bishop barron los catolicos no pueden ser antisemitas

Bishop Robert Barron – Los católicos no pueden ser antisemitas

Por Bishop Robert Barron | 21 de diciembre de 2023 [1]

(Traducido por Maria Eugenia F. D’Angelo)

Hace unas semanas, al comienzo de Hanukkah, mi equipo de Word on Fire publicó en nuestras plataformas de redes sociales un gráfico de una Menorá acompañado de un texto de San Juan Pablo II celebrando el vínculo espiritual que conecta a católicos y judíos. Bastante inofensivo, ¿verdad? Aparentemente, no. Porque esta sencilla imagen acompañada por la cita se encontró con una tormenta de reacciones negativas, al parecer incluso de algunos católicos que dieron rienda suelta a expresiones francamente impactantes de antisemitismo. Eso sí, he estado en las redes sociales durante más de veinte años y conozco muy bien lo vil que puede ser ese espacio, pero este torrente de ira dejó estupefacto incluso a este veterano canoso. Permítanme compartirles apenas una muestra: “¿Te llenaron los bolsillos de siclos para decir esto?” “El judaísmo es la religión del anticristo”. “Los semitas literalmente lo roban todo. . . literalmente, son unos ladrones inútiles”. “¿Alguien más piensa que las sinagogas están tomadas por Satanás?”[2] “Bueno, está el asunto del deicidio”. “Si por hermano te refieres a Caín”.

Miren, sé que hay muchos locos en Internet pero, una vez más, el gran volumen e intensidad de estas respuestas (y sólo les estoy dando una pista de los cientos de comentarios similares) indican que tenemos un serio problema entre manos. Porque el cristianismo se derrumba sobre sí mismo sin una referencia constante a sus antecedentes judíos. Como dijo San Pablo, Cristo es “el sí a todas las promesas hechas a Israel”. Y como declaró el Papa Pío XI: “Todos somos semitas espiritualmente”. Por lo tanto, sin los judíos, no habría Jesús. Cortito y al pie.

Quiero a los católicos más convencidos[3] e inteligentes. Punto. Pero no puedo aceptar antisemitas. . .

Una de las primeras disputas doctrinales dentro del cristianismo fue la batalla contra Marción y sus discípulos en el siglo II. Marción, un teólogo inteligente y elocuente, argumentó que el Antiguo Testamento presentaba un dios tosco y moralmente comprometido que no tenía nada que ver con el Dios verdadero revelado por Jesús. En consecuencia, recomendó que se eliminara todo el Antiguo Testamento de la colección de textos sagrados e incluso una gran parte del Nuevo Testamento que no consideraba suficientemente libre de contagio.

Aunque desde el principio enfrentó una oposición vehemente, sobre todo de parte del gran San Ireneo, el marcionismo ha demostrado ser una herejía muy duradera. A principios del siglo XIX, se reafirmó en los escritos de Friedrich Schleiermacher, el fundador del protestantismo liberal moderno, quien abiertamente ensalzó a Marción y presentó una concepción de la figura de Jesús que era enteramente no judía. El estandarte de Schleiermacher fue retomado a principios del siglo XX por Adolf von Harnack, un teólogo muy influyente quien no sólo escribió una biografía de Marción sino que también, imitando a su héroe intelectual, recomendó que el Antiguo Testamento fuera eliminado por completo del canon. Harnack tuvo numerosos discípulos entre los teólogos y eruditos bíblicos más destacados del siglo XX, muchos de los cuales presentaron a Jesús en una forma radicalmente desjudaizada, ya sea como un sabio helenístico o como un maestro de verdades espirituales eternas. Por cierto, se pueden escuchar ecos del marcionismo cada vez que alguien dice: “Mira, amo al Dios amable y compasivo del Nuevo Testamento, no al Dios violento y arrogante del Antiguo Testamento”.

Y un Jesús así, a decir verdad, es tan aburrido como chupar un clavo y nada convincente desde el punto de vista evangélico. Es crucial que, en el relato del Camino a Emaús, cuando Jesús les habla seriamente a los dos discípulos, no les vende panaceas gnósticas; más bien, “comenzando por Moisés y por todos los profetas, les interpretó las cosas acerca de él en todas las Escrituras”. En una palabra, se presenta a sí mismo como el cumplimiento de la historia de la salvación, el punto culminante de la historia de los judíos, la expresión plena de la Torá, el templo y la profecía. Y fue durante ese discurso que los discípulos comenzaron a sentir sus corazones arder. Fue ese discurso profundamente judío el que los llevó a la conversión.

Afortunadamente, en las últimas décadas surgió una nueva generación de eruditos bíblicos que se viene esforzando para recuperar el judaísmo de Jesús. Podemos nombrar, entre muchos otros, a E.P. Sanders, Richard Bauckham, James D.G. Dunn, N.T. Wright, Joseph Ratzinger, Brant Pitre y Richard Hays. Sus instintos están alineados con el documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, el cual insistió en la relación positiva entre el judaísmo y el catolicismo, así como con la enseñanza consistente de San Juan Pablo II, el primer Papa en visitar la sinagoga romana.

Cuando William F. Buckley estaba por lanzar su revista National Review en la década de 1950, quería reclutar a los mejores y más brillantes pensadores conservadores de la anglosfera. Pero fue escrupuloso al eliminar de la consideración a cualquiera que exhibiera actitudes antisemitas, porque sabía que eso socavaría su proyecto, tanto moral como intelectualmente. Si los comentarios en mis redes sociales sobre una simple declaración de amistad entre católicos y judíos son un indicador, hemos llegado a una crisis similar en la Iglesia. En la gran obra de la evangelización, quiero toda la ayuda posible. Quiero a los católicos más convencidos e inteligentes. Punto. Pero no puedo aceptar antisemitas porque son, por definición, enemigos de Cristo.

Que mientras se acerca la Navidad podamos regocijarnos en ese Dios que se dignó convertirse en un pequeño bebé judío.

 

[1] https://www.wordonfire.org/articles/barron/catholics-cannot-be-anti-semites/

[2] N. de la T.: del original “Sin-o-gogue of Satan anyone?”, se interpreta que se quiso hacer el juego de palabras entre “sin” (pecado) y “gag” (chiste, mordaza).

[3] N. de la T.: del original “convicted”, que generalmente significa “condenados, culpables” y podría en este contexto incluso decirse “pecadores”, pero en una acepción menos frecuente, también denota a las personas con convicciones fuertes. Podría también pensarse en “comprometidos”.




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