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Paul Ehrlich: El padre del ecologismo antinatalista

Una de las principales figuras del ecologismo de las décadas de los 60 y 70 es Paul Ehrlich. Entomólogo de profesión, su resonancia en la agenda pública no llegó hasta el año 1968, en el que publicó su obra más popular: “La bomba demográfica”.

Volviendo sobre algunos de los postulados generales de Thomas Malthus –curiosamente, sin nombrar a este último pensador en ningún momento-, suscitaba la idea de un futuro cercano (para entonces, la década del 70) en el que, debido al incremento de la población mundial, la humanidad pasaría por una serie de catástrofes sociales, entre las cuales descollaba el hambre, debido al desbalance entre el crecimiento de la población, la producción de alimentos y la contaminación del medio ambiente.

Si bien Malthus jamás habló específicamente de “medio ambiente” ni “ecología”, sus oscilaciones respecto de las sociedades se basaban entre “la miseria” y “el vicio”. Siguiendo la lógica malthusiana, estas eran inevitables, ya que se basaban en dos postulados básicos: El primero, que el alimento es un factor indispensable para el desarrollo del hombre; y el segundo, que la pasión entre los sexos acompañaba necesariamente a la humanidad. Estos postulados eran entendidos como “leyes de la naturaleza”; es decir, que permanecerán inmutables.

A diferencia de Maquiavelo, quien, como afirma Althusser, siempre se situaba “en la coyuntura”, en vez de reflexionar “sobre la coyuntura”, encontramos en Malthus un potente crítico de la Ilustración en general, y de la perfectibilidad del Hombre en particular, dado que el aumento de la población en escala geométrica, llegado cierto punto, imposibilitaba la idea de progreso ilimitado.

El problema para Malthus recaía en que, relacionando ambas leyes, existía una contradicción entre el crecimiento de la población, generada por esa pasión, y la correlativa cantidad de alimentos que necesariamente y, en consecuencia, se necesitaría para abastecer a la humanidad. Recordemos que las hambrunas eran un fenómeno universal y regular que se repetía con tanta insistencia en Europa, que “se incorporó al régimen biológico del hombre y a su vida cotidiana”, según el historiador francés Fernand Braudel[a].

Malthus afirmaba que la población mundial tendía a crecer en proporción geométrica, esto es, 2-4-6-8-10. En este sentido, a medida que avanzara el tiempo, la distancia entre la proporción geométrica y la aritmética -en la cual consideraba que crecían los alimentos (1-2-3-4)- se haría mayor, ya que la menor disponibilidad de tierras de cultivo haría que la producción de alimentos creciera más lentamente, a medida que la población sería indefinidamente mayor. Cada vez que abundara el alimento, más niños sobrevivirían, lo que traería de hecho, más muertes a futuro como consecuencia de la inanición. En este sentido, “aunque el producto de la Tierra pudiera aumentar año a año, la población aumentaría mucho más rápido”, y necesariamente “el exceso deberá ser restringido por la acción de la miseria y el vicio”[b].

Dado que la población estimada de Inglaterra en ese entonces era de 7 millones de habitantes[c], suponiendo que el producto de la tierra igualara al necesario para mantener este número, este podríá duplicarse cada 25 años. Al pasar este periodo de tiempo, la población sería de catorce millones y, si los medios de subsistencia también se duplicaran, igualarían dicho aumento. Pero “[…] En los siguientes veinticinco años la población sería de veintiocho millones, y los medios de subsistencia sólo permitirían mantener a veintiún millones […] Y al final del primer siglo, la población sería de ciento doce millones y los medios de subsistencia sólo alcanzarían para treinta y cinco millones”[d].

Dado que la población actual de Inglaterra es de casi cincuenta y seis millones de personas[e], varios millones debieran haber perecido por inanición, sin embargo, esto no fue así. La población inglesa nunca llegó a esa cantidad de habitantes. Lo que Malthus no concibió fue que las tasas de natalidad no siguen patrones matemáticos, sino que responden a actividades humanas.

