¿La Iglesia mantiene a sus fieles controlados por el pecado? Por Melody Gutiérrez
La expresión “El pecado es una creación de la Iglesia para mantener a la población controlada” comienza desde los autores como, por ejemplo, el famosísimo filólogo anticristiano Nietzsche. Él, adorando a Schopenhauer desde todos sus libros y el rechazo a la tradición cristiana, se presupone que este mismo es aquel que reina en el corazón de la mayoría de la población actual. Francisco Leocata dirá: “(…) Nietzsche tuvo una formación inicial filológica y en filosofía de Ritchl, fue fundamentalmente, a pesar de su entusiasmo inicial por Schopenhauer y sus variadas lecturas de la izquierda hegeliana y de los autores de la Ilustración, un autodidacto”[1]. No en vano, su objetivo principal es el mismo que vemos hoy día en la posmodernidad[2]: El devenir de la culpa, suponiendo que este mismo es el que librará al ciudadano de toda imposición que proviene de parte de la religión, pero no de cualquier religión, es especialmente la católica, porque, a la luz de como lo relata el P. Alfredo Sáenz en “La Gesta de los Cristeros” , tanto los ateos ilustrados como los protestantes, se unirán en un solo cuerpo: La masonería. Esta misma, dice Sáenz, que en un Congreso en 1906 de masones aquí en Argentina propuso que la masonería se extienda por toda América como lo hizo en Europa (por ejemplo, la modernista Constitución de Cádiz de 1812, conocida como la constitución de “viva la pepa”), empezando desde México, quiénes van a reaccionar a este intento, cosa que Argentina se movió a un costado y se dejó seducir.
Podemos también verlo en autores como Marx. En “Sobre la Cuestión Judía” podemos ver que escribe: “El Estado cristiano solo conoce privilegios (…) Mientras el Estado siga siendo cristiano y el judío judío, ambos serán igualmente incapaces de otorgar la emancipación el uno y, de recibirla, del otro”[3] y, cito por última vez: “La forma más rígida de la antítesis entre el judío y el cristiano es la antítesis religiosa. ¿Cómo se resuelve una antítesis? Haciéndola imposible. ¿Y como se hace imposible una antítesis religiosa? Aboliendo la religión”[4]. Ergo, en realidad esta paupérrima expresión corresponde a una filosofía que, podríamos llamar, ilustrada y quiere únicamente “La eliminación de la conciencia moral como forma de enfermedad vital, el desconocimiento de que las fronteras entre bien y mal unidas al intento vano de superarlas, (y) el criterio de guiarse por la ‘liberación de los afectos’ o de los instintos[5]”.
El pecado podemos entenderlo de varias maneras. Principalmente la entenderemos en base a si es venial o mortal, pero esto ya correspondería para más adelante. El pecado como tal es una acción antinatural del hombre, pues, el hombre “al principio” no conocía mal, sino bien, porque todavía no había pecado. Entonces, este mal que nos devino desde el “principio” lo hemos adquirido. Este mismo se denomina “el pecado de Adán” que, según el catecismo de San Pío X, cerró las puertas del Cielo para que Cristo – El nuevo Adán – las abriera. La tentación de ser “como dioses” captó a Adán y a Eva y comieron del árbol del bien y del mal. San Juan Pablo II en sus dos tomos de “Teología del Cuerpo” se enfatiza especialmente en que cubrieron su desnudez inmediatamente, pues, portaban una inocencia originaria en donde se practicó la subjetividad de su propio cuerpo, en base al significado esponsalicio del cuerpo del varón y la mujer – Feminidad y masculinidad- .
El pecado original no es un pecado que, como muchos piensan, el hombre mismo desde la cuna lo comete, sino que lo adquiere y no por esto lo hace moralmente malo, sino que para su propia salvación deberá renacer de las aguas, tal como indicaría la Didaché (supuestamente escrita por Bernabé, el compañero de viaje de San Pablo). Este renacer implica el bautismo para borrar esa mancha adquirida, lo que no significa que no podemos volver a pecar esa misma soberbia.
Si decimos que el pecado es un acto antinatural del hombre, ¿Estamos diciendo que el no-pecar sería la naturaleza del hombre? Claramente si, pero por esa mancha tenemos lo que llamamos una naturaleza caída en donde se muestra nuestra fragilidad humana, nuestra imperfección en su máxima expresión.
NOTAS:
[1] Leocata, Francisco, Situación y perspectivas de la filosofía moral, Buenos Aires, Don Bosco, 2017, p. 18.
[2] Quiero realizar una aclaración aquí: Nietzsche odiaba la modernidad, pero sus escritos no dan más de modernos. Es como cuando Marx dijo que no quería saber nada con el constructivismo económico, sin embargo, era muy constructivista desde el mismo punto de vista de que el hombre debería “emanciparse y renacer”.
[3] Marx, Karl. Antología .-1ª ed. 1ª reimpr.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2016. p.59
[4] Ibídem. p. 60.
[5] Leocata, Francisco, Situación y perspectivas de la filosofía moral, Buenos Aires, Don Bosco, 2017, p. 22.
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