes de “camaradas” buscarán repartirse el dinero público con voracidad corto placista), o si todo quedará en manos de un partido-Estado único, ya sea bajo el socialismo internacionalista o el socialismo nacional (nazismo). Ambas modalidades tienden a devenir en oligarquías.

Esto sonará muy poco encantador para los amantes de “la democracia liberal”, y muy poco revolucionario para los radicales rabiosos.

Los defensores liberales del Estado de Derecho se escandalizarán y hablarán de todas las garantías que pueden ofrecernos a diferencia de los totalitarios: parecieran olvidar que Lenin, Hitler, Chávez o la NSA se valieron del mismo sistema de garantías que ellos mentaron para fraguar sus esferas de influencia y acción. Lisa y llanamente, Oswald Spengler estaba en lo cierto cuando decía que el Estado liberal es ya bolchevismo. Cómo un capullo y su oruga. ¿Existe acaso alguna garantía de que el estado mínimo no degenerará en Estado grande y totalitario? Ninguna. Mírese Alemania, véase Venezuela. Incluso el rumbo actual de USA. Como bien ha dicho Hoppe: el socialismo (…) debe ser comprendido como una agresión o interferencia institucionalizada contra la propiedad privada y los derechos sobre ella. Las sociedades no son simplemente capitalistas o socialistas.  Ciertamente todas las sociedades actualmente existentes son socialistas en cierta medida.  (Incluso los Estados Unidos de Norteamérica, una sociedad que es relativamente más capitalista que la mayoría de países es, asombrosamente socialista y se ha vuelto aún más durante el tiempo).” (Kindle)

Y ya más hacia la segunda mitad del siglo XX, y lo que va de este desaseado siglo XXI, la narrativa dice que el Estado sería escudo de los débiles y finalmente Estado de Bienestar (Welfare State). Roland Huntford hará bien en denominar al séquito socialdemócrata que lidera esta versión del Estado como “Los Nuevos Totalitarios”. Totalitarios con buenos modales, desde luego. Suecia es quizás el súmmum de este ejemplo. Afirma Roland Huntford: “La forma corporativa de la sociedad sueca ha otorgado a los sindicatos un estatus difícil de concebir fuera de un país totalitario. A los ojos del público, y ciertamente a los ojos de su propia gente, los sindicatos parecen ser una extremidad del Estado.Si uno construyera un modelo del Estado sueco tal como lo concibieron sus habitantes, sería una estructura sostenida por una fila de columnas, que representa la burocracia, el bienestar social, las organizaciones corporativas dominadas por los sindicatos, el partido, el gobierno y la Dieta.” (1979, p. 136)”

La nueva “democracia social” (y cuando la democracia lleva apellido es porque no es democrática), es el mundo y el imaginario social en manos de los sindicatos, los colectivos y los cuerpos intermedios, junto a un fisco devorador de las clases medias con impuestos progresivos (falazmente llamados a la renta, pues el salario no es renta).

No podemos desglosar todos  los ítems en este artículo de divulgación de una sola vez.

El Estado del que hablamos no es el antiguo ni el medieval. Es el Estado Moderno, cuya existencia no tiene más de 200 o 250 años.

Mencionenos algunos datos curiosos: quitando algunas excepciones como Francia, es gracias al resultado de la primera guerra mundial que lo que quedaba del viejo orden cae, es decir, caen los gobiernos de titularidad privada (imperios, monarquías), y la nueva maquinaria antes descrita asciende: la era del republicanismo democrático. Por ejemplo, Austria-Hungría y Alemania se vieron forzadas a dejar la gobernanza de titutaliridad privada (el Emperador o Kaiser), y ni bien esto fue así, el nuevo orden internacional republicanista, expansionista y faccioso catapultado por la era Woodrow Wilson intentó infiltrar por derecha y por izquierda a las viejas potencias: por derecha se estableció el oficialismo del nuevo orden y hasta se crearon nuevos países en el mapa (como Polonia), por izquierda, intentos de golpe de estado bolcheviques, por ejemplo en Alemania en 1919, algo poco recordado; operación que si era exitosa serviría para engullir toda Europa occidental. Rusia quedó totalmente a merced de la nueva izquierda bolchevique, totalitaria y genocida cuyos métodos de crueldad y exterminio se remontaban al espíritu del antiguo despotismo asiático. Fue en la órbita soviética donde se cometieron los mayores crímenes contra la humanidad. Todo se resume en una palabra: Gulag.

