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Gabriel Zanotti – La tesis industrialista

CAPITULO VII

 COMERCIO EXTERIOR

 

1) Concepto

 Cuando analizamos los fenómenos que ocurren en el comercio entre las diversas naciones, estamos en el capítulo de economía generalmente denominado comercio exterior o internacional. En dicho análisis no hacemos más que aplicar las leyes generales del comercio -que vimos en el capitulo II- al caso de comercio entre las naciones.

Esto último es importante, pues la primera noción básica de comercio exterior es que los principios generales del comercio no cambian porque los hombres hayan decidido dividirse entre países. Los mismos principios que rigen el comercio interior rigen el exterior. Lo accidental no altera -en sentido metafísico- a lo esencial, y un proceso accidental, como es el comercio exterior, no puede afectar a la esencia del comercio.

 

2) Fundamentos

 Los fundamentos, pues, del comercio exterior, no pueden ser sino los mismos que rigen para el comercio entre los individuos. Habíamos dicho que éstos comercian entre sí merced a la innata desigualdad de las aptitudes humanas, lo que determinaba que Juan tuviera más capacidad para producir el bien A y Pedro la tuviera para el bien B. Ambos intercambian, pues, el fruto de su trabajo, y así ambos están provistos de los bienes A y B de manera menos costosa que si cada uno hubiera fabricado los dos bienes. Ese era, recordamos, el principio básico de división del trabajo, llamado también “ley de los costos comparados” (David Ricardo) o “ley de asociación” (L. von Mises) : la labor realizada entre varios sujetos actuantes según las diversas capacidades de los mismos tiene mayor productividad que la misma labor realizada por un solo sujeto actuante.

A nivel internacional, ergo, nada cambia. Los países comercian entre sí sencillamente porque de esa manera logran la satisfacción de las necesidades que requieren bienes para los cuales no cuentan con una aptitud natural de producción, lo que, dicho en términos estrictamente económicos, significa “productos para los cuales la región A (país A) tiene mayor productividad por unidad de inversión que la región B” 1.

El país A, por ejemplo, puede estar situado en una zona muy montañosa. Luego, su productividad en cuanto a ganado vacuno (por ejemplo) será naturalmente baja. En cambio ese mismo país puede tener una alta productividad en cuanto a un determinado mineral, por ejemplo, el hierro.

EI país B se encuentra, empero, en la situación contraria. Situado en una llanura con buenos pastos, alta es su productividad con respecto al ganado vacuno, pero baja con respecto al hierro.

Tanto el país A como el país B podrían producir, respectivamente, ganado vacuno y hierro, aunque tal cosa les resultaría evidentemente muy costosa, pues estarían empleando recursos para algo para lo cual no son naturalmente aptos, detrayéndolos de aquellos productos para los cuales son naturalmente aptos (o sea, en los cuales tienen una productividad por unidad de inversión). Evidentemente, satisfa­cerían sus necesidades de manera menos costosa (o sea, economizarían sus recursos) si intercambiaran entre sí lo que saben hacer mejor. El país A le en­tregaría hierro al país B, el cual, a cambio, le entre­garía al país A ganado. De esa manera ambos ten­drán hierro y ganado de manera menos costosa.

El lector dirá que todo esto es absolutamente obvio y elemental. Sin embargo, piense -con la mano en el corazón- si alguna vez no pensó si no sería “más fácil” producir tal cosa o tal producto aquí que importarlo. Evidentemente, si se lo impor­ta (voluntaria y libremente) es porque es más cos­toso fabricarlo aquí que allá.

Es muy importante aclarar, además, que cuando decimos “los países comercian entre sí” estamos dando por tácito que quienes comercian son las personas (de cada país) entre sí. Por supuesto puede darse el caso que también comercien entre sí los estados; pero tal cosa pertenece ya a la “patología” (mercado intervenido) de la economía y no a su “fisiología.” (economía pura de mercado).

 

Luego, lo que en comercio interior llamamos compras y ventas, en comercio internacional lo llamamos importaciones y exportaciones. Y así como en comercio interior nunca nos preguntamos si es “mejor o peor” comprar que vender o viceversa, porque sabemos que no puede existir una cosa sin la otra, tampoco tiene sentido preguntar si la exportación “es mejor” que la importación o viceversa, pues la una es tan importante como la otra. Si no podemos vender, tampoco podemos comprar. De igual manera, si no exportamos no podemos importar, y si no importamos no podemos exportar. Exportación e importación son las dos caras de una misma moneda.

