Vicente Massot – El pensamiento económico de José Antonio
CAPITULO VI
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL CAPITALISMO
Sin ideas directrices, sin plan de conjunto, sin percepción consciente del fin, el capitalismo determina un proceso destructivo de sí propio, que traerá automáticamente la aparición de una era nueva que conservará las adquisiciones económicas de la burguesía, pero que cambiará radicalmente los conceptos que han de servir de apoyo a una distinta organización del trabajo.
Georges Sorel
De un fenómeno tan complejo como el capitalismo, José Antonio no nos dejó sino algunas ideas generales y hasta confusas que, de todos modos, no impiden un análisis de su pensamiento respecto del tema. El Marqués de Estella percibió -otros, Spengler entre ellos, lo habían apuntado antes— que el capitalismo, al cambiar los modos de producción, obraba la eliminación del propietario, como tipo económico, en beneficio del director de empresa. No decía José Antonio que los propietarios hubiesen desaparecido de la faz de la tierra sino que apreciaba, con fundada preocupación, que el propietario, en su carácter de tal, sólo podía seguir existiendo si se transformaba en un director o administrador, esto es, en un miembro más de un directorio para el cual no hay diferencia de naturaleza entre la propiedad privada y la propiedad estatal. José Antonio, a la vez que acendrado defensor del derecho de propiedad, fue un potencial opugnador del sistema capitalista.
El Marqués de Estella partió de un análisis histórico del capitalismo en el cual apuntó que el régimen económico montado sobre los escombros del antiguo régimen, al tiempo que declamaba una libertad utópica, aniquilaba ’’casi por entero la propiedad privada en sus formas tradicionales”[1] . Con lo cual, por necesidad lógica, no sólo destruía la proyección del hombre sobre sus cosas- definición ésta que José Antonio diera sobre la propiedad- sino que cohonestaba la explotación de ese hombre al que en definitiva, por espíritu de reacción, echaba en brazos del socialismo. La primera enunciación joseantoniana respecto del problema es, pues, una defensa implícita del derecho de asociación elaborado dentro de las corporaciones de oficio y explícita de la propiedad entendida como una relación personal y directa entre el individuo y la cosa poseída.
Es importante la distinción, porque José Antonio se tomó el cuidado de precisar la diferencia que para él existía entre la propiedad y el capitalismo, de modo que cuando propugnó desmontar a éste su crítica ni siquiera rozó a la propiedad de carácter individual o familiar. José Antonio sustentó, respecto del tema, iguales ideas que el autor de “La Decadencia de Occidente” para quien existía una suerte de relación inversamente proporcional entre el uno y la otra, de forma tal que cuando aquél se expandía lo hacía a expensas de ésta, que tendía a desaparecer. El Capitalismo obraba el efecto de reducir a su mínima expresión la propiedad[2], en beneficio de los grandes trusts y grupos bancarios. En este orden de ideas es que José Antonio dirá que “la propiedad privada es lo contrario del capitalismo”[3]. La muerte de la propiedad tradicional y del concepto de propiedad según lo entendía el derecho romano radica en un proceso gradual pero inevitable de desarticulación del hombre propietario -cuyo vínculo con las cosas era íntimo, entrañable- al que el Capitalismo, conforme crece, va desposeyendo.
La relación del hombre con la propiedad se pierde en “una abstracción representada por trozos de papel… la sociedad anónima”[4]. En realidad lo que le permite a José Antonio sustentar la teoría del capitalismo y la propiedad como realidades contrapuestas —teoría en extremo discutible- es el tránsito notable y notorio, según el, del reino de lo personal a lo impersonal en las relaciones jurídicas de propiedad .
En reemplazo de la propiedad capitalista el fundador de Falange lanza la idea de la propiedad comunal y sindical, las cuales, sin embargo, también se hacen pasibles de las críticas que enderezara contra el Capitalismo, en cuanto al rompimiento en el vínculo que une al hombre con su posesión, a no ser que José Antonio se refiriese a la propiedad precapitalista, pero entonces incurriría en un anacronismo cual es el de postular la separación del Capitalismo desandando la historia. El Marqués de Estella concibe a la empresa como una asociación jerárquica de empresarios, técnicos, empleados y obreros, que como socios de la misma aportan su trabajo. Respecto del capital, si bien no queda claro, pues nunca alcanzó a desarrollar la idea, es de entender que ha de aportarlo la empresa sindical a través de créditos solicitados a la Banca Nacional, en manos del Estado.
