Víctor Massuh – El pensamiento ideológico
(fragmento de La Libertad y la violencia)
“Yo creo que lo que hace que un pensamiento sea ideológico no es su irracionalidad, no el hecho de que surja complicado con nuestros deseos. Acierta Stark, no obstante, al señalar que todo producto de la razón está socialmente condicionado; pero no advierte que aun cuando esto signifique que también se halla subjetivamente condicionado, no por ello constituye una ideología. Stark cree en la posibilidad de un conocimiento racional totalmente incontaminado de elementos irracionales tales como intereses y deseos; cree que este conocimiento, a semejanza del de las matemáticas, es el conocimiento en estado puro. Por el contrario, no creo que la diferencia entre la ideología y el conocimiento riguroso radique en la incontaminación subjetiva de este último. Todo pensamiento se da dentro de un contexto histórico, de una situación de clase, de grupo y de nación. Y también dentro de un contexto subjetivo personal, temperamental, de una determinada historia personal y colectiva. Pero la presencia de tales factores sociales y psicológicos condicionantes, no impide que un pensamiento llegue a ser objetivo y correcto. La presencia de lo irracional es compatible con un pensamiento no-ideológico, actúa como una de sus motivaciones más profundas, está en la génesis de su realización. A mi juicio, un auténtico acto de conocimiento implica un proceso creador que incluye componentes subjetivos, los transfigura y convierte en otra cosa. El pensamiento se objetiva como valioso para la ciencia o para la filosofía cuando partiendo de su base social e irracional, alcanza a trascenderla; sólo se supera la subjetividad a partir de ella, y desde ella. Los condicionamientos sociales y subjetivos son componentes que el pensamiento arrastra consigo, los lleva en su interior y constituyen, al mismo tiempo, el dinamismo de su superación, de su salida de sí, de su trascendencia.
El producto cultural se disuelve en ideológico cuando queda detenido en su consistencia subjetiva e histórica, cuando se ha cerrado al movimiento, cuando se ha fijado en una cristalización muerta. Un pensamiento muerto, he ahí un pensamiento ideológico: sólo entonces puede ser transformado en instrumento, en máscara apta para el encubrimiento, en herramienta de un objetivo determinado, en material contundente. Cuando alienta en aquel un impulso de vida, un movimiento que va de lo subjetivo a lo objetivo, de lo social hacia su superación, de lo interior a lo exterior, deja de ser pensamiento ideológico. La ideología se alimenta de residuos, merodea las ruinas, se presenta en la historia cuando ésta ha dejado de ser historia viva para ser sólo un pasado que sobrevive. La ideología aparece no cuando los estados de subjetividad fueron suprimidos por su propio dinamismo, sino cuando han cesado por inmovilidad y fijación. Entonces la ideología surge para forzar la historia, violentarla, obligarla, manipularla como sólo se hace con las cosas y los restos. En el instante en que se han diluido las grandes tareas históricas y las divinidades se eclipsan, entonces vienen los ideólogos a proponernos como gran tarea lo que es una acción menguada, o vienen a imponer como sustitutos a ídolos mezquinos, pequeños absolutos para uso de la mentalidad rebañega y bobalicona que necesita éxtasis menudos, fugaces, que duren poco y permitan pasar rápidamente a otra cosa. La pasión espuria y el interés pequeño se agrandan ilusoriamente, porque el gran interés y la gran pasión humana se han debilitado. La ideología aparece cuando la historia se empobrece, cuando la subjetividad ha perdido fuerza creadora y se ha agotado su dinamismo interno y transfigurador. A veces no se comprende suficientemente que todo gran pensamiento es “manchado y sospechoso”, contaminado, y no es ideológico por ello ni ha perdido su intrínseca pureza ni su grado de verdad. Porque es conocimiento personal y subjetivo trasciende sus condicionamientos; precisamente porque está contaminado es que puede superar toda mancha.”
Massuh, Víctor: La libertad y la violencia, Editorial Sudamericana, Bs.As., 1984, p.p. 97-98
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