Milei

Lic. Andrés Irasuste – Cuando el Liberalismo baja al pueblo

Para el público que leerá este artículo en este blog, Javier Milei no necesita presentación. Aunque sí amerita una serie de interesantes disquisiciones.

Gustav Le Bon, uno de los padres de la psicología social de masas, afirmó que un hombre puede ser moldeado por las circunstancias, o ser él mismo quien crea las circunstancias. Milei pertenece a esta última categoría de hombres: aquellos quienes crean un evento que transforma la coyuntura ya establecida en el decurso de la historia. Esto jamás estará mejor resumido que en el enunciado de Milei: “yo no vine aquí a guiar corderos, vine a despertar leones”.

Perón también fue este segundo tipo de hombre, líder y creador de las circunstancias a ser lideradas, aunque fue el hacedor de un modelo de Estado y de un sistema económico en las antípodas de Milei, y que tras la estela de 80 años de paulatina pauperización y decadencia (doctrina económica Prebisch mediante, más conocida como “desarrollismo”), el economista envestido de actor político viene a plantear una antítesis.

Hay quienes se escandalizan por la estética discursiva de Milei. Esto no puede ser sino un acto de mojigatería barata. ¿Acaso la estética discursiva de Milei no encarna el estilo comunicativo por antonomasia de la sociedad porteña? Claro que sí. En todo caso, constituye su maximización, y a todas luces ha resultado eficaz y efectista para preludiar el triunfo en la arena política. No: no es esto en última instancia lo que produce nervios en muchos; aquello que induce un estado nervioso es el posible escenario para estos hipócritas si las ideas de Milei fueran institucionalmente ejecutadas. Simplemente no podrían continuar el saqueo por medio de las transferencias coactivas de dinero público (impuestos)  a partir de la ingente presión fiscal de la maquinaria estatal argentina sobre los contribuyentes.

En otras palabras, si Milei deviniera Presidente de los argentinos, muchos tendrán que salir a buscar un trabajo luego de fastuosas décadas ganadas llevadas directamente a su bolsillo. Tal como es sabido -y callado por muchos-, el saqueo del Estado argentino durante el régimen populista de izquierda llamado “Kirchnerismo” es el más grande registrado en la historia moderna de los Estados nacionales. Ni en la República de Weimar ni en las pseudo repúblicas africanas el saqueo ha sido tan llamativo como en la Argentina bajo su versión propia del socialismo del siglo XXI. A lo cual se le agrega: una ingente corrupción en los aparatos del Estado, un obsceno nepotismo, un 40% de pobres en un país que supo ser el faro austral de la prosperidad para los migrantes europeos, una inflación ínter-anual in crescendo, el naufragio de la moneda nacional argentina, la desesperanza de dos  generaciones de jóvenes, la de los últimos Millennials y la de la generación Z… en definitiva, el naufragio de toda una identidad y de una esperanza nacional en las aguas de Odiseo allí donde los dioses parecieran no responder.

Entonces, dicho esto, hemos de decir que un hombre como Milei ha logrado crear un evento altamente significativo. Todo aquello que usualmente constituye el debate de 10 “geeks” cansados de sus esposas un sábado por la noche en una reunión de camaradería, o el caliginoso intercambio de tecnicismos allí donde se suscita eso que el psicólogo Adler denominaba “la neurosis de los domingos”, Milei lo ha transformado en discusión y debate de masas. Antes de Milei, ¿alguien se pudo imaginar un mitin efervescente de masas donde se cita al filósofo Bastiat en estos tiempos postmodernos? Yo no. Ahora, gracias a Milei, en una travesía titánica por los medios y las redes sociales desde 2015, eso que algunos llaman “el pueblo” entiende mucho más -incluso a nivel técnico- qué es la inflación, cuál es el rol del Banco Central en una economía, cuáles son los partidos que más acuerdos han hecho con organismos espurios y keynesianos como el FMI para luego culpar al capitalismo internacional y adoptar la conducta de ser “defaulteadores seriales” en nombre del pueblo. Ahora el pueblo entiende mejor aquella pregunta de Murray Rothbard: “¿qué ha hecho el gobierno con nuestro dinero?”

Con esto, Milei ha contribuido a eso que Kant consideraba un proceso de ilustración de los individuos. En su obra “¿Qué es la Ilustración?”, Kant plantea que mientras el sujeto no posea el coraje de efectuar el uso de la razón por sus propios medios, prescindiendo de ser tutelado por el político, el líder religioso o el señor poderoso, dicho sujeto permanece en un estado de minoría de edad. Siendo esto así, Kant gritará: “¡Atrévete a pensar!” Sapere aude.

Cuando un Estado tiende a tomar las riendas de la individualidad, fundiendo al sujeto en el molde de lo colectivo y nivelando todo hacia abajo, pauperizando a las personas, estas quedan atrapadas en un estadio de minoría de edad en sentido kantiano. Milei ha abierto la jaula del pensamiento e invita a que los timoratos corderos se transformen en leones rugientes.

Ahora el pueblo se enteró de que el “anarquismo” no sólo era colectivista y de izquierda: que también existe en el espectro ideológico histórico un anarquismo liberal de derechas, fundado en los pilares de la propiedad privada, el derecho a la vida y a la libertad individual, y que por lo tanto se basa en el libre mercado como sistema espontáneo de cooperación social en las comunidades humanas. A este sistema de pensamiento y a esta realidad, queda más elocuente llamarla “libertarianismo”, para evitar las amargas rémoras que posee la palabra “anarquismo”. En librerías, ahora se ven libros de von Mises, Murray Rothbard, Hans Hermann Hoppe, Bastiat o Spooner, al lado de los clásicos libros de Foucault, Marx o el Che Guevara.

En términos prácticos: se trata de ser un liberal-libertario; liberal como método viable de instrumentación política de las ideas precisamente de la libertad y de la prosperidad mediante el trabajo, el ahorro y el libre intercambio; libertario como horizonte aún lejano, allí donde el Estado no sea necesario como presunto organizador de la sociedad civil. Karl Marx también deseaba eliminar el Estado en la fase final y supuestamente superior del comunismo. Vaya paradoja, y vaya que los izquierdistas de todas las horas suelen olvidar esta idea de su mentor espiritual e intelectual.

Milei tiene un desafío: demostrar que es posible instrumentar las ideas de la libertad de una manera digna, y no “a lo latino”, como se intentó en los 90s, donde no faltaron los viejos lastres y los vicios atávicos de la siempre endémica oligarquía criolla corrupta y prebendaria. Milei deberá poder demostrar que las ideas liberales pueden ser instrumentadas dignamente con la prolijidad y la eficacia de Singapur, Estonia o Taiwán, sin un capitalismo de amigos. Que el liberalismo no es únicamente cosa de anglosajones. Que los latinos no somos inferiores, condenados a permanecer bajo las sombras de la historia mundial.




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