Teniendo en cuenta que el mundo era limitado y que la capacidad de mejora agrícola no siempre era constante, esto llevaba inevitablemente a crisis de sobrepoblación. Pero estas, a su vez, eran a menudo retardadas por lo que entendía como “frenos positivos”: guerras, pestes y el hambre generada cuando las curvas de crecimiento de la población y producción de alimentos se cortaban. En otras palabras, aquel “freno que reprime un aumento que ya ha comenzado” y que se limita principal, aunque no solamente, a las clases más bajas de la sociedad[f].

Al fin, Malthus concluyó de la siguiente forma sus postulados: “El poder del incremento de la población es tan superior al poder de la Tierra para producir el sustento del hombre, que la muerte prematura caerá de una forma u otra en la raza humana. Los vicios de la humanidad son activos y hábiles ministros de despoblación […] Pero en caso de que fallaran en esta guerra de exterminio, épocas de enfermedades, epidemias, pestes, plagas avanzan en terrorífico orden de batalla, y eliminan de a miles y diez miles. Si el triunfo fuera todavía incompleto, inevitables y colosales hambrunas avanzan en la retaguardia, y con un golpe poderoso nivelan la población con los recursos alimentarios del mundo[g]”. Ínterin, en posteriores ediciones de su “Ensayo…”, Malthus agregaba la posibilidad de que se ejercieran dentro de la sociedad “controles morales”, que no eran otra cosa que el aborto y la anticoncepción.

Sin entrar en anacronismos, lo que Malthus hizo fue una descripción de su época. No concibió la capacidad humana de innovar, de resolver sus problemas, en un momento de la historia en que los valores de la Ilustración y las libertades ampliadas, brindaron a las personas la capacidad de hacerlo. Como dijo el sociólogo Herbert Spencer: “la experiencia diaria facilita pruebas, tanto al ciudadano como al legislador, de que la conducta humana engaña a todos los cálculos[h]”. Poco después, los agricultores obtuvieron derechos de propiedad, lo que brindó incentivos para producir más y, al abrir las fronteras al comercio internacional, las regiones empezaron a especializarse en los tipos de producción adecuados a su suelo. La población ha ido en incremento, sí, pero también la tecnología implementada en los medios de subsistencia. Como recordaría Spencer en 1884: “Si crecen hoy abundantes cosechas donde antes sólo se recogían bayas silvestres, se debe al intento de lograr satisfacciones individuales […] es la consecuencia de los deseos de aumentar el bienestar personal[i]”.

Pero volviendo a Ehrlich, su obra se basaba en el crecimiento de la población, el mal uso de los recursos naturales y la generación de contaminación junto al llamado “invierno nuclear” que, posteriormente, cambiaría por el efecto inverso: el “efecto invernadero”, demostrando así como el militante ecologista cambia cualquier discurso catastrofista dependiendo de los contextos pero los “desastres ecológicos”, siempre y en todo lugar, tienen como responsable al Hombre[j].

En cuanto a la conflictiva relación entre población, alimentos y contaminación, Ehrlich ponía toda la responsabilidad en el crecimiento demográfico, especialmente en el Tercer Mundo, lo que retomaría en muchos de sus trabajos posteriores[k].  A la vez que proponía una estricta planificación en la explotación de los recursos naturales y emisiones de contaminación, establecía la necesidad de crear una red de organizaciones supraestatales para controlar estos aspectos. Pero mientras Malthus concluía imposible el control activo de la natalidad, era justamente lo que Ehrich proponía, utilizando el aparato coercitivo del Estado, mediante la creación de instituciones supraestatales, que serían complementarias a la quimérica posibilidad de introducir un cambio de valores que llevaran a la reducción de la natalidad, lo que preveía inverosímil debido a la figura y el aporte de la Iglesia católica en los países subdesarrollados. No olvidemos, que la intromisión del Estado no solo afecta las acciones de las personas, sino su naturaleza.

