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Vivimos inmersos en una crisis…

Es fácil notar el ánimo de la militancia kirchnerista por las redes sociales. Vemos que se desinflaron, que cierran filas inmediatamente cuando se trata de buscar un chivo expiatorio pero luego se evaporan en el silencio incómodo de quien aceptó la imposición de un candidato. Es que ese candidato con perfil de profesor ciruela terminó siendo el conductor de los destinos del país, en un tiempo realmente extraño. Nadie podía prever el avance descomunal de una pandemia oriunda de China. Pero desde nuestro lugar en el mundo tuvimos muchos meses para aprender de la experiencia de los distintos países que la padecieron primero.

Con más de 20.000 muertos por covid-19, los argentinos vamos escalando a nivel mundial para liderar las cuarentenas con peores resultados del mundo. El ministro de salud Gines González García brilla por su ausencia. Pero no olvidamos sus declaraciones y exigimos su renuncia. Ha quedado al desnudo la ineptitud de su gestión, una vez más, al aparecer tres mil muertos adicionales en las contabilizaciones oficiales…

Alberto Fernández prefirió abrir varios frentes de batalla a la vez, un consejo poco saludable para conservar el poder. Junto a su gabinete, fue diluyendo la importancia de la elogiosa figura del ministro de economía Guzmán para blindar la estrategia de conducción político-económica. Dejó actuar al presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, frente a la constante fuga de divisas que propiciaba un destino catastrófico y, aunque no pueda solucionar del todo el problema, le permite focalizarse en las negociaciones con el sector de la economía más odiado históricamente por el peronismo: el campo. Ese productor de divisas que vuelve a salvarnos una y otra vez.

Hoy tenemos que decir, una vez más, que los niños en situación de pobreza han alcanzado los 8 millones. Este dato surge del observatorio de la UCA. Cuesta representarnos este número. Cuesta entender que ellos, que van a ser el futuro de este país, tienen un presente lleno de complejidades a las cuales no podrán sobreponerse en su mayoría. Que la pobreza en la niñez significa que habrá cerebros mal formados, que no se desarrollará todo el potencial del lenguaje, que no accederán a oficios, que se quedarán fuera del mundo que otros disfrutamos.

Es que detrás de todo esto hay una narrativa que empobrece, que busca chivos expiatorios para encubrir las políticas nefastas que destruyen empleo. Que instala un falso orgullo “nacional y popular” en personas que viven de privilegios estatales financiados por los más humildes mediante sus impuestos. Y que en su mayoría no lograrían los mismos resultados en el sector privado, que es diezmado una y otra vez por el Estado.

Asalariados en pesos padeciendo por tercer año consecutivo la caída del poder de compra, en un contexto con récords en destrucción de empleos y aumento de la pobreza y un plan de acción inexistente que genera una enorme incertidumbre y desconfianza. Un presidente del BCRA que tampoco cree en el peso, esos papelitos de colores que además de feos ya no cumplen las principales funciones de una moneda, declaró usd 203.000.- en efectivo. Sí, una cosa es lo que decimos, otra muy distinta lo que hacemos.

Por estos motivos y muchos otros, le decimos al lector las palabras del Quijote:

—Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias: vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes.

Si por todos lados escuchamos recetas mágicas, anotémoslas, comparémoslas con las de los mismos políticos de los últimos setenta años. Notaremos fácilmente que son siempre las mismas. Unos sloganes vacíos políticamente correctos que no cambian nada de fondo. Depende de todos nosotros cambiar en serio.




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