Historia de los argentinos

Historia de los argentinos (fragmentos)

Potencial de América

América había crecido considerablemente en los últimos años. Brasil tenía 10.000.000 de habitantes, México era el país más poblado de la América española, Colombia frisaba los 3.000.000 de habitantes, Perú tenía 2.600.000, Chile 2.000.000 y Venezuela 1.800.000. La República Argentina apenas igualaba las cifras de este último Estado al promediar la década del 60. El aporte inmigratorio recién empezaba a hacerse sentir y por lo tanto nuestro país era uno de los menos poblados de América. También la vida económica de estas naciones había tomado cierto vuelo. Chile comenzaba su desarrollo minero. Perú vivía del guano, Colombia comenzaba su desarrollo cafetero, Paraguay exportaba bajo monopolio estatal tabaco y yerba mate. La producción agropecuaria argentina estaba todavía centrada en la exportación de productos del ganado bovino y ovino. América latina era en su totalidad exportadora de materias primas cuyo principal comprador era Gran Bretaña. Los intereses e influencias de los Estados Unidos, eran variados según las regiones del continente y se debilitaban hacia el extremo sur, en tanto que el desarrollo industrial francés daba lugar a un marcado acrecentamiento de sus relaciones comerciales con América latina.

El hispano americanismo de las naciones del Pacífico

Hacia 1856 y a causa de las actividades del pirata Walker en América Central, se firmó un Tratado Continental entre Perú, Chile y Ecuador, tendente a fomentar la unión hispano-americana y a enfrentar la agresión europea. Cuando en 1861 los dominicanos decidieron reincorporarse a España, Bolivia se incorporó al Tratado, y sus firmantes convinieron en promover una gran alianza latinoamericana a través de un Congreso que se reunió en Lima, al que concurrieron aparte de las naciones ya nombradas, Venezuela, Colombia y Guatemala. Los organizadores excluyeron expresamente a los Estados Unidos:

Nada político —explicaba el boliviano Medinacelli— era mezclar en el asunto a la América Inglesa cuyo origen es distinto, cuyos intereses son igualmente distintos y, quizás, opuestos a los nuestros, cuyo poder colosal sobre todo, es terrible. ¿A qué mezclar al fuerte, cuando se trata de asociar a los débiles para que dejen de serlo?[4]

Identificación con Europa y repudio del panamericanismo

La alianza estaba dirigida a contener a Europa y cuando el gobierno argentino recibió la invitación la rechazó, (noviembre de 1862), afirmando que respondiendo el proyectado Congreso a un antagonismo hacia Europa, el mismo no era compartido por el gobierno argentino, pues la República estaba identificada con Europa en todo lo posible.

Además de esta respuesta oficial, podemos juzgar la posición argentina a través de las cartas personales en que Mitre censuró a Sarmiento su participación en el citado Congreso a título personal. Tras calificar al Congreso de pamplina, señalaba que se había invitado al Brasil y excluido a los Estados Unidos, sin los cuales frente a Europa “nada podía hacerse, al menos en los primeros tiempos”. Luego, examinando el americanismo como doctrina decía:

… la verdad era que las repúblicas americanas eran naciones independientes, que vivían su vida propia, y debían vivir y desenvolverse en las condiciones de sus respectivas nacionalidades, salvándose por sí mismas, o pereciendo si no encontraban en sí propias los medios de salvación. Que era tiempo que ya abandonásemos esa mentira pueril de que éramos hermanitos, y que como tales debíamos auxiliarnos enajenando recíprocamente hasta nuestra soberanía.

Que debíamos acostumbrarnos a vivir la vida de los pueblos libres e independientes, tratándonos como tales, bastándonos a nosotros mismos, y auxiliándonos según las circunstancias y los intereses de cada país, en vez de jugar a las muñecas de las hermanas, juego pueril que no responde a ninguna verdad, que está en abierta contradicción con las instituciones y la soberanía de cada pueblo independiente, ni responde a ningún propósito seño para el porvenir.

Y tras afirmar que era una “falsa política americanista que está muy lejos de ser americana” agregaba:

Pretender inventar un derecho público de la América contra la Europa, de la república contra la monarquía, es un verdadero absurdo que nos pone fuera de las condiciones normales del derecho y aun de la razón?[5]

Si la posición del Congreso Americano, según Medinacelli, es el antecedente de un americanismo sin los Estados Unidos, que tomó impulso en este siglo después de la diplomacia del big stick de Teodoro Roosevelt, la posición de Mitre, que en su fondo es eminentemente pragmática, también refleja varias constantes de la política exterior argentina: en primer lugar subraya el predominio de la relación Argentina-Europa, que va a mantenerse sin interrupción desde su gobierno hasta el de Yrigoyen en el plano político y casi permanentemente en el plano económico, aunque desde la Primera Guerra Mundial acrecerá la relación con los Estados Unidos en detrimento paulatino de las potencias europeas. Pero no se agota ahí la posición de Mitre, al desahuciar al americanismo como forma de acción política común y formular el principio de “bastarse a sí mismos” y auxiliarse según “las circunstancias y los intereses de cada país”, estaba afirmando una verdadera autarquía nacionalista -que enraíza en el particularismo de la praxis federal- antecedente cierto del futuro aislacionismo argentino frente a las demás naciones americanas y uno de los elementos integrantes de la “política de no intervención” defendida por nuestra cancillería en este siglo.

Identificación con Europa y autarquía nacionalista no eran, al parecer de Mitre, términos incompatibles. Los países americanos no podían ofrecer por entonces nada concreto al interés argentino, mientras que Europa era la fuente de su comercio, de los capitales, de los inmigrantes que el país necesitaba y de la cultura que practicaba. Y en la opción práctica que realizaba parecería que Mitre intuía otra constante de la política americana -la acción común del “grupo del Pacífico”- cuando hacía referencia en otra parte de los documentos citados a la necesidad del apoyo norteamericano para una “política del Atlántico”.

Conforme a este planteo, y teniendo presente las dificultades crecientes de la situación uruguaya, complicada por la intervención del Brasil y Paraguay, Mitre se desentendió de la guerra que como consecuencia de la ocupación de las islas Chinchas y el bombardeo de Valparaíso por la escuadra española, se desató entre Chile y Perú por un lado y España por el otro. No terciaron en el conflicto los demás participantes del Congreso Americano, lo que en cierto modo ratificó la opinión de Mitre sobre la inoperancia del americanismo que, según él, ya se había manifestado en el caso de las Malvinas, en la agresión anglo-francesa contra la Confederación, en la intervención francesa en México y en el incidente entre Paraguay y Gran Bretaña.[6]

 

Fuente: Floria, Carlos Alberto y César A. García Belsunce, Historia de los argentinos, Bs.As., Editorial El Ateneo, 2014, pp. 576-579

 

NOTAS:

[4] Citado por J. Pérez Amuchástegui en Más allá de la crónica en la revista “Crónica Argentina” N° 52, pág. LIV.

[5] Correspondencia Sarmiento-Mitre, ob.cit. págs.. 347 y 350.

[6] No sería pecar de suspicaces suponer que también influyó en la neutralidad de Mitre en ese conflicto, el hecho de que los países que participaban en la “política del Pacífico” eran, precisamente, aquellos que en el plano interno mantenían una política adversa al movimiento liberal que se iba imponiendo en el continente y del que Mitre participaba. Este hecho pudo haber formado parte de “las circunstancias y los intereses” considerados. Lo exponemos como una simple hipótesis.




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