La batalla para alimentar a la humanidad ya terminó. En las décadas de los 70 y 80 cientos de millones de personas morirán de hambre, a pesar de los programas urgentes que están siendo desarrollados […] muchas vidas pueden ser salvadas aplicando drásticos programas para evitar la capacidad de carga del planeta, mediante el aumento de la producción de alimentos y la búsqueda más equitativa de distribución de los mismos. Pero estos programas pueden ser exitosos solamente si son acompañados por firmes y eficientes esfuerzos para controlar el tamaño de la población […] Debemos controlar a nuestra población, a través de cambios en los sistemas de valores, pero mediante métodos compulsivos si los voluntarios fallan […] Debemos establecer y apoyar programas en los países subdesarrollados que combinen el desarrollo agrícola ambientalmente adecuado con el control de la población […] Es necesario remarcar que ningún cambio de valores o tecnología puede salvarnos a menos que se logre un control sobre el tamaño de la población humana. Las tasas de natalidad deben balancearse con las de mortalidad o la humanidad se autodestruirá. No podemos darnos el lujo de tratar simplemente los síntomas del cáncer demográfico, es el cáncer mismo el que debe ser extirpado. (p. 1-2)

Y estos millones que iba a morir de hambre, no había que buscarlos en África subsahariana, muy al contrario, Ehrlich afirmaba que “antes del año 2000” unos “65 millones de norteamericanos” iban a “perecer por inanición”. A diferencia de Malthus, quien creía que el desbalance entre población y alimento sería nivelado por los controles positivos, Ehrlich exigía que las tasas de natalidad de las sociedades se nivelaran a las tasas de mortalidad.

En este punto, resulta interesante considerar como el actor político que encarna el sujeto ecologista fácilmente responde a los pedidos filicidas de las feministas de tercera ola, con un amplio abanico de reclamos singulares que le posibilitan entrar en alianza con toda minoría propia promovida por la nueva izquierda. Solo cuando uno ve al crecimiento de la población como un “cáncer”, es cuando puede entregarse por completo al dogma ecologista. Y es que así mismo lo reconoce el propio Ehrlich, cuando en su obra ulterior, “La explosión demográfica”, asegura: “Es preciso contemplar el crecimiento demográfico como una especie de cáncer y tratar de crear una sociedad nueva más saludable”[l].

Pero si algo tienen en común la tesis de “La bomba demográfica” en general, y la tesis sostenida por Malthus en particular -con las respectivas diferencias contextuales-, es la incipiente subestimación hacia el ser humano. Ambas cayeron en el error de que la sociedad es un producto terminado, cuando en realidad se encuentra en continua evolución. El ser humano está epistemológicamente avezado a vencer las adversidades que complican su existencia, ¿y qué mejor manera de vencerlas que bajo un clima de libertad en el cual puede desarrollar mejor sus ideas?

 

Del agotamiento de los recursos naturales

Ante las catastrofistas disertaciones de Ehrlich sobre el colapso ambiental, el agotamiento de los recursos naturales, la escasez de alimentos y el hambre masiva, fueron no muchos los pensadores que se opusieron a sus apocalípticas conclusiones. A pesar de ello, uno de los más sobresalientes fue el economista estadounidense Julian Simon.

Para Simon, especializado en un campo distinto del de Ehrlich, cualquier escasez de la oferta en un mercado, siempre que este fuera relativamente libre, causa per se un incremento del valor de la misma, que, a su vez, provocaría que sea más económico buscar nuevas alternativas para llevar adelante la realización de un determinado producto. Es decir, para Simon, el aumento de los precios actúa como una señal económica para conservar los recursos escasos, brindando incentivos para utilizar materiales más baratos en su lugar. Esta fué la idea general que plasmaría posteriormente en su libro “The Ultimate Resource”, de 1981.

Después de haber contendido intelectualmente con Ehrlich en la mayor parte de la década de 1970, finalmente Simon retó a este último a una apuesta sobre el agotamiento de los recursos: la misma consistía en que Ehrlich debía elegir una “canasta” de materias primas que esperaba que escaseara en los próximos años, además de elegir el período de tiempo -de más de un año, durante el cual esas materias primas serían (según Ehrlich) más caras. Al final de ese período, se calcularía el precio ajustado por inflación de esos materiales. Si los mismos se volvieran más caros, este encarecimiento sería muestra de su escasez, lo que demostraría que Ehrlich habría ganado la apuesta; Si, por el contrario, el precio fuera más bajo, sería la demostración cabal de que la teoría de Simon era acertada. Lo que estaba en juego era la diferencia de precio final de la canasta al comienzo y al final del período de tiempo.

