Vicente Massot – La luna de miel llegó a su fin
Para entender lo que sucedió el domingo y sorprendió por igual a libertarios y a kirchneristas, a encuestadores y a analistas, a periodistas y a simples mortales, se hace necesario responder tres cuestiones excluyentes: qué pasó, cuáles fueron las razones del aplastante triunfo de Fuerza Patria, y qué escenarios se recortan en el horizonte desde ahora y hasta el 26 de octubre.
Como sucede siempre en estos casos es más fácil dar cuenta del primero de los interrogantes en virtud de que conocemos el desenlace electoral. Para atacar la segunda duda, en cambio, no hay más remedio que tratar de meterse en la cabeza de los cientos de miles de votantes que habían respaldado a la fuerza libertaria en 2023 -provenientes en su mayoría del Pro- y que cuarenta y ocho horas atrás decidieron quedarse en su casa o elegir otra boleta. Tarea difícil en atención a que no hay un patrón común que explique por sí solo la decisión de tamaño número de personas. Por último, en punto a la tercera incógnita sobran los cabos sueltos y son escasas las certezas. Dicho esto, vayamos a cuentas.
Cualquiera sabe quién ganó y quién perdió, pero cuanto salta a la vista a poco de mirar los números resulta ser la dimensión del éxito peronista y, a la vez, la verdadera catástrofe que sufrió el oficialismo nacional. Nadie había previsto que algo por el estilo pudiese acontecer. Apenas uno o dos relevamientos predijeron que Fuerza Patria se impondría por seis o siete puntos. Es cierto que en la recta final de la campaña, con base en el escándalo generado por Diego Spagnuolo, fueron más los que imaginaron la posibilidad de una derrota libertaria que los que creyeron en un triunfo de los violetas. Sin embargo, cuanto interesa señalar es -precisamente- lo que a todos escapó: la diferencia de casi catorce puntos, que obliga a recalcular los pronósticos de cara a octubre y deja al gobierno pisando arenas movedizas.
Véase que de ocho secciones electorales, y contra lo que habían establecido todas las encuestas de opinión, el kirchnerismo salió ganancioso en seis. No sólo lo premiaron sus seguidores incondicionales de las barriadas más pobres del Gran Buenos Aires. Arrasó en la Tercera -como era lógico- pero también en la Primera y en algunos distritos del interior que le eran esquivos desde hace rato. Lo que muestra esa radiografía es que, en caso de mantener su vigencia en los comicios del último domingo de octubre, el peronismo retendría su dominio sobre la provincia más importante del país, con todo lo que ello supondría en términos políticos.
No menos trascendente ha sido el espaldarazo que recibió Axel Kicillof en la sorda disputa interna que viene sosteniendo desde antiguo con Cristina Fernández y su hijo. En esta contienda de dos grandes batallas electorales, el gobernador bonaerense venció en la primera por goleada a su principal enemigo externo, Javier Milei, y a sus primordiales adversarios dentro del espacio populista, los Kirchner. En contra de la opinión de éstos, el gobernador se empeñó en desdoblar la elección contando con el vital respaldo del grueso de los intendentes peronistas, y probó que su cálculo era acertado.
La condición necesaria para erigirse como el candidato indisputado del espacio peronista en 2027 era vencer el 7 de septiembre. Eso ya lo logró, con un espectacular número de votos. La condición suficiente será repetir semejante performance dentro de cincuenta días.
¿Por qué llegó a su fin la luna de miel del electorado con Javo? En tren de explicar el fenómeno cabría diferenciar tres series de causas distintas:
1) las que venían erosionando el apoyo al gobierno libertario desde tiempo atrás: las groserías verbales del presidente; la descalificación de todos los que disintieran con la administración libertaria, y el agravio reiterado a sus aliados tácticos en las gobernaciones y en el Congreso de la Nación;
2) las que se refieren a la situación económica de cientos de miles de personas que, a pesar de valorar el esfuerzo fiscal hecho, dicen que la plata en su poder no les alcanza para llegar a fin de mes; y
3) las acusaciones levantadas contra la hermana del presidente y los Menem en el curso de los últimos días de la campaña.
