Roger Scruton – intelectuales izquierdistas
Después de Althusser un torrente de jerga incomprensible empezó a fluir desde el útero de la historia, que en aquella época estaba situado en la publicación Tel Quel, a cargo de intelectuales de izquierdas. Esta revista publicaba ensayos de Derrida, Kristeva, Sollers, Deleuze, Guattari y miles de escritores parecidos; todos ellos producían pensamiento basura, del cual sólo un aspecto se podía entender claramente, a saber, su intención de propiciar una <<subversión>> revolucionaria. Su estilo profético, donde las palabras son lanzadas como conjuros más que como argumentos, inspiró a innumerables imitadores en los departamentos de humanidades a lo largo y ancho del mundo Occidental. ¡Por fin todo el mundo podía ser un pensador! Ya no era necesario tener una idea propia o haber estudiado cómo expresar un pensamiento auténtico con palabras adecuadas. Podías, simplemente, escribir así:
Entre esa economía conflictual de discurso colonial que Edward Said describe como la tensión entre la panóptica visión sincrónica de dominación, la solicitud de identidad, la ralentización y la contrapresión de la diacronía del cambio histórico, el mimetismo diferencial representa un compromiso irónico. Si debiera adaptar la formulación de Samuel Weber sobre la visión marginalizadora de la castración…
O así:
La evocación del <<presente>> como espacio es la posibilidad del imperativo utópico del no-lugar (particular), el proyecto metropolitano que puede suplementar el intento poscolonial en la catexis imposible de la historia vinculada a un lugar como el tiempo perdido del espectador…
Estas dos citas de personas que ocuparon puestos distinguidos en la Ivy League de universidades ilustran bien lo que se ha convertido en lingua franca de las humanidades: el galimatías. En su obra Imposturas intelectuales, Alan Sokal y Jean Bricmont han dirimido algo de este sinsentido. Pero no ha tenido incidencia. Ni siquiera el artículo falso publicado por Sokal en Social Text, deliberadamente diseñado para exponer lo fraudulento del nuevo idioma subversivo, ha alterado lo más mínimo el paisaje intelectual. El sinsentido se ha ido apilando hasta alcanzar una altura y acumular un grosor que no podemos hacer tambalear a golpes de pala, por fuerte que se aplique. En cualquier caso, Sokal y Bricmont, que se consideran de izquierdas, decepcionados por la traición intelectual a sus creencias, no creen que esa jerga sea la esencia del izquierdismo. La mejor manera de crear una ortodoxia de izquierdas con una armadura de sinsentido que vuelva imposible la crítica.
Me parece que es sólo como autores de izquierdas que escritores como Derrida, Kristeva, y algunas de sus sucesoras como Luce Irigaray y Héléne Cixous, deberían ser leídos. Y sus sinsentidos, citados y puestos a pie de página en miles de publicaciones académicas (el Modern Language Review es la más influyente de todas), han invadido en cantidades ingentes los espacios libres del currículo académico. El resultado de este esfuerzo por impregnar el mundo académico intelectual de primer orden, comparable con el incendio de la biblioteca de Alejandría, o el cierre de las escuelas en Grecia.
Y el desastre continúa. Los jóvenes tienen hoy en dia muy poco tiempo para atender a <<teorías>> sobre la burocracia parisina; pero sus envejecidos profesores, que han hecho su carrera con los artículos de Derrida sobre la imposibilidad del significado y el lenguaje de la metáfora (sí: ¡literal!), o con la secuela no menos importante de Irigaray donde queda probado que e=mc2 es una ecuación sexualizada, no tiene nada que ofrecerles. La verdad, la validez y el conocimiento fueron extraídos del currículo y en su lugar se introdujo el sinsentido. Y tras ese sinsentido yace la eterna y siempre pospuesta promesa de liberación; liberación no sólo de la verdad o la razón, sino del pensamiento mismo de la comunidad humana.
Se trata de uno de los ejemplos más interesantes de falsa esperanza que han aparecido en los últimos tiempos. Muchos profesores de humanidades han aprendido de sus mentores franceses que hay una manera de escribir que será considera <<profunda>>, siempre y cuando sea a) subversiva y b) ininteligible. Mientras podamos leer un texto que de algún modo vaya contra el statu quo de la cultura y la sociedad occidentales, que atente contra su derecho a la autoridad y a la verdad, no importará si es una sandez. Al contrario, es una prueba de que este texto opera un nivel de profundidad que lo vuelve inmune a la crítica.
Fuente: Scruton, Roger, Usos del Pesimismo, Barcelona, Ariel, 2010, pp. 173-176
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