Mediante la primera vendemos aquellos bienes que tenemos abundantemente porque nos resultan fáciles de producir, y con la segunda adquirimos aque­llos que nos resultarían sumamente costosos de fa­bricar en el país. Todos nuestros recursos, debemos -si queremos economizarlos- concentrarlos en aquellos bienes para los cuales tenemos mayor eficiencia productiva; concentrarlos en aquellos para lo cual somos ineficientes es deseconomizarlos, esto es, derrocharlos, con la consiguiente baja en el nivel de vida.

 

3) El equilibrio natural de la balanza de pagos,

Todos aquellos procesos que impliquen una recepción de pagos en el país y /o  una salida de pagos al extranjero, se denominan en conjunto “balanza de pagos”. En relación a problemas referidos a esta se han elaborado numerosas confusiones que necesitan un cuidadoso análisis.

Por ejemplo, con respecto a la balanza comercial, se habla de la balanza “favorable” o “desfavorable” (favorable, cuando las exportaciones superan o son mayores a las importaciones y desfavorable lo contrario). Respecto a tal cosa es necesario aclarar que, en todo intercambio libre y voluntario, no tiene sentido hablar de “balanza desfavorable”, pues en todo intercambio libre cada uno de los que participa valora más lo que recibe que lo que da; de lo contrario, no se realizaría el intercambio. M. W. Curtiss así lo expresa: “Supongamos que usted vende un cesto de manzanas por dos dólares. Usted obtie­ne los dos dólares que prefiere, en lugar de las manzanas; el comprador obtiene las manzanas, que prefiere en lugar de los dos dólares. ¡La balanza es perfecta!”.

La suposición de que la exportación es buena y la im­portación es mala supone el error de que en un intercambio comercial una parte gana y la otra pierde. Como vimos recién, si el intercambio es libre ambas partes ganan. Si el comprador compra el cesto de manzanas y paga dos dólares es porque valora más las man­zanas que los dos dólares. Esto se deduce claramente de las categorías praxológicas: la situación nueva lograda son las manzanas; la situación abandonada son los dos dólares; el valor otorgado a la situación abandonada (los dos dólares) es el costo; la diferencia psíquica entre las manzanas y los dos dólares es la ganancia derivada de la acción.

Por otra parte, observemos que la concepción de que exportar es bueno e importar es malo conduce sencillamente a convertir al comercio en una guerra. Todos los países querrán exportar; pero una exportación del país A supone una importación en otro país B, cosa que el país B no deseara, y tratará de “contraatacar” exportando a A, cosa que para A será terrible pues significa una importación. Estos criterios, pues, hacen imposible el comercio, conducen a la autarquía y al aislamiento, con las desas­trosas consecuencias que señalamos acerca de la economización de recursos.

Es importante señalar que, funcionando el comercio libre entre las naciones, la balanza de pagos tiende constantemente al equilibrio. La exportación implica que salgan bienes y entre dinero; tal cosa implica que los precios relativos tiendan a la suba. Luego, al nacional le será mas barato comprarlo al extranjero; aumentan pues las importaciones, cosa que implica que entren bienes y salga dinero, cosa que a su vez implica una tendencia a la baja en los precios, lo que produce al extranjero le sea atractivo comprarle al nacional (o sea, más barato), estimulándose de ese modo las exportaciones, repitiéndose luego el proceso. De este modo, exportación e importación tienden al constante equilibrio.

El libre comercio internacional, resumiendo, produce un aumento del nivel de vida de los países que lo practican, al producirse una mayor economización de recursos, al concentrarlos en aquello que el país es naturalmente más eficiente y logrando la satisfacción de las necesidades de la manera menos costosa que si el país no comerciara libremente. Cada país se especializa en aquellos productos en los cuales cuenta con una mayor productividad por unidad de inversión, exportándolos, e importando aquellos bienes en los cuales la productividad por unidad de inversión es baja, adquiriéndolos así a menor costo. La división internacional del trabajo, pues, provoca una interdependencia reciproca entre las naciones, aumentando los lazos amistosos entre ellas y reduciendo las posibilidades de guerra entre las mismas.