En el caso de América del Sur se da de una forma atípica: es el Estado el que funda a la nación y no al revés, como en Europa o USA, pues en el caso de países como Uruguay, hablamos de territorios sin límites geográficos definidos, con una muy escasa población casi analfabeta en su totalidad, iletrada, a la cual las palabras “Constitución” y “Democracia” nada les significaban y les eran ajenas, y que no tuvieron el más mínimo proceso de participación en la construcción del nuevo Estado. Por ejemplo: ¿qué diferencia había entre un porteño y un montevideano? Ninguna, excepto que los nuevos Estados fundarían ahora nuevas identidades nacionales. Aquel individuo se durmió en una noche cualquiera de un 18 de julio de 1830, siendo provinciano-argentino para amanecer “uruguayo”.

Otras curiosidades:

 

En la era monárquica, las deudas del gobierno eran principalmente deudas de guerra. El Estado no consumía tributariamente más que alrededor del 8% o menos del PBI. Hoy, esa cifra supera el 50% y la mayoría de los Estados poseen una deuda pública que en algunos casos como Japón hasta casi triplica su PBI.

Como dice Hans Hermann Hoppe: “Una vez iniciado el proceso de democratización a finales del siglo XIX se produjo la colectivización de la responsabilidad individual, reflejo del igualitarismo inherente a la democracia.” Es decir, ya no es el individuo el responsable, por ejemplo, de arrastrar a un país al totalitarismo, sino “el pueblo”.

Hoy, vivimos en la era de las políticas públicas, los derechos humanos, la seguridad social y el Estado de Bienestar. Un buen debate para otro artículo es qué tanto Malestar genera el Estado de Bienestar.

Bajo el Welfare, la seguridad social pareciera no segura, el Bienestar se vive como Malestar, los planes sociales solo planifican la no-planificación. Y las políticas públicas son una caterva de enunciados demagógicos para sumar votos.

 

Nunca hubo tantas políticas de subsidios, pero nunca hubo tantas personas homeless. Nunca hubo tanta distribución de la riqueza, pero jamás hubo tanto peso fiscal en los hombros de las clases medias, quienes renuncian a sus sueños de la casa propia incluso en países “del primer mundo”. Nunca hubo tantos bienes de consumo a los que se desee acceder y se acceda, pero nunca hubo tanto endeudamiento ad infinitum. Se dice que el PBI aumenta, pero también lo hace el pluriempleo en países, no ya latinos, sino en Reino Unido, Suecia y Estados Unidos. Nunca la educación pública fue tan rimbombante, pero nunca se aprendió menos. Muchos estudiantes llegan sin comprensión lectora de un texto complejo a la Universidad, de donde a su vez saldrán pseudo profesionales, a pesar de que nunca se gastó tanto presupuesto en educación estatal. Hoy, bajo el Welfare, las fuerzas productivas se componen de estudiantes que cada vez estudian menos pero que son más caros para el fisco. Trabajadores que cada vez desean trabajar menos pero  quienes dicen que hay que pagar más. Docentes que cada vez desean enseñar menos y con peor calidad, y que cada vez son más numerosos por mejores salarios. Simple pregunta: ¿cómo se mantiene el Welfare en estas condiciones?

En la época de nuestros abuelos, un salario bastaba para mantener un hogar de clase media. Hoy, dos o tres salarios llegan sin aliento a fin de mes. En la época de nuestros abuelos no existían subsidios ni beneficios públicos, pero la clase trabajadora se transformaba en clase media ascendente de una generación a otra, con vivienda propia y los bienes de consumo se pagaban cash.  Hoy, el verbo trabajar es casi un sinónimo de ser pobre en personas de menos de 40 años, y es un significante excluido del psiquismo de la generación Ni-Ni.

Véase cómo acorde a estas mediciones históricas (Macro Trends, 2024), en países como Argentina o Uruguay la clase media era pujante, sin Welfare. La debacle se ve claramente en las fechas donde implosionan las políticas intervencionistas con picos de pobreza de los cuales jamás hemos salido realmente más allá de los paliativos:

Uruguay:

Argentina:

El contribuyente dentro de la Matrix debería preguntarse lo que está pasando. Debería preguntarse lo que se preguntaba Rothbard: ¿qué ha hecho el gobierno con nuestro dinero? ¿A dónde han ido a parar nuestras fuerzas productivas? ¿Quizás la Matrix las absorbe en este desierto de esclavos embelesados por el consumo? ¿Bienvenidos al desierto de lo real?

 




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