Jean Sevillia

La intolerancia de los países protestantes

Junto con la Inquisición y la matanza de San Bartolomé, la revocación del edicto de Nantes pasa por uno de los principales crímenes cometidos en Europa en nombre del catolicismo. En un discurso pronunciado en la Unesco, el 11 de octubre de 1985, con ocasión del tercer centenario de la revocación, François Mitterrand hacía este comentario: «Cometimos el error de proclamar la libertad de conciencia sin abolir la religión de Estado». Pero en el siglo XVII nadie concebía una religión que no fuera religión de Estado. En contra de lo que se suele creer, tampoco los reformados. El caso de Pierre Bayle queda aparte. Sucesivamente calvinista, católico, y de nuevo protestante, este filósofo francés, exiliado en Rotterdam, se convirtió en apóstol de la tolerancia dogmática, pero sus posturas le hicieron reñir precisamente con los calvinistas, en especial con Pierre Jurieu. Este último, pastor francés afincado también en Rotterdam, consejero de Guillermo de Orange y agente de Inglaterra, publicó después de la revocación unos textos de increíble violencia en contra de Luis XIV, en los que mandaba a todos los papistas al fuego eterno.

¿Qué historiador pintará un cuadro completo de la suerte deparada antaño a los que no compartían la religión oficial en los países protestantes?

En Alemania, en 1555, la paz de Augsburgo autoriza dos religiones: el catolicismo y el luteranismo. Lo que significa que el calvinismo está prohibido en todas partes. En virtud del principio Cujus regio, ejus religio, que obliga a adherirse a la religión del príncipe, los que no quieren renunciar a su culto deben emigrar. En Prusia, habrá que esperar hasta el año 1821 para que el catolicismo tenga una existencia legal. Por esta fecha, sin embargo, los católicos quedan excluidos de la función pública, del cuerpo de oficiales y de las cátedras de la Universidad, y no tienen derecho a fundar colegios. Una vez al mes, los soldados católicos deben asistir a una predicación protestante. En 1837 y 1838, dos arzobispos que protestaban contra la discriminación de la que eran objeto sus fíeles son encerrados en calabozos. En 1878, el Kulturkampf de Bismarck condena al exilio o a la prisión a los obispos y sacerdotes. Habrá que esperar al siglo XX para que los católicos prusianos no sean considerados como ciudadanos de segunda categoría.

En 1536, Christian III, rey de Dinamarca, obliga a todos los habitantes de su reino a convertirse al luteranismo. Encarcela a obispos y sacerdotes, y confisca los bienes de la Iglesia. En 1624 se promulga la pena de muerte para todo sacerdote católico hecho prisionero en el país. En 1683 los bienes de los daneses convertidos a la religión romana son requisados, y se les retira el derecho de testar. Estas medidas seguirán siendo válidas hasta 1849. Suecia y Noruega, reunidas durante mucho tiempo bajo la corona de los reyes de Dinamarca, han practicado la misma política. Hasta 1815, todo sacerdote católico sorprendido en territorio sueco se arriesga a ser condenado a muerte. Hasta 1860, todo sueco que abjure de la religión oficial incurre en pena de exilio y de confiscación de sus bienes. En Noruega, las leyes discriminatorias en contra de los católicos sólo serán abolidas en 1891.

En Ginebra, la legislación impuesta por Calvino, en 1537, condena a muerte a todo hereje (es decir, católicos y luteranos), del mismo modo que a los blasfemos o adúlteros. Una verdadera policía de costumbres investiga a domicilio, controlando la fe y la vida privada de los habitantes. En 1547, el libertino Gruet es torturado mañana y tarde, durante un mes, antes de ser decapitado, y su cabeza queda expuesta muchos días en la picota. En 1553, Miguel Servet, médico español, es quemado por haber negado el dogma de la Trinidad: Calvino asiste a su suplicio. Este mismo Calvino publica en 1554 un tratado en donde justifica la pena de muerte impuesta a los herejes. Hasta finales del siglo XVIII, ningún católico podrá vivir en el territorio de Ginebra, a menos que sea criado u obrero por un tiempo limitado, y ninguno puede ser propietario. Sólo en 1797 será abolida la legislación que castiga con la muerte la celebración de la misa.

A mediados del siglo XVI, los Países Bajos engloban el actual reíno de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y el norte de Francia. En 1556 pasan a ser dominio de España. Las siete provincias del norte, en las que el calvinismo ha entrado, se sublevan y constituyen un Estado distinto, la Unión de Utrecht (1579), que luego se convierte en república de las Provincias Unidas. En 1581, el estatúder Guillermo de Orange prohíbe el ejercicio público del culto católico. En 1610, el 20% de los habitantes de las Provincias Unidas son calvinistas. En 1700, su proporción alcanza del 80% al 90% de la población: el catolicismo ha sido eliminado.

