SAN PIO X, EL SUGRAGIO UNIVERSAL Y LOS PARTIDOS POLITICOS: RESPUESTA AL DR. ANTONIO CAPONNETTO (I)
El siguiente escrito es un comentario crítico al artículo del Dr. Antonio Caponnetto “La posición de San Pío X ante la democracia” publicada en la página web “Nacionalismo católico San Juan Bautista” y cuyo link es: http://www.ncsanjuanbautista.com.ar/2019/09/la-posicion-de-san-pio-x-ante-la.html
1) El Dr. Caponnetto da por sentado que, quienes no reputamos como intrínsecamente malo votar o ser elegidos bajo sufragio universal ni vemos como necesariamente inconveniente participar en partidos políticos dentro de ciertos requisitos, lo hacemos dejando de lado la tesis del Estado Católico, aceptando la doctrina de la soberanía popular, dando por bueno cierto tipo de liberalismo condenado por la Iglesia, adhiriendo a los errores de la democracia cristiana y de Le Sillon, prefiriendo la cantidad por sobre la calidad, descuidando la participación mediante los cuerpos intermedios y un largo etcétera. Pues no es así. Ni el sufragio universal (que de ordinario consideramos como algo negativo) está necesariamente ligado a esos errores ni tampoco la participación dentro de un sistema que efectivamente es perverso es de suyo inmoral, pues se puede (no decimos que “se debe”) actuar siempre y cuando se den los requisitos de la mera cooperación material al mal con causa proporcionada y los del llamado voluntario indirecto (expresión más ortodoxa que la de acciones de doble efecto). Basta que haya una excepción para que un determinado acto no deba reputarse como intrínsecamente malo por su objeto. Si las elecciones son municipales o comarcales, eso en nada se opone a que allí se vote con sufragio universal, aunque sí está claro que los males del mismo se minimizan. Además, en textos que más adelante citaremos, se verá que el Papa extendía esta licitud a las elecciones para cualquier instancia de gobierno (nacional, regional o municipal) Pero además, si San Pío X admitía que en España, la doctrina de los sacerdotes contrarios al integrismo no contradecía la moral católica, en buena lógica se desprende que no siempre el sufragio universal es intrínsecamente malo, aunque pueda serlo en multitud de ocasiones. Recuerdo que en España regía el sufragio universal masculino desde 1890;
2) El Dr. Caponnetto compara como si fueran similares la norma del “non expedit” que regía en aquel tiempo para Italia con la situación de Francia (distinta a la que erróneamente había previsto León XIII) y con la de España. De esa comparación saca la conclusión de que la oposición de San Pío X a que los católicos actuaran dentro del sistema político italiano (en consonancia con sus antecesores) implicaba considerar intrínsecamente malo al sufragio universal e inconveniente la participación en partidos políticos modernos, y que esa sería la postura que el Santo Padre apoyaba también para los casos de España y Francia. Y aunque admite que la participación de los católicos dentro del régimen democrático podía hacerse en ciertos casos (siempre según San Pío X) con permiso de los Obispos, siguiendo los consejos de personas doctas y sabias que fueran autoridad en la Iglesia y preparándose con una buena formación para hacerlo de modo honesto, no parece advertir que esta “excepción” se vuelve contra la pretensión de que votar bajo sufragio universal sea intrínsecamente malo por su objeto. No viene al caso lo del “mejor régimen electoral”, pues eso lo dice San Pío X respecto de Italia pero no de España, donde, como dijimos, había sufragio universal masculino desde 1890;
3) Por fin, el Dr. Caponnetto omite (entiendo que involuntariamente) otros textos de San Pío X, que lo alejan más aún de la interpretación que él realiza. Valgan como prueba algunas de las publicadas en El Siglo Futuro el 30 de enero de 1909 donde queda clara la legitimidad de votar bajo sufragio universal, participar en partidos políticos (incluso los llamados liberales, aunque con restricciones) y votar por los políticos menos indignos en caso de no poder hacerlo por candidatos absolutamente fieles a la Religión y a la Patria. Veámoslo con estas citas de un texto dirigido específicamente a los católicos españoles:
– “No acusar a nadie como no católico o menos católico por el solo hecho de militar en partidos políticos llamados o no llamados liberales, si bien este nombre repugna justamente a muchos, y mejor sería no emplearlo. Combatir «sistemáticamente» a hombres y partidos por el solo hecho de llamarse liberales, no sería justo ni oportuno; combátanse los actos y las doctrinas reprobables, cuando se producen, sea cual fuere el partido a que estén afiliados los que ponen tales actos o sostienen tales doctrinas.
– Lo bueno y lo honesto que hagan, digan y sostengan los afiliados a cualquier partido y las personas que ejerzan autoridad puede y debe ser aprobado y apoyado por todos los que se precian de buenos católicos y buenos ciudadanos, no solamente en privado, sino en las Cortes, en las Diputaciones, en los Municipios y en todo el orden social. La abstención y oposición a priori están reñidas con el amor que debemos a la Religión y a la Patria.
