Francisco Goyogana – Sarmiento y el laicismo

Francisco Goyogana – Nacionalismo liberal y nacionalismo de derecha

La Revolución Francesa no provocó solamente la génesis de las teorías revolucionarias y las contrarrevolucionarias; también produjo el nacionalismo moderno. Su herencia sostiene que los Estados y las naciones coinciden en algo, que la unidad puede ser creada en una nación, y que la nación podría estar liberada de control foráneo. La aspiración hacia la libertad personal estuvo acompañada por el requerimiento de la soberanía popular, y con todo esto estaba asociada al reclamo de una autodeterminación nacional. Se había creado una alianza temporal entre la democracia y el nacionalismo.

Rousseau estimuló el amor a una patria. Para Renan, una nación era el alma, un principio espiritual; para John Stuart Mill, una condición necesaria de las instituciones libres era que los límites del gobierno debían coincidir con las fronteras de las nacionalidades. Si bien en Francia e Inglaterra el Estado había creado la nación, en Alemania y la Europa del Este la nación procuraba la creación del Estado. El nacionalismo era el elemento auxiliar para cementar la unidad. Como los sueños de confraternidad habían decaído en el siglo XIX, el nacionalismo se convirtió en un elemento cada vez más decisivo en cada nación que reclamaba el derecho a formar un Estado independiente. Para fines del siglo XIX, el nacionalismo, en esos viejos Estados unificados, estuvo casi exclusivamente asociado con los sentimientos políticos de las derechas, así como con la expansión imperialista.

A Giuseppe Mazzini (1805-1872)[105] se lo considera como el profeta más influyente del nacionalismo liberal y su agitador visionario. La nacionalidad para Mazzini, era el principio del futuro; cada nación viviría felizmente dentro de las fronteras que trazaría para ello. Su patriotismo italiano lo llevó a remarcar la restauración de la grandeza de Italia y proceder a su unificación debido a que Italia está quizá más cerca de lo que están otros países, del altar sagrado sobre le cual Dios descenderá. Además, Mazzini el luchador de la libertad italiana, exhortaba a sus discípulos al amor hacia la humanidad.

Mazzini se convirtió en el símbolo europeo de la independencia nacional, en que como liberal afirmaba la responsabilidad de la nación para su propia liberación, como demócrata su convicción de que la soberanía residía en la totalidad del pueblo, como republicano su aversión a la monarquía, como idealista religioso quien apelaba a Dios cuando la Iglesia vaticana era un obstáculo para la unidad italiana, y como optimista en su aspiración de que el futuro pertenecería al pueblo en general.

A mediados del siglo XIX el nacionalismo había sido liberal en su orientación, transformándose en el punto focal de oposición a los regímenes opresivos o autocráticos y a los controles foráneos. En la última parte del siglo, el nacionalismo se convirtió gradualmente en una entidad asociada con las ideas de derecha. El nacionalismo liberal fue desapareciendo ante el desarrollo de militarismo, la sospecha sobre los Estados extranjeros, el proteccionismo y el rechazo del libre comercio, así como la exaltación de la nación a expensas de las libertades individuales y a la supresión de los opositores.

En Alemania, Herder argumentó a favor del espíritu nacional y Fichte por un Estado cerrado y autárquico. Los representantes del nacionalismo más belicoso fueron Heinrich von Treitschke (1834-1896) en Alemania, e Hippolyte Adolphe Taine (1828-1893)[106], Maurice Barrés (1862-1923) y Charles Maurras en Francia.

Treitschke opinaba que la historia era el desarrollo de los espíritus de las naciones y de los Estados como sus expresiones materializadas. Sin sorpresas, advirtió que la victoria prusiana de 1870 sobre Francia y la unificación de Alemania se convirtieron en etapas convenientes para el desarrollo histórico. La fuerza unificadora de la nación fue un Estado poderoso, activamente responsable para modelar la cultura y el carácter, que ejercería un fuerte liderazgo en una sociedad jerárquica basada en las desigualdades sociales y económicas.

En Francia, Taine, que proponía el positivismo y la investigación científica, era igualmente un tradicionalista que creía en el arraigo profundo, en las raíces invisibles más hondas que sostenían el tronco visible y el follaje de una nación, y un nacionalista que ponía de relieve el suelo y la herencia de Francia.

 

Fuente: Goyogana, Francisco, Sarmiento y el laicismo, Bs.As., editorial Claridad, 2011, pp. 144-145

 

NOTAS:

[105] Ibidem, t.II: p.148; t.V: pp. 200, 225, 238; t. XXII: pp.15, 109, 154, 177; t. XLV: p.252; T. XLVIII: p.131

[106] Ibidem, t. XIII: p. 287; t. XII: p.264; t. XXXII: p.146; t. XXXVII: pp.20, 125, 178, 207, 208, 220, 251; t. XXXIX: pp. 138, 142, 154, 209, 252; t. XL: pp. 30, 48




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