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Ps. Martin Techera – El miedo a conocer-nos, el miedo a sentir

El miedo a sentir es uno de los problemas que, a mí entender, hoy provoca más insatisfacción, inseguridad, vacío y disconformidad entre nosotros.

Hace un tiempo, con el vertiginoso cambio de paradigmas, hemos experimentado un sinfín de presagios que alguna vez estremecieron las mentes a través de libros de ficción. Hemos creado una barrera al cual nadie o muy pocas personas pueden acceder, por el hecho de que su acceso está plagado de miedos, sentimientos de desprotección, carencia de herramientas para afrontar ciertos acontecimientos que nos ponen a prueba a diario.

Hemos creado un botón de pánico interno que se activa permanentemente,  ante la amenaza de un posible acceso a nuestras emociones. Relegamos las mismas, manteniendo la razón a flote en todo momento, tratando de que la eficiencia, el éxito, la seguridad se exprese “a como dé lugar”.
Tratamos de apagar las emociones  o incluso eliminarlas como si fueran pequeños virus que no nos dejan ser felices, borrando en lo posible todo rastro de ellas. Es preferible llorar en silencio, y en lo posible a solas, quizás de ese modo la debilidad no sea un factor que puedan usar “los demás” para derrocarnos.

Buscamos incansablemente la felicidad, pero por supuesto sin esforzarnos, porque además, tiene que ser ya, como si fuera una aplicación que podemos bajar y utilizar en menos de unos minutos. El esforzarse para alcanzar metas, objetivos quedó en el pasado, así como también la determinación para llevar a cabo las herramientas aprendidas o por aprender. Todo debe “caer del cielo” nada tiene ser difícil, pero ¿Por qué? Porque el acceso a nuestras emociones cuesta, y a veces cuesta caro poder entenderlas, porque el tiempo y la dedicación son dos caras de una misma moneda y no estamos a fin de perder el tiempo.

El saber y conocernos a nosotros mismos, nos presupone soltar y despojarnos de aquello que nos hace mal y esto mismo a veces es muy doloroso, pero el resultado es muy beneficioso al final de cuentas. ¿Y que es la vida sin aprender? En cierta forma, todos somos ignorantes pero no en las mismas cosas, pero creo que la ignorancia de nosotros mismos es la que más nos une, en la que más nos parecemos entre nosotros en la actualidad. Aquel que llega a conocerse, tiene una ventaja, pero no sobre  los demás sino sobre  sí mismo, lo cual lo hace más libre dado que tiene la posibilidad de elegir lo que quiere sentir  sabiendo de antemano su objetivo.

Uno de los datos que sorprende en Latinoamérica  es el aumento de consumo de sustancias, más allá de su legalización y las políticas públicas empleadas por cada país,  las emociones están muy arraigadas al consumo. Estas permiten desconcentrarse de uno mismo, silenciando los miedos, preocupaciones, ansiedades permitiendo ilusoriamente desprenderse de su propia mente.

El alcohol, una de las drogas más consumidas, es un claro ejemplo de abuso  y más allá de las consecuencias nefastas para el organismo, identifica a mí entender el objetivo de su consumo, la censura interna. Una censura que implica el exterminio del cerebro, facultades adaptativas, aparato motor, en fin, el cuerpo entero, y todo ello por la frustración que genera una realidad que cuesta por no conocer, no solo el mundo, sino nuestro propio mundo. En el consumo, también se encuentra la negación de uno mismo, el verse y tratarse de una manera poco tolerante con su propio andar y con su historia, entonces, que mejor que olvidarla por un rato, olvidar lo que somos, la importancia de lo de afuera, lo esencial de uno mismo, la identidad, el juicio.

En fin, una censura interna, entendida como el no sentir, es decir, no sentir vergüenza, no sentir el miedo, no sentir las experiencias negativas que pueden provocar las relaciones sociales.
Hemos excluido mucho las emociones, cuando en realidad habría que integrarlas aún más, permitiendo conocernos, conocer el otro, para que las relaciones sean más sanas, más sinceras, sin ataduras.

Ps.Martín Techera




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