Benedicto XVI café

Benedicto XVI y Konrad Adenauer

Ud. se encontraba, si se consideran Colonia y Bonn juntas, en el centro de poder católico-religioso y -con Konrad Adenauer como primer canciller federal y su rival, el político del SPD [Partido Socialdemócrata de Alemania] Kurt Schumacher- en el centro político de la incipiente República Federal de Alemania.

Puede decirse que Adenauer pasaba regularmente por delante de nuestra casa cuando venía en coche de Röhndorf y cruzaba el Rin en transbordador. Algunos de nuestros compañeros conocían muy bien a| presidente de la República, Heuss. Yo no intenté hacer política, pero la conciencia de que Alemania se reconfiguraba, de que buscaba para sí una nueva forma, era claramente perceptible. En efecto, aún se estaba decidiendo qué debía ser Alemania. El dilema era: priorizar la libertad o la unidad. El grupo parlamentario presidido por Schumacher apostaba por dar prelación a la unidad. Alemania no debía vincularse a Occidente, sino permanecer abierta y neutral, a fin de propiciar la reunificación. Adenauer favorecía el principio de la prioridad de la libertad: únicamente habrá unidad si antes alcanzamos la libertad. Eso significaba que debíamos vinculamos a Occidente, ya que solo así sería viable un nuevo comienzo. A causa de ello, se le denigraba como el «canciller de los aliados».

Comparada con la Alemania de Bismarck, esta era una forma totalmente nueva de pensar, mientras que la idea de Schumacher en realidad prolongaba la concepción de Bismarck. Creo que esto es algo de lo que hasta hoy no se tiene suficiente conciencia en Alemania. Adenauer formuló una nueva idea de Alemania en tanto en cuanto vio a esta inequívocamente en alianza con Occidente. Yo estaba muy a favor de esto. Teníamos la sensación de que, después del fracaso de la idea de Bismarck, Alemania tenía que ser reconstruida como Estado alemán; de que en este sentido nos encontrábamos ante un nuevo comienzo. Y         de ello formaba parte asimismo el hecho de que al cristianismo le correspondía ahí un papel básico.

¿Conoció a Adenauer?

Personalmente no.

¿Fue Ud. también siempre una persona muy política?

Nunca he tratado de participar de manera activa en política, pero personalmente siempre me he interesado mucho por la política, así como por la filosofía que late detrás de ella. Pues la política vive de una filosofía. No puede ser pragmática sin más, en el sentido de: «Hagamos algo». Debe tener una imagen del conjunto. Eso siempre me ha motivado mucho A ello se añade que en aquel entonces el nuncio [P. S.: el embajador del Vaticano ante la República Federal de Alemania], Corrado Bafile, vivía cerca de mí. El buen nuncio vino buen día a mí, el joven profesor, y me comunicó que su parque era también mi parque y me puso delante un informe. Eso me llegó muy hondo: que un arzobispo y eclesiástico de alto rango acudiera a mí humildemente, con cordial apertura, para oír mi opinión. De ese modo afloró de algún modo la sensación de estar en relación con Roma, aunque esa relación se mantuvo muy indefinida.

En sus años de Bonn tuvieron lugar el escándalo del semanario Der Spiegel [un proceso penal contra redactores de esta publicación por un supuesto delito de alta traición], los primeros escándalos en torno a Franz-Josef Strauss [el hombre fuerte de los democristianos bávaros y presidente de gobierno del estado federado de Baviera], luego la lucha de la izquierda contra el gobierno de Adenauer, la crisis de Cuba… Ud. Tenía treinta y dos años recién cumplidos.

Estos sucesos, como ya he dicho, me conmovieron hondamente, en especial todo lo que ocurría con Alemania. Fui y sigo siendo un convencido partidario de Adenauer. El hecho de que vivamos en una larga época de paz se lo debemos en gran medida a Adenauer. Pues priorizar la unidad probablemente había conllevado, antes o después, alguna guerra.

 

Fuente: Seewald, Peter, BENEDICTO XVI, últimas conversaciones, Bs. As., Ágape Libros, 2016, pp. 151-154




Comentarios