 

4) Tipo de Cambio: definición y efectos de su control

 El “tipo de cambio” es la paridad que resulta del intercambio entre las diversas monedas. Habíamos visto en el capitulo III que esto sucedía en el siglo pasado en el interior de los países si éstos practicaban el bimetalismo, y habíamos visto los efectos de la fijación oficial de la paridad: escasez (faltante, mejor dicho) de la moneda infravaluada y superabundancia de la sobrevaluada (ley de Gresham).

Exactamente lo mismo sucede a nivel internacional. Supongamos que 10 yens son iguales a 1 dólar. Supongamos ahora que el gobierno japonés establece que 1 dólar no puede costar, en el mercado de cambios, más de 5 yens. Eso implica que el yen, que antes equivalía a 1/10 dólar, ahora equivale a 1/5 dólar. ¿Qué ha hecho el gobierno japonés? Ha sobrevaluado el yen y ha infravaluado el dólar, es decir, le ha puesto un precio mínimo al yen y un precio máximo al dólar. Luego, el yen sobrará y el dólar faltará. El gobierno japonés protestará aho­ra por la “escasez de divisas”. Obviamente, tal cosa es la que produce siempre el control de cambios.

Pero hay otra consecuencia adicional, que muestra cómo el control de cambios produce deseconomización de recursos. Al infravaluarse la moneda extranjera y sobrevaluarse la nacional, tienden a aumentar artificialmente las importaciones, Y se frenan las exportaciones, pues al nacional le es más barato conseguir moneda extranjera con la cual pagar las importaciones, aumentando la demanda de las mismas. Ahora bien: aumentar artificialmente las importaciones es importar bienes que naturalmente no se hubiesen importado, lo que implica que para ellos teníamos una buena productividad por unidad de inversión (de tales productos) y que nos era menos costoso producirlo en el país que importarlo. Al importarlo, estamos deseconomizando recursos, lo mismo que al frenar exportaciones que nos eran naturalmente provechosas.

Como vemos, siempre sucede lo mismo: el control del estado interfiere con las leyes del mercado, alterándolas y produciendo deseconomización y derroche de recursos, bajando con ello el nivel de vida de la comunidad.

 

5) La protección arancelaria

 La protección arancelaria es el medio empleado para impedir la importación de bienes y cerrar las fronteras, de manera que el país se autoabastezca, adoptando de ese modo la autarquía como sistema. La autarquía significa el no-comercio. Si un individuo lo adoptara, debería renunciar a todas sus compras habituales y fabricar él mismo sus propios bienes. Ropa, comida, televisor, cepillo de dientes, etc.; todo sería hecho por el individuo. Evidentemente, el nivel de vida de ese buen señor descendería a tal grado que luego se vería obligado a comerciar nuevamente.

Pero tal sistema, que a nivel individual sería considerado una locura, es lo algunos considera el ideal de comercio internacional. En efecto, lo ideal sería el “autoabastecimiento” de todos los bienes, para que el país ya no “dependa” del exterior. A tal efecto se fijan aranceles a las importaciones. Nos limitaremos, pues, a señalar las inexorables consecuencias económicas de la autarquía, para demostrar que no es un medio idóneo para lograr un mayor nivel de vida en los pueblos.

EI arancel es, en efecto, negativo en cuanto a tal fin. Imponer un arancel significa derivar la producción de una región en la que la productividad por unidad de inversión es mayor hacia otra región donde la productividad por unidad de inversión es menor, con la consecuente baja en la productividad global.