Sus notas -que esto fueron- acerca del capitalismo, al par que nos permiten entender sus ideas en materia económica, delatan cierta insolvencia y pecan por un exceso de simplificación. De un lado, porque José Antonio parece utilizar la voz “capitalismo” como slogan, exponiéndolo a perder, por falta de rigor, todo su significado. Pero además, porque sería imposible no dar en cuenta de las diferencias que semejante fenómeno -económico, jurídico, social e histórico- ha ido acentuando conforme evolucionaba desde los albores del Renacimiento hasta el siglo XX. José Antonio no fue un economista y quizás esto último, unido a la necesidad didáctica que le viene exigida a todo político, atenúan el juicio crítico antedicho. Vayamos a cuenta. En el análisis de sus ideas económicas no puede pasarse por alto su adhesión a ciertas tesis de Carlos Marx. Como en la España de aquellos años está de moda definirse marxista o antimarxista, José Antonio se pregunta qué significa realmente este último calificativo. Si en realidad quiere significar un rechazo de las posiciones ideológicas sustentadas por esa ’’figura, en parte torva y en parte atrayente…” -se refiere, claro, a Carlos Marx-, está de acuerdo. Pero si lo anterior supone rechazar las previsiones marxistas en cuanto equivocadas, entonces dice José Antonio que “las previsiones de Marx se vienen cumpliendo más o menos de prisa, pero implacablemente”[5]. La raíz de los errores joseantonianos en materia económica se deben, casi en su totalidad, a la observancia de los tres dogmas de la teoría económica marxista: la concentración capitalista, la proletarización de las masas y la revolución social. Un conocimiento más o menos pormenorizado de “El Capital”, que seguramente tenía José Antonio, lo indujo al error de creer, casi a pie juntillas, en los efectos que según Marx traería aparejados a la larga el sistema capitalista. Al dar carta de crédito a la ley de concentración del capital y al fenómeno de proletarización que se seguiría de aquélla, José Antonio pagó caro la osadía de seguir las relaciones causales que el filósofo de Treveris creyó descubrir.
La simplificación que hace el Marqués de Estella de la ley de concentración puede ser resultado de una necesidad didáctica a la que antes hacíamos referencia, pero tratar de demostrar la misma apelando al ejemplo de la infinidad de trusts y carteles que proliferaban entonces en Europa denota un desconocimiento grande del tema, en el peor de los casos, o un error de apreciación en el mejor. La sociedad capitalista ha demostrado, a pesar de todo, que podía sobrevivir sin riesgos a las sucesivas actas de defunción que se le vienen extendiendo desde su nacimiento. Ha dado un impulso formidable al desarrollo económico poniendo de manifiesto, contra las predicciones de José Antonio, que es compatible mantener vigente el sistema con un alto nivel de empleo. El Marqués de Estella supuso, erróneamente, que el desplazamiento del hombre por la máquina era una consecuencia necesaria del capitalismo. La quiebra social del capitalismo, e incluso su quiebra técnica, es anunciada por José Antonio a partir de tres evidencias que entonces parecían claras, mas de las cuales el fundador de Falange Española extrajo conclusiones falsas. En efecto, según su análisis, el capitalismo marchaba hacia la bancarrota en virtud de una superproducción que, al saturar los mercados, producía un subconsumo imposible de afrontar por la gran empresa. El capitalismo superó esta crisis circunstancial mediante el expediente de la planificación, y es curioso que José Antonio, quien plantea como segunda causa de la quiebra técnica este fenómeno, no se haya percatado que al acudir a “los auxilios públicos”, solicitando ’’protecciones arancelarias… o auxilios en metálico”[6] el capitalismo ciertamente entraba en contradicción teórica consigo mismo, pero en definitiva se salvaba. El sistema, “agonizante” de acuerdo con su juicio, no tuvo empacho en violentar la ley de la oferta y la demanda echando en saco roto sus críticas al Estado, con tal de superar las crisis cíclicas que le aquejaban. Es que la producción en escala requería, entre otras cosas, una planificación a los efectos de evitar cuanto José Antonio -fuertemente influido por ese libro ’’formidablemente grueso …tan grueso como interesante, de dialéctica apretadísima y de un ingenio extraordinario”[7] – suponía debía suceder.