En Inglaterra, el anglicanismo se convierte en religión de Estado en 1534. Enrique VIII impone su reforma a costa de centenares de víctimas colgadas o destripadas —cardenales, arzobispos, obispos, abades, monjes y seglares—. Tomás Moro y John Fischer figuran entre los mártires de esta época. A partir de 1558, bajo el reinado de Isabel I, se recrudecen las persecuciones en contra de los católicos. Los bienes de las familias que no han emigrado son requisados, los sacerdotes condenados a la clandestinidad, los fieles obligados a asistir a los oficios anglicanos. Jesuítas llegados del continente llevan misiones secretas, con —aquí también— su lote de mártires como Edmund Campion, ejecutado en 1581. En 1970, Pablo VI canonizó a 40 mártires de la Reforma inglesa, y Juan Pablo II beatificó a otros 85 en 1987. Bajo Jacobo I, en 1605, los perseguidos organizan la conspiración de la pólvora, con el objeto de hacer saltar el Parlamento y matar al rey. El fracaso de la operación agrava la persecución. Cromwell, que proclama la república en 1649, practica una política violentamente anticatólica. Bajo Carlos II, en 1673, el Test Act excluye a los católicos de la Corte y del Parlamento, imponiendo a todos los titulares de oficios públicos la firma de una declaración en contra del dogma de la transubstanciación. En 1678, falsamente acusados de complot, los católicos son víctimas de una caza de brujas: 2.000 fieles son encarcelados en Londres. Bajo Guillermo III, los católicos tienen prohibida la estancia en la capital y en un radio de diez millas alrededor. Es la época en la que John Locke, conocido por ser uno de los padres del liberalismo, publica sus célebres Cartas sobre la tolerancia (1689): allí promueve la indulgencia hacia los protestantes no anglicanos, pero se la niega a los «papistas». En 1714, el elector de Hannover accede al trono de Inglaterra con el nombre de Jorge I. A propósito de este rey, el filósofo Leibniz escribía a uno de sus corresponsales: «Usted sabe que todo el derecho, de nuestro príncipe [el elector de Hannover] sobre el reino de Inglaterra está basado en el odio y la proscripción de la religión romana en este reino».

En 1713, en el tratado de Utrecht, la Acadia —provincia del Canadá francés— es atribuida a los ingleses. En 1749, siendo católicos sus habitantes, se niegan a prestar juramento de fidelidad al rey de Inglaterra. En 1755, las autoridades británicas deciden que se les retire todo derecho a vivir en su tierra y 10.000 acadios, hombres, mujeres y niños, una vez confiscados sus bienes, son deportados a la Luisiana. Es la «gran tribulación», una operación jamás vista desde la Antigüedad.

Solamente a partir de 1778 los católicos ingleses obtienen libertad de culto y derecho a heredar. Deben esperar hasta 1793 para beneficiarse de la plenitud de derechos civiles, y a 1829 para el pleno reconocimiento de derechos políticos. Hasta 1850, les era imposible el acceso a las universidades. En este mismo año 1850, se restablecer la jerarquía católica en Gran Bretaña. Los legados por testamento para mandar celebrar misa seguirán siendo ilegales en el Reino Unido hasta 1919.

¿E Irlanda? Bajo la férula británica, la población católica de este país pobre vive bajo un régimen de opresión, despojada de sus derechos civiles y de sus propiedades, escapando de la hambruna sólo con la emigración. En 1649, bajo Cromwell, 40.000 víctimas son asesinadas o vendidas como esclavos en Drogheda y en Wexford. En 1687, el inglés William Petty propone un plan de deportación de toda la población irlandesa, que no se aplicará pero que posiblemente haya servido de modelo para expulsar a los acadios. Los católicos irlandeses tendrán que esperar hasta el año 1829 para tener derecho a acceder a los cargos públicos y a ser elegidos. El derecho de propiedad sólo se les devolverá en 1872.

A pesar de todo, se lee y se oye decir que Inglaterra, los Países Bajos o los países escandinavos, porque son de cultura protestante, han sido en su origen focos de tolerancia y de libertad de pensamiento, al contrario del muy católico reino de Luis XIV… La verdad de la historia de Francia es ésta, resumida por François Bluche: «Si los protestantes hubieran ganado, no les hubiera causado ningún remordimiento el convertir a los católicos por la fuerza».[i]

NOTAS:

 

Fuente: Sevillia, Jean, Históricamente incorrecto, Dermus, 2003 (Kindle)

 

[i] Famille Chrétienne, 9 de abril de 1998




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