Ehrlich eligió cobre, tungsteno, estaño, níquel y cromo, y la apuesta se acordó el 29 de septiembre de 1980, siendo la fecha de pago el 29 de septiembre de 1990: a pesar de un aumento de la población de 873 millones durante esa década, los cinco productos que había Ehrlich seleccionado disminuyeron su precio en un promedio de 57.6 %. No solo eso: en 2016, volviendo sobre los resultados de la apuesta, los economistas de la Universidad Metodista del Sur, Michael Cox y Richard Alm, descubrieron que los metales de Ehrlich eran “22,4 por ciento más baratos en 2015 que en 1980”, además de que “el precio real de los minerales de Ehrlich había caído un 41.8 por ciento entre 1980 y 2015″[m].

El ritmo de explotación o conservación de los recursos naturales es consecuencia de millones de contratos contractuales que tienen lugar gracias a los mecanismos de precios, y a su vez, estos emiten señales que elevan o disminuyen los precios, los incentivos y retardan o estimulan la multiplicación de las especies. Como dijo el gran pensador y naturista Henry Thoreau: “la capacidad humana no ha sido medida, y se ha ensayado tan poco, que no podemos juzgarla por algunos precedentes”. De hecho, es posible que haya sido el aumento demográfico, al contrario de lo que plantea Ehrlich, el responsable de la baja de costos de las materias primas[n]. Una vez que se comienza a satisfacerse a la demanda de determinado producto mediante un nuevo artículo, el que hasta hace poco tiempo era demandado por muchos agentes, ahora comenzará a sobreabundar. Durante el siglo XIX el carbón era altamente demandado, sin embargo, progresivamente el petróleo, bien o mal, comenzó a reemplazarlo. Hoy a nadie se le ocurriría plantear que el carbón está por agotarse, a pesar de que los ingleses lo extraían de China para explotarlo desde el siglo XIII. Incluso, tenemos más reservas a disposición que en toda la historia de la Humanidad.

Para 1975, junto a su esposa Anne, Ehrlich predijo que alrededor de la mitad de todas las especies del planeta iban a estar extinta en la actualidad, ignorando que “más de setecientas nueve especies estaban extintas desde el año 1500”. Considerando que el mundo alberga de entre cinco a quince millones de especies, varios millones yacerían completamente extintas. Sin embargo, la mayoría de estas extinciones se produjeron en áreas aisladas -islas oceánicas, entre otras-, sin considerar que muchas formas de vida son flexibles y adaptables a ambientes modificados, y que no conocemos todas las especies sobre la tierra.

La revista Science examinó cien series de tiempo de la biodiversidad en hábitats terrestres y marinos esperando hallar que “la mayoría de los ensambles mostrarían una disminución en la diversidad local a través del tiempo”. Se sorprendieron al descubrir que “´la distribución de las pendientes de la curva de diversidad se centraba alrededor del cero, con la mayoría estadísticamente cerca del cero´”. En otras palabras, “la composición de las especies cambió, pero no se halló ninguna evidencia de una tendencia negativa consistente, ni siquiera hay una tendencia negativa promedio”[ñ].

Llegado este punto, vemos como pocos de los discursos catastrofistas que usufructúan los militantes ecologistas son nuevos. Desde el agotamiento de los recursos naturales, vaticinado por Jevons en el siglo XIX [o], hasta superar la carga del planeta, como auguraron Malthus y Ehrlich, nada se ha cumplido. En este breve repaso de algunos autores, navegamos entre teorías catastrofistas sobre hambrunas masivas, miles de extinciones, el agotamiento de vastos recursos, y seguimos aquí. Es que en general, lo único que reciclan los militantes ecologistas son postulados catastrofistas que nunca se cumplen.

Ciertamente no quisiera incurrir en la falacia que tan bien supo desmentir Volatire ya en el siglo XVIII, de que este sea el “mejor de los mundos posibles”, pero el catastrofismo ecologista resulta completamente antitético y espurio al manipular y tergiversar datos con fines políticos, económicos e ideológicos.

