pequeñas grandes anécdotas de la segunda guerra mundial

Jesús Hernández – En Yalta no faltó de nada

Con la derrota germana cada vez más cerca, a principios de 1945 Churchill y Roosevelt propusieron una reunión con Stalin para diseñar la Europa de la posguerra, que podía tener como escenario Estambul, Jerusalén, Roma o Malta. Finalmente, Stalin se salió con la suya, logrando que la reunión se celebrase en suelo soviético. Para conseguirlo, esgrimió la imposibilidad de abandonar su país en el momento en el que se preparaba la ofensiva definitiva sobre Alemania. Yalta, en la península de Crimea, sería el lugar en el que los líderes aliados se verían las caras a partir del 4 de febrero de 1945.

En vista de las espartanas condiciones previstas en Yalta, la lista de intendencia preparada por los proveedores británicos para transportar hasta allí incluía 144 botellas de whiky, 144 botellas de jerez, 144 botellas de ginebra, 100 kilos de bacon, 100 kilos de café, 23 kilos de té, 100 rollos de papel higiénico, 2.500 servilletas de papel, 650 platos llanos, 350 tazas y platillos de té, 500 vasos, 100 copas de vino, 20 saleros y pimenteros, 400 juegos de cubertería, 36 manteles y 13 azucareros.

Además, el buque británico Franconia, que se dirigía a Yalta por los Dardanelos, transportaba 864 botellas adicionales de whisky y ginebra, 180 botellas de jerez, 20.000 cigarrillos norteamericanos, 500 puros y 1.000 cajas de cerillas.

Ante el temor de hacer otro en las previsiones, se organizó un envío independiente con el nombre de <<Viaje a Yalta 208>> que incluía varios centenares de botellas de vino del Rin, vermut, ginebra Gordon’s, whisky Johnnie Walker Red Label – el favorito de Churchill – y King George IV y champán Veuve Clicquot 1928, así como 20.000 cigarrillos Chesterfield y Philip Morris, 500 puros David Burns y un cargamento de papel higiénico.

De todos modos, por si acaso faltaba algo, se encargó al embajador británico en Moscú un envío a Yalta de una docena de botellas de Chateau Margaux 1928, coñac, cerveza, 10.000 cigarrillos Players y 48 botellas de whisky White Horse, Black & White y Vat 69.

El dictador soviético agasajó durante una semana a las delegaciones invitadas con opíparos banquetes en los que se daría buena cuenta de esa provisión de bebidas, a los que habría que sumar las existencias aportadas por los soviéticos. Curiosamente, Stalin apenas probó el alcohol para mantener en todo momento el control de la situación; a la hora de los brindis, simulaba beber vodka cuando en realidad estaba bebiendo agua.

Así, con esa abundancia de alcohol, no es de extrañar que los encuentros fueran fructíferos y se alcanzasen acuerdos que dejaron satisfechas a las delegaciones asistentes, aunque quien tuvo de verdad motivos para estar contento sería el líder soviético, al conseguir prácticamente todos sus objetivos.

Al parecer, el que las conferencias que reunían a los líderes aliados estuvieran bien provistas de alcohol era un requisito primordial para el buen fin de las conversaciones, aunque ninguna se aproximaría ni por asomo a las cotas alcanzadas en Yalta.

Así, para la Conferencia de Casablanca, celebrada del 14 al 24 de enero de 1943, a la que asistirían Roosevelt, Churchill y De Gaulle, desde Londres se envió una caja de brandy añejo, y desde Argel, Eisenhower mandó tres cajas de ginebra y otras tres whisky escocés.

Pero la Conferencia de El Cairo, celebrada del 22 al 26 de noviembre de 1943, en la qu se encontraron Roosevelt y Churchill con el líder chino Chiang Kai-Shek para definir la estrategia aliada contra Japón, se acercaría más a los estándares de Yalta; se consumieron diariamente 80 botellas de whisky, 34 de ginebra, 12 de coñac y 528 de cerveza.

Fuente: Hernández, Jesús, Pequeñas grandes historias de la segunda guerra mundial, Paidós, Buenos Aires, 2015, p.p. 72-73

 




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