Cualesquiera sean nuestras preferencias, y aun en el supuesto de compartir la impugnación al capitalismo realizada por José Antonio, no caben dudas sobre su error. Estuvo en lo cierto al notar que el capitalismo, convirtiendo el trabajo en una mercancía, hacía trizas la ley de reciprocidad en los cambios que esbozara Aristóteles y repitiera la escolástica católica hasta nuestros días. Vislumbró, además, el proceso de despersonalización aunque exageró en cuanto a la muerte de la propiedad tradicional, con la particular coincidencia de la deshumanización que semejante sistema trae aparejado, enfrentando a obreros y patrones. Pues, de acuerdo a su crítica, el capitalismo había conseguido romper la armonía dada entre el hombre y la sociedad de la cual forma parte, y esto precisamente le parecía a José Antonio el síntoma más evidente del fin no sólo de un sistema económico sino de una época. En lo dicho había algo de verdad, pero al mismo tiempo se perciben en el análisis errores imposible de soslayar. Por ejemplo, las ideas que sostuvo en torno al problema del capital y el trabajo. Como principio de solución a la cuestión del capital y del trabajo, que José Antonio juzgaba imposibles de compatibilizar desde el momento en que no veía la manera de armonizar un instrumento económico como una función humana, Falange le plantea a España la reorganización radical de la economía. Su primer jefe, como quedó dicho, no asaltará el edificio del capitalismo desde las tiendas marxistas, y es por eso que al privilegiar al trabajo en detrimento del capital no dirá, a semejanza de Marx, que a partir del trabajo se fue logrando la transformación gradual del mono en hombre. No hay nada parecido en el pensamiento del Marqués de Estella porque la concepción materialista de la historia, según la cual lo que distingue a una época económica de otra no es lo que se hace sino cómo se hace, es decir, con qué instrumentos de trabajo se hace, le parecía no sólo falsa -debido a su unilateralidad- sino esclavizante en tanto y cuanto el ser viene a quedar supeditado al hacer.
Sin embargo, José Antonio parece no haber parado mientes en que es por lo menos excesivo, desde el punto de vista de la filosofía del trabajo, distinguir al capital del trabajo, haciendo recaer sobre aquél la categoría de “cosa”, de mero instrumento material y adjudicándole a éste un cierto carácter humano tanto más apreciable cuanto más deshumanizado se nos presenta el capital. El trabajo tiene, efectivamente, en orden de dignidad, prioridad sobre el capital, mas eso no significa que el capital se agote en la mera cosa, pues suponerlo así es parcializar en extremo la reflexión. El capital sólo sería cosa, y nada más que cosa, si fuese posible abstraer la riqueza de la forma en que esa riqueza ha sido obtenida. El capital resulta, además de instrumento, trabajo acumulado por los técnicos y obreros, es cierto, pero también por el empresario que carga sobre sus espaldas la tarea de crear nuevas riquezas, asumiendo el riesgo de la empresa y la producción.
José Antonio critica en el capital al capitalismo, sobreentendiendo que el capital merece someterse al trabajo por ser instrumental, en lo que lleva razón. Olvida, no obstante, que es ilegítimo deshumanizar al primero en beneficio del segundo, ya que la conclusión que habrá de extraerse estará viciada de nulidad, en tanto y cuanto el capital, visto desde una de sus propiedades esenciales, es trabajo.
José Antonio definió al trabajo como una función, sin que en la reivindicación de este último haya cedido a la tentación de convertirlo en una categoría fundante de la persona. Ahora bien, al defender la condición humana del trabajo y poner bajo el común denominador de lo humano al trabajo y la propiedad, José Antonio no sólo estaba descifrando las invariantes de su pensamiento social, sino que estaba planteando una diferencia básica entre capitalismo y propiedad privada.