 

La explosión demográfica

En el año 1993, con mucha menos repercusión mediática, pero con el mismo aval catastrofista,

Ehrlich publicó “La explosión demográfica”, donde, lejos de alejarse de su primera tesis, encontraremos en él un ponente que va mucho más allá:

[…] las poblaciones humanas suelen crecer según un esquema esencialmente exponencial, de forma que debemos permanecer alerta a las peligrosas características de este tipo de crecimiento […] a menos que la humanidad reaccione y ponga remedio de inmediato, será la naturaleza quien se encargue en nuestro lugar de acabar con la explosión demográfica [las cursivas pertenecen a Ehrlich] mucho antes de que se alcancen los 10 mil millones de habitantes […] Durante la década de los noventa, la humanidad se enfrentará a unos problemas ambientales […] muy superiores a los que nos preocupaban en los sesenta. Quizá el más grave sea el calentamiento del globo, causado en gran medida por el crecimiento demográfico y la superpoblación[p].

Por no abusar de su paciencia y hastiar al lector, la tesis de toda la obra podría ser resumida simplemente de la siguiente manera: “La causa principal de los problemas que afligen a nuestro planeta no es otra que la superpoblación y sus impactos en los ecosistemas y en las comunidades humanas”[q].

Para Ehrlich, la década de los noventa sería la antesala de la hecatombe mundial, en la cual, el afán de crecimiento de las naciones pobres haría aún más complejo detener el calentamiento mundial, lo cual, a su vez, daría con la pérdida de grandes cantidades de cosechas.

Ehrlich comienza a poner trabas catastrofistas a todas y cada una de las posibilidades de salvación de la humanidad. Incluso llega a decir que este contexto, sumado a “la epidemia mundial de sida podría llegar a matar a cientos de millones de personas”, y todo esto constituiría un “riguroso programa de ´control demográfico´ ejercido por la naturaleza en vista de la negativa de la humanidad a poner punto a medidas más menos severas”, y, volviendo sobre la iglesia católica, y más específicamente sobre la Humanae Vitae y el papa Juan Pablo II, sentenció que todo aquel que se oponga al control de natalidad estaba abogando por que el volumen demográfico humano “sea controlado por medio de un aumento masivo de muertes prematuras”[r].

Incluso llegó a manifestar que el consumo de carne y la “superpoblación” eran los responsables de la deforestación -idea que en gran medida perdura-, sobre todo aún hoy, que el mundo es mucho mas “verde” que hace 20 años, como lo demuestran recientes estudios de la NASA[s].

Como en el desenlace de una novela de ciencia ficción, el autor llamó a la destrucción de la civilización como el “Gemido”: debido al desbalance entre población y alimento, la pérdida de cosechas debido al calentamiento global, el incremento del nivel del mar, la desaparición de zonas costeras, la epidemiología de las enfermedades virílicas junto al hambre y las enfermedades epidémicas causarían el aumento de las tasas de natalidad a escala mundial. “En cualquier caso, lo cierto es que el Gemido conseguirá destruir la civilización con tanta eficacia como una guerra a gran escala […] Las poblaciones de seres humanos se reducirían notablemente, y los gobiernos quedarían tan debilitados que serían sustituidos por un sistema semejante al feudalismo […]”[t].

¿Y qué es lo que Ehrlich propone para evitar la catástrofe mundial que augura? Entre otras cosas, reducir el consumo per cápita, volviendo sobre posiciones que dejó por sentadas el posmarxista y padre de la ecología política francesa, André Gorz, el llamado “decrecimiento”, aunque Ehrlich lo aplica a todo sentido: “Es preciso reducir simultáneamente la ecuación I=PRT (población, riqueza, consumo)”, aunque reconoce que para esto “sería preciso que la sociedad cambiara, renunciando a muchas cosas que hoy tiene por libertades esenciales: […] planificar una familia […] poseer y utilizar vehículos todoterreno […] la libertad de consumir cada vez más […][u]”.

