14

Benedicto XVI – sobre su enfermedad

Lo que quizá también vale un poco para Ud. Mismo. En cualquier caso, cuando lo entrevisté por primera vez en 1992, reconoció abiertamente que estaba exhausto y cansado y que en realidad deseaba abandonar el cargo. Que debían llegar fuerzas más lozanas.

En efecto, en 1991 sufrí una hemorragia cerebral, lo que aún se dejaba sentir con mucha intensidad en 1992. Entre 1991 y 1993 pasé unos años difíciles, debo reconocerlo: por agotamiento físico, pero también psicológico. Terminé reponiéndome.

Como en tantas otras ocasiones. ¿Cuándo solicitó Ud. por primera vez ser liberado de sus responsabilidades?

Vamos a ver, ahí tendría que hacer memoria. Tras el primer quinquenario, en 1986 le señalé al papa que mi mandato había concluido. Pero él ya me había dicho que no lo podía dejar. En 1991 se lo pedí con insistencia. Como ya he dicho, había sufrido una hemorragia cerebral y me encontraba realmente mal. Le dije: <<Ahora ya no puedo más>>. Pero la respuesta fue: <<No>>.

¿Y la tercera vez?

Antes de que pudiera pedírselo, ya me había dicho: <<No se moleste en escribirme ni en decirme que desea ser liberado de sus responsabilidades, porque no le voy a hacer caso. Ud. Tiene que seguir mientras yo esté aquí>>.

Su derrame cerebral en septiembre de 1991: estuvo ingresado catorce días en el hospital Pío XI de Roma. ¿Qué pasó en realidad?

Bueno, fue una hemorragia cerebral y tuvo como consecuencia que el campo visual izquierdo quedara restringido. Seguía viendo con aquel ojo, pero solo de frente, no lateralmente, no en los bordes. Esa fue en realidad, junto con un cansancio generalizado, la única secuela. Pero, por supuesto, eso ya es bastante desagradable.

¿Sigue teniendo ese problema?

Muy poco a poco fui recuperando algo de lo perdido. Pero luego un buen día, creo que fue en 1994, sufrí además una especie de embolia, que irradió a todo el ojo. Estaba en el monasterio bávaro de Maria Eck y no fui al oculista hasta el día siguiente. Ya era demasiado tarde, así que la visión de ese ojo quedó seriamente dañada. Estuve en tratamiento durante largo tiempo, hasta que surgió un tercer problema, esta vez en la mácula (P.S.: la mancha amarilla (macula lutea) de la retina especializada en la visión fina), de suerte que ahora no veo nada con el ojo izquierdo.

¿Absolutamente nada?

En efecto. Ni siquiera distingo entre claro y oscuro.

En el Vaticano, Ud. Nunca ha pertenecido a ningún grupo de influencia, siempre ha aborrecido el nepotismo. Su distancia del aparato, ¿no le ha creado numerosos enemigos?

Creo que en realidad no. También he tenido amigos. Todos sabían que yo no hago política, y eso frena la enemistad. La gente sabía que yo no era peligroso.

 

Fuente: Benedicto XVI, Últimas conversaciones, Bs.As., Agape, 2016, pp. 219-221




Comentarios