Jesús Hernández – Deuda saldada
Deuda saldada
Del esfuerzo que para Gran Bretaña supuso derrotar a Hitler da idea el que su deuda con Estados Unidos para evitar la bancarrota tras la guerra no quedase saldada hasta el 29 de diciembre de 2006. Ese día, el Gobierno de Londres dio la orden de transferir al Tesoro norteamericano 43 millones de libras.
Esa cantidad correspondía al último pago de un préstamo de 4.340 millones de dólares concedido el 15 de julio de 1946 por el presidente norteamericano, Harry Truman, para que el Reino Unido, completamente exhausto por los enormes gastos de guerra que había tenido que afrontar, pudiera responder ante los acreedores extranjeros, a los que debía 4.200 millones de libras.
Aunque el entonces primer ministro británico, Clement Attlee, que había sucedido a Churchill en julio de 1945, aspiraba a que sus poderosos aliados norteamericanos asumieran el pago de esa deuda, como gesto de solidaridad después de luchar codo con codo contra el Eje durante casi cuatro años, Truman le hizo saber que el tiempo de los sentimentalismos había pasado, y que si quería el dinero debería reembolsarlo a un interés del dos por ciento anual.
La decepción llegó hasta la Cámara de los Lores, que condenó la actitud del Gobierno de Washington, pero ante la perspectiva de una quiebra de la economía británica, Londres no tuvo otro remedio que aceptar los términos del préstamo.
Una guerra muy costosa
Aunque no hay duda de que el precio más importante de la Segunda Guerra Mundial fue el que se tuvo que pagar en vidas humanas, no hay que desdeñar el coste económico que tuvo para los países que participaron en el conflicto.
Por ejemplo, derrotar a Eje le supuso a los contribuyentes norteamericanos una cuenta de 296.000 millones de dólares, más de cuatro billones de dólares de 2015, lo que equivale a cuatro veces el presupuesto total de Estados Unidos para ese año. El presupuesto militar aumentó un 8.000 por ciento, para lo que Roosevelt amplió el número de contribuyentes de 4 a 42 millones.
Pero la Segunda Guerra Mundial sigue generando costes bien entrado ya el siglo XXI. Según los datos del Gobierno norteamericano, de los 16.112.566 norteamericanos que vistieron uniforme durante ese conflicto, en 2014 aún estaban vivos un millón. Uno de cada cinco recibe una pensión por sufrir algún tipo de discapacidad a consecuencia de su participación en la guerra, sin contar las ayudas económicas que reciben viudas, huérfanos u otros familiares directos en situaciones de desprotección.
Teniendo en cuenta los enormes gastos sociales que se han generado desde el final de la guerra, a principios de la década de los noventa se había alcanzado un coste acumulativo igual al que supuso para Estados Unidos la propia contienda.
Obviamente, estos gastos irán disminuyendo con los años debido al fallecimiento de sus perceptores. Se calcula que en 2024 ya sólo sobrevivirán menos de cien mil veteranos del conflicto. Para el año 2036, según estimaciones de los demógrafos del Gobierno estadounidense, quedarán vivos menos de cuatrocientos veteranos, y es posible que la última pensión a un veterano de la Segunda Guerra Mundial se pague en torno al 2040.
Fuente: Hernández, Jesús, Pequeñas grandes historias de la segunda guerra mundial, Temas de hoy, 2015, p.p. 79-80
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