¿Pero cómo prevee Ehrlich que esto sea posible? ¿cómo poner a toda la Humanidad, de forma conjunta, y satisfecha con la radical sustitución de su forma de vida? ¿cómo lograr que cada familia responda a los pedidos del control demográfico de forma voluntaria? Ante este tipo de interrogantes, Ehrlich dirá: “[…] si la soc. va a controlar el problema de la explosión demográfica y los demás factores de la mayor crisis que ha tenido en su historia, tendrá que hacerlo a través de la evolución cultural“[v]. ¿ Y qué es, entonces, la llamada evolución cultural? Básicamente es la forma en que el autor llama a una nueva forma de ingeniería social, mediante la cual se lograría un sustancial cambio en el sistema de valores de una sociedad, para lograr, a la postre, fines específicos. “En el mundo moderno la información cultural, a diferencia de la información genética […] puede modificarse en una sola generación; a veces en una semana […] la gente debe tomar plena conciencia de los cambios graduales que se registran en el medio ambiente […] El crecimiento demográfico, la pérdida de ozono estratosférico[w], el exterminio de especies de plantas y animales y otros signos que apuntan colectivamente a un colapso mundial, constituyen tendencias demasiado graduales para que los seres humanos las perciban […]”[x]. Para lograr esto, el autor considera indispensable, desde luego, el papel de los medios de comunicación y las escuelas, e insta a que los “problemas demográficos” se aborden, incluso desde temprana edad.

Una vez en marcha esto, el autor prosigue: “La principal prioridad debe ser conseguir el control demográfico“. Y es aquí cuando promueve nuevamente el engaño lingüístico tan propio de la Batalla cultural: “Utilizamos deliberadamente el término “control demográfico” en lugar del eufemismo “planificación familiar” […] El inconveniente es que la planificación familiar se centra en […] los deseos de los individuos […] el control demográfico, […] en las exigencias de las sociedades […] el control demográfico, para que resulte eficaz a largo plazo no debe ser coercitivo; de hecho, es más eficaz si no lo es”[y].

Páginas más adelante, Ehrlich prosigue: “En esencia, hay que revitalizar el movimiento hacia una regulación de los problemas del globo. Históricamente, esta regulación internacional se ha ido consiguiendo colándola por la puerta trasera; es decir, creando agencias encargadas de imponer normas en ámbitos en que los gobiernos nacionales carecen de jurisdicción[z]”. Lo que el autor está haciendo con esto es sino abrir las puertas a la posibilidad de establecer agencias que regulen las actividades de las personas, aún dentro de territorios nacionales.

“El principal obstáculo para establecer un gobierno mundial siempre ha sido la negativa de ceder la soberanía nacional […] hoy existe mayor regulación y administración concerniente a los temas del común internacional […] se ha conseguido a través de un complejo entramado de acuerdos […] por medio de numerosas agencias […] [como por ejemplo] las Naciones Unidas, el Banco Mundial”. Más adelante, continúa: “Mucho, también […] a través de organizaciones independientes […] como Planned Parenthood [1][…] Estas organizaciones han alumbrado un incipiente gobierno mundial […] pueden influir en las naciones sólo de modo indirecto, aunque las presiones de sus socios […] suelen dar buen resultado, reforzadas por […] represalia emprendidas por otros países contra los recalcitrantes”[2]. Después de todo, como dijo H. L. Mencken: “La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una máscara que oculta la urgencia por gobernarla”. Las intenciones de Ehrlich son claras: lograr que los gobiernos democráticamente electos por el “pueblo”, no tengan la soberanía de ejecutar el camino que crean correcto, sino que los gobiernos estén obligados a aceptar las medidas que desde estas organizaciones se “bajen”.

El movimiento ecologista es, en una palabra, una “constelación de intereses”[3], en la que tienen lugar tanto el interés por la articulación del conflicto social de la nueva izquierda, como los espurios intereses de los capitalistas más inmorales. En conclusión, comoquiera que fuese, cualquiera de las opciones deriva en mayores controles e intervenciones coercitivas por parte del Estado. Y es por esto, que el movimiento ecologista no debe, bajo ningún término, ser confundido ni menospreciado, ya que, como reflexionó G. K. Chesterton en su deliciosa obra, “El hombre que fue Jueves”, las personas suelen confundir a movimientos peligrosos con simples “tertulias de aficionados”.