Ilustremos esto. Teníamos en el punto 2 al país A que, por estar situado en una zona montañosa, importaba carne del país B, que tenía abundante ganado vacuno. Pero el país A quiere autoabastecerse de ganado vacuno. A tal efecto impone un arancel a la importación de tal bien de manera que se haga imposible comprarlo. El país A, luego, tratará de producir ganado vacuno, cosa para lo cual no tiene aptitud natural. Recursos que antes se empleaban en la fabricación de bienes para los cuales se tenía capacidad productiva, serán forzosamente desviados a la fabricación de un bien que requerirá -en esa zona montañosa- costos enormes de producción. No solo se tendrá en ese caso ganado de peor calidad y mayor precio sino que los bienes que antes el país fabricaba serán también ahora desatendidos, al extraérseles gran cantidad de recursos que se empleaban en su fabricación para derivarlos al nuevo bien que se esta intentando fabricar. El proceso de desvío de recursos se produce al tener que pagar el consumidor más caro el bien que antes se importaba, disponiendo de menos recursos que antes empleaba en la compra de bienes, nacionales. Vemos entonces como carece de sentido afirmar que con el autoabastecimiento aumentarían las fuentes de trabajo, pues este factor de producción no tendrá mas demanda, sino que será trasladado -por el proceso de traslado de recursos arriba mencionado- de sectores en los que se lo empleaba para producir los bienes que el país fabricaba hacia los nuevos sectores de producción -naturalmente costosos e ineficientes- que el país se empeña en crear. A esto debemos sumar la suba de costos y precios que la autarquía produce, que hace bajar la cuantía de ahorro interno, cosa que se traduce en menor oferta de ahorro en el mercado de capitales lo que implica menor nivel de inversiones, lo que implica menor tasa de capital, lo que implica menor nivel de vida, además de la baja en el nivel de vida que ya se produjo al derrochar recursos al emplearlos en sectores de baja productividad global.

El “autoabastecimiento” implica pues abastecerse de cosas caras y de mala calidad, y crear una serie de industrias ineficientes y antieconómicas, rebajando el nivel de producción, además, en las cosas que el país tenía capacidad de producción, al derivar los recursos necesarios para su producción hacia sectores ineficientes.

Luego, cuando un país renuncia a ciertas importaciones, reduce también su capacidad de exportar al bajar su productividad global en sus sectores antes naturalmente productivos.

Por otra parte, no tiene sentido aludir en contra del comercio exterior la “dependencia” con el exterior. Es obvio que el comercio -tanto interno como externo- implica interdependencia entre quienes lo practican. Si A comercia con B, B lo hace con A. Comerciar es una relación recíproca. Si A comercia con B, B depende de A y A depende de B. La ciencia económica nos enseña que la autarquía rebaja el nivel de vida y provoca guerras; y que la interdependencia aumenta el nivel de vida y provoca paz. Lo demás es una elección de los pueblos: o la guerra y el malestar o la paz y el bienestar. Es una disyunción exclusiva. O una cosa, o la otra, pero no ambas. El que elija la autarquía creyendo que logrará paz y bienestar, padece una seria confusión de causa y efectos.

 

6) Derogación de un arancel: efectos

 Consecuentemente con nuestro planteo, la derogación de todos los aranceles de un determinado país provocará que dicho país concentre sus recursos en aquellas producciones en las cuales tiene mayor productividad por unidad de inversión, importando luego aquellas que le sea muy costoso producir.

Se arguye sin embargo que la derogación de aranceles traería aparejada numerosos problemas en cuanto a la reubicación interna de los factores productivos. Es cierto; sin embargo, esos problemas no nos impiden afrontar el libre comercio interna­cional, así como la posible pena de la terapéutica no le impide al enfermo su adopción para la cura. Aunque la economía cuenta con más problemas que la medicina pues ésta cuenta con la anestesia, cosa que todavía no se ha inventado en la economía.

El efecto liberal del comercio implica que, naturalmente, deberán dejar de existir todas las industrias ineficientes que se crearon, para concentrar los recursos que en ellas se empleaban -capital, naturaleza y trabajo- en la producción de aquellas cosas en las que se es naturalmente eficiente. Esto muestra que no se producirá desocupación por el cierre de tales industrias. sino que ocurrirá un traslado del factor trabajo -junto con los otros dos factores (capital y naturaleza) – de los sectores ineficientes a los sectores eficientes de producción.

Ahora bien: ¿cómo se producirá ese traslado? De la siguiente manera: al derogar un arancel, que provocaba la compra obligada de un producto caro y de baja calidad, el consumidor puede ahora comprar el mismo producto -pero importado- a mejor precio. Eso explica que dispone de una diferencia que ahora puede derivar hacia otras industrias y actividades, las que consecuentemente co­menzarán a crecer.

