Vicente

Vicente Massot – Los principios y las necesidades

Analizado desde el costado de la ética pocas dudas caben —si acaso alguna— de que la performance de los diputados oficialistas a la hora de facilitar el quorum para tratar el proyecto de ley de la ficha limpia, resultó vergonzosa. Las excusas que expusieron, no solamente los representantes de La Libertad Avanza sino también el jefe de Gabinete y el vocero presidencial, parecieron una tomadura de pelo. Pero visto el tema desde el costado político, la jugada que obraron los libertarios no merece reparos. Lograron lo que necesitaba el Poder Ejecutivo: la permanencia de Menem al frente de la cámara baja, el próximo pase a retiro de las PASO y la puesta a cubierto de Cristina Kirchner de cualquier inclemencia judicial que pudiese dejarla fuera de la lista de candidatos el año próximo.

¿Se pusieron de acuerdo los negociadores de Milei y los de la jefa del peronismo a los efectos de conseguir cuanto querían? A esta altura del partido, poco importa determinarlo. Básicamente, porque el gobierno privilegió lo indispensable a expensas de las promesas electorales y, si bien es pertinente acusarlo de actuar conforme a un doble estándar de conducta y de borrar con el codo lo que antes había escrito con la mano, también es cierto que se impuso una vez más. En la disyuntiva de caer vencido con las botas puestas y la palabra empeñada intacta o de triunfar traicionando por un momento los compromisos previos, prefirió esto último.

¿Habría valido la pena perder la titularidad de la Cámara de Diputados —algo sobre lo cual el líder de la bancada de Unión por la Patria fue claro cuarenta y ocho horas antes de la fallida sesión del jueves pasado— a cambio de darle impulso a un proyecto que, casi con seguridad, habría naufragado en el Senado? Los idealistas dirán que sí; y tendrán razón si la premisa de la que parten es la de la ética. Sólo que la política no lleva buena conversación con las posturas ideales, de suyo intransigentes.

Silvia Lospennato tiene todo el derecho de sentirse traicionada, porque recibió una puñalada trapera por la espalda. Milei, de su lado, supo mover las fichas en su favor con buen sentido del timing. Dicho de manera distinta: haberle asegurado a la impulsora del proyecto que contaría con los ocho legisladores —ausentes sin aviso a último momento— fue un ardid que el triángulo de hierro pudo permitirse a un año de las elecciones. Si hubiesen faltado dos meses para que se substanciaran los comicios legislativos, la movida habría sido un error. Las masas —y, recordemos, estamos en una democracia de masas— fijan su memoria en lo inmediato. En octubre del año próximo, si la economía marcha sobre rieles, nadie se acordará de esa falta a la palabra dada. Además, no debería descartarse la posibilidad de que en las sesiones ordinarias que reiniciarán en marzo, la administración libertaria impulsase la Ficha Limpia para así hallarse en condiciones de blasonar su pureza, de cara a las elecciones.

La idea según la cual hay en el escenario político, en calidad de fuerzas excluyentes —o, si se prefiere, protagónicas— dos populismos —uno de izquierdas y otro de derechas— dispuestos a tirar por la borda los principios que proclaman y repartirse el botín entre ellos, no resiste el análisis. En realidad, el kirchnerismo y el mileísmo son enemigos irreconciliables que sólo ocasionalmente, por razones de fuerza mayor y en aspectos accidentales, ordenan su enemistad en una mesa de negociación. En las cuestiones de fondo, no hay conciliación ni dialogo posibles. Por un lado, Milei nunca va a arriar las banderas del equilibrio fiscal, la libertad de mercado, la apertura al mundo, la alianza con los Estados Unidos e Israel, la guerra cultural y la desregulación económica. De igual forma, los K jamás van a abandonar sus convicciones intervencionistas, tercermundistas y progresistas.

A sus críticos, el oficialismo podría enrostrarles como principal argumento defensivo aquello de que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. ¿Por qué no acompañó el gobierno a Martín Tetaz y a la UCR en su empeño de ponerle coto a la burocracia sindical? ¿Qué lo indujo a no honrar el compromiso con la Lospennato? ¿Cuál fue el motivo por el cual no ha tocado ese verdadero escándalo que es el régimen de promoción de Tierra del Fuego? ¿Por qué se empecina en nombrar a un impresentable como Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia? En parte, porque carece de la fuerza suficiente para atacar en todos los frentes al mismo tiempo y, en parte, porque también tiene su lado oscuro. ¿O alguien imaginó que los libertarios eran ángeles inmaculados?

Las aguas de la política siempre serán procelosas y quien desee ocuparse de la cosa pública debe saber que —llegado el momento— será menester introducirse en el barro y hasta tirar la honra a los perros. No se hace política con arreglo a los preceptos del Sermón de la Montaña ni entonando padrenuestros. Por eso, resulta obligado tener en cuenta el contexto en el que Milei inició su gestión y los enemigos que ha debido enfrentar. Habría sido imposible mostrar los éxitos obtenidos en su primer año en la Casa Rosada si se hubiese comportado como un doctrinario puro y duro, ajeno a todo pragmatismo. Es conveniente entender que el presidente no es un ideólogo —aunque en ocasiones lo parezca— sino un realista que se acomoda a las circunstancias, de hecho cambiantes, y está abierto a retroceder dos o tres pasos para luego ganar impulso y avanzar diez. Sobre todo, en atención a lo que se viene.

El año a punto de iniciarse estará marcado a fuego y condicionado hasta el hartazgo por los comicios legislativos que tendrán lugar en octubre de 2025. De ahora en más, las diferentes facciones, fuerzas y partidos que deberán dirimir supremacías en apenas diez meses pensarán y diseñarán sus respectivas estrategias con arreglo a sus necesidades electorales. Mientras el oficialismo de La Libertad Avanza aspira a ganar a simple pluralidad de sufragios en términos nacionales e incrementar de manera sustantiva el número de diputados y de senadores que se hallarán en juego, la UniónCívica Radical, por su parte, bregará por ir unida a las urnas, so pena de quedar reducida —si se partiese— a su mínima expresión. En tanto el Pro querrá mantener su identidad para no ser fagocitado por el oficialismo, los grupúsculos de izquierda pelearán con uñas y dientes para conservar ese puñado de escaños que tienen en la cámara baja. En cuanto al peronismo kirchnerista, no tiene más remedio que echar el resto en la provincia de Buenos Aires y tratar de vencer a los candidatos del gobierno, en el último reducto de poder que todavía reivindica con éxito.

Fuente: https://prensarepublicana.com/los-principios-y-las-necesidades-por-vicente-massot/




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