Al pensar el problema del capitalismo en términos de beligerancia, cuando lo acometió, pues, fue para ver de qué manera era dable desmontarlo en sus tres manifestaciones -rural, bancario e industrial- sin detenerse ante la perspectiva de la reforma agraria, la expropiación o la nacionalización del crédito. Su idea del capitalismo rural es bastante pobre y no termina de entenderse si sólo considera capitalistas a esas ’’ciertas personas que no saben tal vez dónde están sus fincas, que no entienden nada de su labranza…” y que no obstante “tienen derecho a cobrar una cierta renta a los que están en esas fincas y las cultivan”[8], o a cualquier empresario que habiendo aportado el capital, inserte su actividad en el esquema dador de trabajo-tomador de trabajo. La clausura del capitalismo agrario le parecía a José Antonio una tarea fácil, que se reducía a dos pasos: declarar cancelada la obligación de pagar la renta y acometer la reforma agraria, que a su vez tendría “dos capítulos: primero, la reforma económica, segundo, la reforma social”.[9]
Determinadas las unidades económicas de cultivo -qué en eso consistía el paso inicial- había que instalar al pueblo español, “hambriento de siglos”, y trasladarlo a las tierras cultivables. José Antonio no ha explicado de qué manera se otorgarían esas unidades para su trabajo y cuál sería la relación jurídica de producción. Después de todo pensar la reforma agraria es más fácil que hacerla.
Seguidamente se le aparecía el capitalismo financiero al cual el fundador de Falange Española atacaba con el único instrumento que juzgaba efectivo para superarlo y que está condensado en el punto 14 de las Bases Programáticas en estos términos: “Defenderemos la tendencia a la nacionalización del servicio de Banca”. La crítica que endereza contra la banca privada parte de la base que favorece la concentración de empresas a través del uso del crédito. El proceso de monopolización de la economía que creyó ver José Antonio, en donde los bancos dinamizaban la existencia de grandes trusts empresarios a través del interés compuesto, créditos caros y plazos cortos para la pequeña y mediana industria, no pasó de ser una realidad fugaz que el capitalismo -todo lo inhumano que se quiera- supo remediar a tiempo, compatibilizando la existencia de empresas multinacionales, cuyos presupuestos son mayores a los de países enteros, con comercios e industrias de dimensiones irrisorias. Juan Velarde Fuentes, en un libro interesantísimo, dice que si José Antonio “habla como un hombre que se preocupa de que la renta nacional sea máxima, se equivoca. Como más bien creemos que se inclina por el primer punto de apoyo a la clase media, es acertada su petición que se nacionalice la Banca para terminar con tal estado de cosas”[10]. Pero ni siquiera así es válida la idea. La experiencia histórica demuestra que el monopolio del crédito en manos del Estado, por lo mismo que éste no tiene competidores ni debe rendirle cuenta de sus actos a nadie, es más opresivo que el régimen bancario privado. La defensa de la clase media tiene más posibilidades de prosperar a través de un programa de difusión y extensión de la propiedad que clausurando el desenvolvimiento de la banca privada y entronizando una burocracia estatal de banqueros. Tampoco tiene demasiada profundidad la crítica de José Antonio a la banca privada cuando sostiene que no es una relación justa la de la entidad crediticia que cobra más interés en sus préstamos que el que otorga a sus depositantes, ya que el spread entre tasas pasivas y activas es una conditio sine qua non de la estructura bancaria privada o estatal.
Por fin emergía el capitalismo industrial, cuya dificultad teórica de superación venía a facilitarse por el hecho de que España era entonces predominantemente agrícola. Es el mismo Marqués de Estella quien parece bendecir, como hecho táctico, la preponderancia agraria que facilita el proceso de desmonte del sistema capitalista. Su actitud respecto de las ventajas que tenía para la revolución el carácter embrionario del capitalismo industrial español es similar a la de Lenin, aunque, por supuesto, no son susceptibles de comparación los casos de Rusia y España.
José Antonio -como quedó expuesto- asume la complejidad enorme de trascender el capitalismo industrial allí donde éste haya arraigado, felicitándose de no tener ante sí esa tarea merced a la economía básicamente rural que existía en la península. Ello, sin embargo, no vela las consideraciones que hiciera sobre la empresa y la plusvalía, pues si la nacionalización del servicio del crédito era punto fundamental de la ortodoxia falangista, no lo era menos la reforma de la empresa y la asignación de la plusvalía “no al capitalista, no al Estado, sino al producto encuadrado en sus sindicatos”.[11] Aquí el Marqués de Estella daba crédito, por lo tanto, a la teoría de la plusvalía. Su aceptación plantea, en principio, una discusión acerca de su validez, ya que la plusvalía ha sufrido en el curso de la historia de la teoría económica ataques que le han sido enderezados desde distintos ángulos.