Ejemplifiquemos. Supongamos que la industria nacional de automóviles nos provea de ellos a $ 50 por unidad, mientras que importados costarán $ 10. Se deroga el arancel y el mercado se inunda de automóviles a $  10 por unidad. El consumidor, gastará $ 10 en vez de $ 50. Contará, por ende, con una diferencia de $ 40 que derivará hacia otras actividades o ahorrará. Estas nuevas actividades, presentes y futuras, contarán ahora con esos recursos y consecuentemente comenzarán a crecer, recursos que antes eran absorbidos por la industria ineficiente de automóviles. Dicha industria, pues, cerrará, pero crecerán y se desarrollarán otras, naturalmente eficientes, a las cuales irán los factores productivos -entre ellos el trabajo- que antes eran empleados, deseconomizándolos, en las industrias ineficientes de automóviles.

Obviamente, no será una cura indolora. La liberación del comercio exterior es una clara medida tendiente al bien común, que por tal motivo debemos propiciar aunque temporalmente ciertos sectores se vean afectados. Por otra parte, la distribución municipal de bienes públicos admitida por Hayek, siempre que sea no monopólica y financiada con impuestos indirectos locales, puede ayudar a aliviar situaciones culturales muy complejas en la transición.

 

7) Intentos  de justificación de la autarquía: la teoría de la dependencia

y el deterioro de los términos de intercambio.

 Una de las más ingeniosas teorías esgrimidas para justificar la autarquía es la llamada “teoría de la dependencia”, que se complementa con la teoría del deterioro de los términos de intercambio. Constituye, aunque no en todos los casos, una extensión de la teoría de la explotación marxista a nivel internacional.

Sucintamente, la teoría expresa lo siguiente: los países ricos han logrado su industrialización merced a los ingentes recursos que obtienen a bajo precio de los países exportadores de materias primas. Esto se produce porque tales países están obligados a comprar productos industriales caros y vender sus materias primas a bajo precio, de lo que resulta un “secular deterioro de los términos de intercambio”, o sea, suma total de importaciones más caras que la suma total de exportaciones, de lo que resulta un constante desequilibrio negativo en la balanza de pagos. La causa de la pobreza de los países pobres es la riqueza de los países ricos, de quienes los países pobres serían sometidos y “dependientes”. La solución sería, pues, una activa protección arancelaria, para lograr la “sustitución de importaciones”. Analicemos todo esto.

La primera dificultad de lo que acabamos de exponer consiste en suponer que la causa del subdesarrollo de las naciones pobres es su concentración en las producciones primarias que luego se dedican a exportar. Eso implica desconocer el proceso de formación del capital, que detalladamente vimos en el capítulo V. El capital y la industrialización que este implica se produce en cualquier país, siempre que se cuenten con determinados requisitos, cualquiera sea la estructura productiva para la cual cuenta con mas productividad por unidad de inversión. Un país puede tener sus producciones prin­cipales en determinadas materias primas; cosa que no implica que no posea capital; precisamente, toda su industria estará orientada a la fabricación de los bienes de capital requeridos para una mejor explotación de esas materias primas. Los tres factores de producción -naturaleza, capital y trabajo- se concentran en aquellos renglones con más capacidad productiva, y tal es la manera de economizarlos.

Ahora bien: como dijimos, para ese proceso de capitalización son necesarios una serie de requisitos. Es necesario que no se contraiga el ahorro por la inflación (capítulo III), para lo cual es necesaria la estabilidad monetaria; es preciso que no se desaliente a la formación del capital con impuestos que graven las ganancias (capítulo VI); no se deben fijar precios máximos y mínimos que desalienten, frenen y desarticulen la producción (capitulo II); no se debe fijar tasas de interés falsas que provoquen malinversiones y derroches de recursos (capítulo V) ; no se debe desalentar y/o atacar a la propiedad privada, produciendo la fuga de capitales; no se debe, en resumen, interferir el libre funcionamiento del mercado. Sabemos bien que todos los países subdesarrollados no han aplicado el liberalismo económico. Luego, los países subdesarrollados son tales por no haber aplicado el liberalismo económico.

