Cristián Rodrigo Iturralde – El Perón Mitológico
Introducción
Como sabrán quienes me conocen o mismo han tenido la paciencia de reparar en algunos de mis últimos intercambios sobre el tema en redes sociales, la figura de Perón me genera cada día mayores interrogantes e inquietudes.
He notado, sí, que al son y ritmo de estos sinceros cuestionamientos y a medida que indago y aumento mis conocimientos sobre el tema, me gano igual volumen de antipatías de no pocos de mis propios compatriotas.
Desde luego, no es una situación regocijante, sino todo lo contrario: lo sufro y asumo como un necesario servicio de esclarecimiento. Por otro lado, pero en el mismo sentido, el objeto de mis intervenciones, interpelaciones, no es agradar ni lograr el favor de nadie, sino decir lo que creo es correcto y justo. Si se me permitiese aggiornar una máxima aristotélica a este caso concreto, diré que soy amigo de algunos peronistas, pero más lo soy de la Verdad. Y esto, huelga decirlo: oportuna e inoportunamente, le guste a quien le guste.
La persona de Perón me interesa sólo en tanto hombre público, de Estado; de las decisiones que afectaron de un modo u otro –negativa o positivamente- la realidad histórico-política y social de la Argentina durante tres décadas. Ergo, su vida privada no me interesa.
Los aciertos que podría haber tenido Perón son por todos conocidos, habiendo escrito sus hagiógrafos centenares de panegíricos al respecto (el propio Dr. Mazzieri, con quien me une la vinculación al Ateneo y una relación de respeto y amor por la Patria, lo ha hecho más que satisfactoriamente). No pretenderé, por tanto, negarle al ex presidente los méritos que podría haber tenido. El objeto de este modesto aporte es debatir cuestiones en las que –creo- no se ha reparado lo suficiente o que mismo percibo no quieren ser reconocidas (a pesar de la abundante documentación existente en torno a ellas).
Y es esto segundo cuanto considero singularmente grave, porque ungidos de un fanatismo que tiene no poco de bodegón, suele hacerse con la intención no confesada de investir a Perón –y por obligada extensión, al Movimiento- ribetes mesiánicos cuando no conferirle el título mismo de Salvador. Todo debida y dulcemente justificado en pretendidos axiomas tales como que la política es el arte de lo posible o que el fin justifica los medios. Sentencias ambas que, sumadas a la teoría del mal menor, sirven de fundamento a los demócratas para perpetrar indefinidamente el perverso régimen del sufragio universal y el reinado del relativismo moral.
A mi parecer, todo esto redunda primariamente en perjuicio de jóvenes de sanas inquietudes patrióticas, que adoctrinados en esta concepción operativa del maquiavelismo –que sólo reconoce fines-, son arrastrados –y atrapados- prontamente por el pragmatismo político electoralista propio del justicialismo. Acto seguido, cual bocadillos, son servidos a caudillos advenedizos que a su vez los entregan á point nommé a la diestra o siniestra partidaria (Menem, Duhalde, Macri, Kirchner, lo mismo da)[1].
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Escribo este artículo sin pretensiones académicas ni de experto del tema que abordo, pero procuro hacerlo servido de autores que lo son. Apremiado por los tiempos, me veo momentáneamente impedido de abarcar el asunto con mayor profundidad; aunque entiendo que aún así podrán ponerse de relieve –e incluso cuestionar- algunas creencias comúnmente aceptadas. Y lo cierto es que no se requerirá de ningún estoico esfuerzo hermenéutico; las cosas parecen ser bastante claras.
Me limitaré a enunciar, transcribir, hechos e información objetiva e innegable –fácilmente asequible y verificable- que creo no han sido contestados convincentemente –si es que acaso pudieran hacerse- por sus detractores.
En forma forzosamente sumaria, seis son los hechos/aspectos que procuraré ir tratando.
- Perón y la Iglesia
- Perón, Israel y la comunidad judía
- Perón y el nacionalismo
- Perón y el marxismo
- El Perón mesiánico
- El Perón como antítesis del arquetipo
En la próxima entrega, me referiré a los primeros dos puntos. A saber: 1) Perón y las persecuciones a la Iglesia, desde los primeros desencuentros en el año 1950 hasta la crisis desatada en el año 1954; es decir, deliberadamente no abordaré el tema de la quema de las iglesias[2]. Escribiré sobre seguro; 2) Perón y su relación con Israel y las no pocas concesiones dispensadas a ese Estado y a la comunidad judía en general.
Aclaración pertinente: Mi intención no es demonizar a Perón, sino traerlo de nuevo a la ¨tierra¨ y devolverle su condición de ¨mortal¨. Y como tal, naturaleza imperfecta y caída, ha cometido errores muy graves; muchos, injustificados e irreparables. Flaco favor a Dios y a la Patria –y a sus mejores exponentes- haremos soslayándolos.
[1] Por todo esto y más, no creo que el peronismo –aún el bien intencionado u ¨ortodoxo¨- pueda blandir el patrionómetro sobre consciencia alguna (como no pocas veces estila hacer).
[2] Sobre el tema pueden consultarse las posturas existentes en torno a este suceso, ambas con razones atendibles. Si bien soy del parecer que Perón estuvo involucrado en este acto abominable, no he estudiado el tema con profundidad. Dejo al lector que saque sus propias conclusiones, remitiendo a los trabajos y artículos de Díaz Araujo, Nicolás Márquez (El fetiche de las masas, Union Editorial, Buenos Aires, 2015) y Diego Mazzieri (Ni Yankees ni marxistas ¡Peronistas!, Edición del autor, 2012); disponibles gran parte de estos en Internet. Estos trabajos contienen varias fuentes de interés, en favor y en contra de Perón.
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