A lo largo del presente escrito se ha tratado de demostrar cuan falsas son las terías que avecinan la catástrofe mundial, y como estas no son nada nuevo. También han quedado varios puntos por desarrollar que no lo han sido por gracia del tiempo, espacio y cantidad de temas que fueron abordados a lo largo del presente, tales son temáticas como el falso alarmismo del calentamiento global[4], entre otras, que podrían (deberán) ser abordadas en siguientes artículos.

 

 

 

NOTAS:

[a] Norberg, J. ¨Grandes avances de la humanidad¨ (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. pp. 23

[b] Malthus, R. “Ensayo sobre el principio de la población” -1a ed.- Buenos Aires: Claridad, 2007. pp. 74

[c] Ob. cit. pp. 23

[d]Ob. cit. pp. 23

[e] https://www.ons.gov.uk/peoplepopulationandcommunity/populationandmigration/populationestimates

[f] Ob. cit pp. 43

[g]Ob cit. pp. 72

[h] Spencer, H. “El hombre contra el Estado”; M. Aguilar, Editor, Buenos Aires, 1953. p. 129

[i] Spencer, ob. cit. p. 111, 112

[j] En Ehrlich encontramos uno de los exponentes más resonantes del antinatalismo que el ecologismo puede ofrecer, y esto se hace más visible si entramos en el sitio web del cual es hospedero, “Population Matters”, donde usted puede verificar la pestaña “Los hechos”, donde dirá “La pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la contaminación, la deforestación, la escasez de agua y alimentos, todo se ve exacerbado por nuestro enorme y creciente número. Nuestro impacto en el medio ambiente es producto de nuestro consumo y nuestros números. Debemos abordar ambos” (https://populationmatters.org/the-facts).

[k] Ehrlich, P. & Ehrlich, A.”La explosión demográfica” (1993); Barcelona. Ed.: Salvat

[l] Ob. cit. pp. 13

[m]  https://www.cato.org/publications/policy-analysis/simon-abundance-index-new-way-measure-availability-resources#endnote-018

[n] Ver: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/simon-abundance-index-new-way-measure-availability-resources#endnote-023-backlink

[ñ] Norberg, J. ¨Grandes avances de la humanidad¨ (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. p. 161

[o] https://fundacionlibre.org.ar/2019/11/08/derechos-de-propiedad-el-escarmiento-del-proyecto-ecologista-por-ignacio-vossler/

[p] Ehrlich, P. & Ehrlich, A.”La explosión demográfica” (1993); Barcelona. Ed.: Salvat pp. 4 y 5

[q] Ehrlich, P. & Ehrlich, A.”La explosión demográfica” (1993); Barcelona. Ed.: Salvat – prólogo pp. XI

[r] Ob. cit. pp. 6

[s] https://www.nasa.gov/feature/ames/human-activity-in-china-and-india-dominates-the-greening-of-earth-nasa-study-shows

[t] Ob. cit. pp. 193

[u] Ob. cit. pp. 194 y 195

[v] Ob. cit. pp. 201 y 202

[w] Por otro lado, es vasto la cantidad de estudios que demostraron que, al haber agujeros en la capa de ozono, que daban directo al mar, se producía un enfriamiento del planeta.

[x] Ob. cit. pp. 202

[y] Ob. cit. pp. 204 y 205

[z] Ob. cit. pp. 241

[1] Creada por la malthusiana Margaret Sanger; ¿Qué es IPPF?: https://fundacionlibre.org.ar/2019/12/17/ippf-una-filosofia-eugenesica-determinista-y-malthusiana-por-horacio-giusto/

[2] Ob. cit. pp.241 y 242

[3] Término acuñado por Max Weber.

[4] https://www.rankia.com/blog/game-over/4421312-emergencia-climatica-no-existe-van-cobrar?fbclid=IwAR0GuCq5g38z1yj_3yMdlr0nvqcN2RQ0GSiEdB_wiAe-mjdvtoTGcDwT_v4#comentarios_de_4421312

 




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