Canadá, Australia y Argentina, por ejemplo, presentaban hacia la década del 30-40 una estructura económica similar. Eran buenos exportadores de materias primas y competían en el mercado internacional por ubicar tales productos. En este momento (década 70-80) Canadá y Australia son países fuertemente industrializados, con alta tasa de capital, y no han abandonado la exportación de sus productos tradicionales. La Argentina, sin embargo, a partir del 40, comenzó a involucionar, y hoy somos uno de los tantos países no capitalizados del orbe. Y “da la casualidad” de que mientras Australia y Canadá siguieron aplicando políticas cercanas al liberalismo económico, la Argentina aplicó políticas inflacionarias, dirigistas, que atentan contra la propiedad, estatizantes y socializantes.

Analicemos ahora el problema de los términos de intercambio. A nosotros nos interesa el análisis teórico, aunque a título de información decimos que la teoría tiene dificultades incluso si se la compara con las mismas estadísticas que se presentaron para sostenerla (F. Pinedo, en “La Argentina, su posición y su rango en el mundo”). Ahora bien: la teoría no toma en cuenta los siguientes factores: a) el producto manufacturado o el bien de capital importado presenta mayor productividad que el bien primario exportado. Esa mayor productividad permite una mayor producción de los bienes primarios que se exportan, que compensa la diferencia. Roberto Aiscorbe, en “El mito peronista”, así lo expresa: “La falacia de esta teoría, probada por economistas del calibre de Gottfried Haberler consiste en que, si el quintal de trigo actual es aproximadamente idéntica al de 1900, y tiene las mismas propiedades nutricias y germinativas, en cambio la productividad de la máquina se ha multiplicado. En el caso del telar, si a comienzos del siglo tejía 100 metros por hora y requería la asistencia de 6 obreros, en la actualidad produce 1.200 metros por hora y es automático, siendo sólo necesario un sólo obrero para controlar la marcha de seis máquinas. Es decir que el nuevo telar produce más, gasta menos y ese beneficio supera el presunto “déficit de los términos de intercambio”.b) Si se produce en algún momento que nuestras exportaciones no alcanzan a pagar nuestras importaciones (cosa que es una balanza comercial libre se equilibraría solo, pero que aparece como un déficit cuando el comercio exterior esta controlado por el estado) tal cosa se produce pura y exclusivamente merced a la política económica que se aplica, estatista y dirigista, entre cuyas medidas se encuentran precisamente el querer asilarse en la autarquía mediante la protección arancelaria, produciendo tal cosa lo que ya habíamos explicado: el desvío de recursos de allí donde teníamos capacidad de producción (nuestras exportaciones) hacia donde no la tenemos. Eso reducirá, ergo, nuestra capacidad de producción en aquellos renglones donde éramos naturalmente eficientes, reduciendo, nuestra capacidad de exportación. Nuevamente, da la extraña casualidad que desde que la Argentina comenzó con políticas proteccionistas, dejó de ser “el granero del mundo”. ¡Pero que extraña coincidencia!

  1. c) La solución, pues, de sustituir importaciones para evitar el desequilibrio negativo en la balanza de pagos, no hará, ergo, más que agravar el problema, al hacer desviar recursos que utilizamos en la producción de nuestros bienes exportables para colocarlos en producciones ineficientes. La solución para desarrollar el país y tener gran capacidad de exportación y por ende de importación es aplicar el liberalismo económico. Tan solo dicho sistema puede capitalizar al país, desarrollándole en aquellos sectores en los que tenga una mayor productividad por unidad de inversión, creando, ergo, una industria fuerte, eficiente y sólida, tanto a nivel interno como externo.

Vemos entonces cómo la teoría de la dependencia no es más que una ingeniosa extensión de la teoría de la explotación marxista a nivel interna­cional: los países ricos explotando a los pobres… Esta visión sigue condenando a millones de personas en América Latina a la pobreza más extrema….

En síntesis: el principio básico que debemos extraer de este capítulo es el expresado al comienzo: los mismos principios que rigen el comercio interior rigen al exterior. La división internacional del trabajo aumenta el nivel de vida de los pueblos que la practican y afianza sus relaciones pacificas, merced a la mutua interdependencia.  Enseñar esto es una activa y eficaz forma de luchar por la paz y el bienestar de los pueblos*.

 

Fuente: Zanotti, Gabriel: Introducción a la Escuela Austríaca de Economía, Unión Editorial

 

* Para un análisis mas detallado de la teoría de la dependencia véase Teoría de la dependencia, de Luis García Martínez. EMECE, Buenos Aires, 1976.

 




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