– No exigir de nadie como obligación de conciencia la afiliación a un partido político determinado con exclusión de otro, ni pretender que nadie renuncie a sus aficiones políticas honestas como deber ineludible; pues en el campo meramente político puede lícitamente haber diferentes pareceres, tanto respecto del origen inmediato del poder público civil, como del ejercicio del mismo y de las diferentes formas externas de que se revista.
– No sería justo ser de tal manera inexorables por los menores deslices políticos de los hombres afiliados a los partidos llamados liberales que por tendencia y por actitud política sean ordinariamente más respetuosos con la Iglesia que la generalidad de los hombres políticos de otros partidos, que se creyera obra buena atacarles sistemáticamente, presentándoles como a los peores enemigos de la Religión y de la Patria, como a «imitadores de Lucifer», etc., pues semejantes calificativos convienen al «liberalismo doctrinario» y a sus hombres en cuanto sean sostenedores contumaces y habituales de errores y doctrinas contrarios a los derechos de Dios y de la Iglesia, abusando del nombre de católicos en sus mismas aberraciones, y no a los que quieren ser verdaderos católicos, por más que en las esferas del Gobierno o en su acción política falten en algún caso práctico, por ignorancia o por debilidad, a lo que deben a su Religión o a su Patria. Combátanse con prudencia y discreción estos deslices, nótense estas debilidades que tantos males suelen causar; pero en todo lo bueno y honesto que hagan déseles apoyo y oportuna cooperación, exigiendo a su vez por ella cuantos bienes se puedan hic et nunc alcanzar en beneficio de la Religión y de la Patria.
– En los casos prácticos, o con esta unión per modum actus o sin ella, todos debemos cooperar al bien común y a la defensa de la Religión; «en las elecciones, apoyando no solamente nuestros candidatos siempre que sea posible vistas las condiciones del tiempo, región y circunstancias, sino aun a todos demás que se presenten con garantías para la Religión y la Patria», teniendo siempre a la vista el que salgan elegidas el mayor número posible de personas dignas, donde se pueda, sea cual fuere su procedencia, combinando generosamente nuestras fuerzas con las de otros partidos y de toda suerte de personas para este nobilísimo fin. «Donde esto no es posible, nos uniremos con prudente gradación con todos los que voten por los menos indignos», exigiéndoles las mayores garantías posibles para promover el bien y evitar el mal. Abstenernos no conviene, ni es cosa laudable, y, salvo tal vez algún rarísimo caso de esfuerzos totalmente inútiles, se traduce por sus fatales efectos en una casi traición a la Religión y a la Patria. Este mismo sistema seguiremos en las Cortes, en las Diputaciones y en los Municipios en los demás actos de la vida pública. «Nuestra política será de penetración, de saneamiento», «de sumar voluntades, no de restar y mermar fuerzas», «vengan de donde vinieren». Cuando las circunstancias nos lleven a votar por candidatos menos dignos, o entre indignos por los menos indignos, o por enmiendas que disminuyan el efecto de las leyes, cuya exclusión no podemos lograr ni esperar, una leal y prudente explicación de nuestro voto justificará nuestra intervención. En las cosas dudosas que directa o indirectamente se refieren a asuntos religiosos, consultaremos nuestras dudas con los Prelados”.
4) Demás está decir (porque el Dr. Caponnetto lo sabe) que quien esto escribe no adhiere a la democracia moderna, partidocrática, relativista y/o individualista y laicista sino que propone (como lo ha escrito en varios trabajos) un régimen republicano, católico, tradicional, jerárquico, presidencialista, federal, descentralizado, con representación corporativa ante el poder político y procuradores dotados de mandato imperativo, en el marco de un orden jurídico fundamentado en el Derecho Natural Clásico-Cristiano. Además ha escrito también artículos acerca de los errores del liberalismo clásico, del liberalismo católico condenado por la Iglesia, del constitucionalismo liberal y del liberalismo argentino en sus distintas vertientes. Y que acerca de la participación dentro del sistema la considera como una excepción, habiendo aclarado multitud de veces que no defiende que con esto se pueda cambiar el sistema desde adentro (una verdadera utopía), salvar la Argentina ni restaurar la Cristiandad, sino tan solo y en el mejor de los casos, poner “palos en la rueda al Enemigo” (por caso, evitar que se imponga coactivamente la ideología de género en los colegios privados). Y que aun esto de nada valdría si no se tuviera clara la primacía de la contemplación sobre la acción, la misión laical de ordenar según Dios los asuntos temporales y la exigencia de buscar la santidad y hacer apostolado en la vida familiar, profesional y social. Sin esto, se caería en un activismo que implicaría llevar el propio desorden personal a la comunidad política que presuntamente se pretende sanar. Por fin, es su convicción personal que estamos en tiempos parusíacos, de modo que si nunca es lícito poner como principal objeto de la Esperanza un triunfo temporal (ni siquiera de la Iglesia o de la Patria), menos lo es en estos momentos. Pero que eso no exime de dar el Buen Combate, como bien lo recordó San Pablo a los primeros cristianos
Fernando Romero Moreno
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