Hay una cierta evolución en el pensamiento de José Antonio en cuanto al problema de marras que implicaba, con todas sus consecuencias, la aceptación por parte de la Falange de la teoría del valor-trabajo enunciado por los economistas clásicos y desarrollado revolucionariamente por Carlos Marx. Dicha evolución se advierte, casi sin dificultad, entre la tesis antes enunciada según la cual la plusvalía sería asignada al productor, encuadrado en sus sindicatos, y la que el mismo José Antonio desenvuelve en la Cárcel Modelo, en mayo de 1936, cuyo sesgo estadista resulta notorio: “Creemos que la plusvalía de la producción debe atribuirse no al capital, sino al Sindicato Nacional Productor”.[12]
La pregunta clave de toda esta cuestión fue aquella que se planteó Marx en más o menos estos términos: es evidente que debe existir una mercancía que produce más valor, al propio tiempo que se la usa; ahora bien, ¿cuál es dicha mercancía? La respuesta se la sirvió Adam Smith y su ley del valor, en virtud de cuya necesidad el intercambio de las mercancías en el mercado depende de la cantidad social de trabajo que se les ha incorporado. La mercancía tratada no puede ser otra que la fuerza de trabajo humana. Hablar de plusvalía supone, necesariamente, entonces, definir la fuerza de trabajo como mercancía. Si una de las condiciones para que esto exista es la existencia de un trabajador capaz de ofrecer en el mercado su fuerza de trabajo, José Antonio ha sido claro al respecto diciendo que el liberalismo liberó en cierta medida a los hombres pero los dejó desamparados, a merced de la voracidad del capitalista. Desprovisto, a diferencia del aprendiz medieval, de todo instrumento de producción, el hombre -convertido en proletario- debe vender su fuerza a quien posee los medios de producción. Tesis, ésta, que aceptó el Marqués de Estella[13], suscribiendo -si bien no lo dice- la famosa enunciación de Carlos Marx acerca del aceitero al que deja de pertenecerle el valor de uso del aceite que vende, del mismo modo que el trabajo propiamente dicho deja de pertenecerle a su vendedor, el proletario, pasando a manos del capitalista[14] .
José Antonio no se adentró en los meandros de la plusvalía absoluta y relativa, ni hizo referencia al valor de uso y al valor de cambio, aunque aceptó, sin beneficio de inventario, la teoría de la plusvalía como algo evidente. Si siguió a Marx en todo su derrotero es imposible saberlo, aun cuando parece fuera de duda que no conoció la obra completa del filósofo de Treveris. En sus escritos, la palabra plusvalía no aparece en más de tres oportunidades, dando por sobreentendido su existencia. Así como el tema de la plusvalía va a servir de marco de introducción al marxismo para su análisis de la propiedad privada y del capitalismo, así, José Antonio enunciará, sin demasiadas precisiones, la necesidad de que la plusvalía le sea asignada al Sindicato Nacional Productor como resultado de la reforma de la propiedad capitalista de los medios de producción.
Fuera de lo dicho no existe otra obra –oral o escrita- de José Antonio, susceptible de ofrecernos unas pistas que nos sirvieran para develar la médula de su pensamiento. Es hora de reconocer que en ningún aspecto de su repertorio, tanto como en el económico, se percibe el carácter provisional e inacabado de sus conclusiones.
NOTAS AL CAPITULO
[1] O.C. pág. 495.
[2] O.C. pág. 560.
[3] O.C. pág. 560.
[4] O.C. pág. 496
[5] O.C. pág. 561.
[6] O.C. pág. 501.
[7] O.C. pág. 497.
[8] O.C. pág. 715.
[9] O.C. pág. 718.
[10] Juan Velarde Fuentes, “El nacionalsindicalismo 40 años después”, Madrid, Edit. Nacional, pág. 93.
[11] O.C. pág. 738.
[12] O.C. pág. 924.
[13] “Pues bien: Nosotros, que no cultivamos ninguna demagogia, podemos decir que la propiedad feudal era mucho mejor que la propiedad capitalista y que los obreros están peor que los esclavos. La propiedad feudal imponía al señor, al tiempo que le daba derechos, una serie de cargas: tenía que atender a la defensa y aun a la manutención de sus súbditos”. O.C., pág. 561.
[14] “… proletarios, es decir, hombres que ya vendieron su tierra y sus herramientas y su casa, que ya no tienen nada que vender, y como no tienen nada que vender, han de alquilar por unas horas las fuerzas de sus propios brazos…” O.C., pág. 876.
Fuente: Massot, Vicente, José Antonio un estilo español de pensamiento, Bs.As., Revista Moenia, 1982, pp. 119-134
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