Si hubiese que escoger la que más daño hizo, sin duda estaría la tercera de las mencionadas. En los comicios que se desarrollaron en Santa Fe, Salta, Jujuy, Misiones y, sobre todo, en la capital federal, a La Libertad Avanza le fue razonablemente bien o muy bien, sin perjuicio de los malos modales, los agravios y el caso Libra. En el desastre bonaerense parece haber calado hondo los audios echados a rodar, que colocaron en un entramado de corrupción al Jefe -como la llama su hermano- y a los dos funcionarios riojanos que la acompañan a sol y a sombra, todo ello agravado por la ineptitud de la Casa Rosada para ensayar una defensa eficaz.
Conviene tener en cuenta que el núcleo duro mileísta no dio la espalda el domingo. Quienes lo hicieron fueron, por un lado, los que definen cualquier elección en la Argentina -los llamados independientes- y, por el otro, buena parte de los seguidores de Juntos por el Cambio.
Muchos decidieron no concurrir al cuarto oscuro y algunos, totalmente desencantados, optaron por sufragar en favor de Somos Buenos Aires o del kirchnerismo. El que así haya sido le plantea una serie de desafíos a Javier Milei que, si decidiese ignorarlos o no supiese ponderarlos en su justa medida, podrían volver dramáticos los dos años que faltan para completar su mandato.
Es imperioso que el presidente haga de la moderación su nuevo estilo de actuar en política. Ponerle freno a un carácter por momentos dislocado no será -a esta altura de su vida- una tarea fácil, pero resulta imprescindible. La necesidad tiene cara de hereje. De manera urgente debe dejar en un segundo plano a su hermana, a quien nadie votó y cuya popularidad se halla por los suelos. Unido al hecho de que las sospechas de corrupción no han sido aún evacuadas. Alguna cabeza importante tendría que rodar, por doloroso que fuese. Al mismo tiempo, algún cambio en el gabinete puede oxigenar la gestión de gobierno y recobrar la credibilidad. En otro orden y frente al desafío del 26 de octubre está visto que el dúo conformado por Karina Milei y Sebastián Pareja no sirve. Si bien es impensable que el presidente decida prescindir de su hermana, puede dejar en manos de un profesional el manejo de la campaña. Como se aprecia, las asignaturas pendientes son varias y no admiten dilación.
Las primeras declaraciones de Milei una vez conocida la derrota, flanqueado por unos ministros desolados y un público escaso que no salía de su asombro, fueron atinadas aunque en extremo generales. Reconoció que se habían cometido errores que intentaría corregir -sin dar más precisiones- y ratificó el rumbo del programa económico, algo que caía de maduro. En ese momento, más no se le podía pedir. Estaba aturdido por el tsunami que le había pasado por encima y no era cuestión de hablar a tontas y a locas. Cumplió con lo que se estila decir en la adversidad y se fue a dormir.
Ahora debe rogar que la inflación del mes de agosto no supere 2 % (la generalidad de los analistas la esperan por debajo), que el dólar no se dispare y que los precios de los productos básicos no escalen en las siete semanas que faltan para que se substancien los comicios que definirán los dos años por venir. En este orden de cosas, la respuesta de los mercados será el dato por antonomasia. Cuánto hubiese sido impensable un par de meses atrás, ahora entra dentro de la pantalla de los futurables (futuros probables). El triunfo de los libertarios, que todos dábamos por descontado en octubre, luego de lo que acaba de pasar está en tela de juicio. Porque lo que se halla en juego no se medirá a simple de pluralidad de sufragios sino en términos del número de diputados y senadores que La Libertad Avanza sume a los fines de poner en marcha las reformas estructurales, sin la cuales el plan económico vegetaría.
Para despejar la incertidumbre que ha generado el categórico triunfo peronista, los libertarios no sólo tienen la obligación de obtener entre 40 % y 45 % de los votos a nivel nacional, sumar entre diez y doce senadores más y noventa diputados propios, sino también salir airosos en la provincia de Buenos Aires. Las alertas tempranas se han disparado y los más de 1000 puntos básicos de riesgo país no son fruto de la casualidad. Todos, en mayor o menor medida, banqueros y organismos de crédito, operadores de bolsa y empresarios, fuerzas vivas y grupos de presión, han tomado nota de que la Argentina sigue siendo impredecible.
Fuente: https://www.notiar.com.ar/index.php/opinion/138447-la-luna-de-miel-llego-a-su-fin-vicente-massot
Ultimos Comentarios