Vicente

En búsqueda de mayoráis parlamentarias por Vicente Massot

La euforia que embarga hoy al oficialismo es contagiante. El alcance de su espectacular triunfo en el último domingo de octubre ha llegado a todos los rincones políticos del país de los argentinos.

Ha sido tal la contundencia de la victoria electoral que nadie —ni siquiera sus opugnadores más acérrimos— ha podido hacerse el desentendido.Todos, en mayor o menor medida, están obligados a recalcular sus estrategias de cara a los dos años que faltan para que la gestión libertaria llegue a su fin. Con la particularidad —en extremo favorable a Javier Milei y los suyos— de que el gobierno podrá manejarse a sus anchas durante todo 2026. La razón salta a la vista sin que deba ahondarse demasiado en la búsqueda: no habrá elecciones de ningún tipo y por lo tanto —a diferencia de lo que sucedió este año y volverá a ocurrir en 2027— todas las energías estarán orientadas a la puesta en marcha de las reformas estructurales.

No ha sido fruto de una casualidad el que, a finales de la semana pasada, dos gobernadores —el de la provincia de Chubut, Ignacio Torres, y el de la de Catamarca, Raúl Jalil— hayan dado inicio a la ronda de conversaciones, y sobre todo de negociaciones, con el flamante ministro del Interior.

Ayer el invitado a la Casa Rosada fue el mandatario mediterráneo, Martín Llaryora, y mañana le tocará el turno al salteño Gustavo Sáenz. Demás está decir que luego seguirá el resto, con la sola excepción de los kirchneristas que gobiernan las provincias de Formosa, Buenos Aires, La Rioja y Tierra del Fuego. La finalidad de los encuentros tampoco es difícil de descubrir: la administración mileísta buscará sumar apoyos para así conseguir los votos necesarios para aprobar, a partir del 10 de diciembre, el Presupuesto y las reformas sustantivas en materia penal, laboral y tributaria.

En Balcarce 50 saben que el mejor momento para poner manos a la obra y llevar al Congreso los temas más polémicos es este. Pegar cuando aún se hacen sentir fuerte las consecuencias de los comicios substanciados hace dos semanas es algo que sabe cualquier mortal, sin necesidad de explicaciones ulteriores. Con base en tamaño éxito en las urnas y frente a la inexistencia de enemigos poderosos en el horizonte, la oportunidad no se puede desaprovechar. Por esa razón, la orden que ha bajado desde la Presidencia ha sido en extremo clara: no hay que perder un solo minuto.

Si para muestra vale un botón, conviene analizar la decisión que acaba de tomar el Frente Renovador de la Concordia —que gobierna la provincia de Misiones desde hace 20 años—a instancias de su jefe indiscutido, Carlos Rovira. Le mandó al actual gobernador a proclamar en público, Oscar Herrera Ahuad, que no se podía echar en saco roto el clamor de la gente, expresado en la reciente votación.

En consecuencia, los cuatro diputados que le responden se alinearán con La Libertad Avanza de ahora en adelante. El salto de garrocha de los misioneros hacia las tiendas mileístas no es un caso aislado ni debe tomarse a la ligera. Da toda la impresión de que son multitud los que desean ocupar un lugar bajo el sol libertario. De esto —como no podía ser de otra manera— se han dado cuenta los dos presidentes de las bancadas del kirchnerismo — Germán Martínez, en la Cámara de Diputados, y José Mayans, en el Senado. Por estas horas, uno y otro intentan, de forma desesperada, evitar las fugas que todos prevén. Su intención es mantener la unidad al menos hasta que concluya el año. Tarea de suyo complicada, en atención a la estrategia de seducción enderezada por el oficialismo con no pocos gobernadores de origen peronista.

La ley de leyes —léase Presupuesto— seguramente pasará el examen antes de las Navidades. Distinto se presenta el caso de la reforma más peliaguda que está en carpeta. Poner en caja a los sindicatos y reformular los presupuestos de la legislación del trabajo es cosa bien difícil de lograr. Basta desandar nuestra historia, desde 1945 a la fecha, para darnos cuenta de qué tan hondas son las raíces que se desea desenterrar. No hubo un solo gobierno que quisiera avanzar enserio respecto de ese tema crucial.

La jugada más osada la ensayó Raúl Alfonsín ni bien se hizo cargo del poder en 1983, y fue sepultada en la cámara alta por el conjunto de los senadores justicialistas y el voto decisivo del neuquino Elías Sapag.

Ninguno de los antecesores de Milei ha querido llevar adelante una reforma de este tipo. El libertario, en cambio, sabe de la necesidad imperiosa de ejecutarla. Sin embargo, en torno al oficialismo han comenzado a sentirse presiones sobre la dimensión que la reforma debería tener.

El sindicalismo —que ha visto pasar los más diferentes gobiernos y ha logrado mantenerse a flote conservando unas prerrogativas que han transformado en multimillonarios a sus dirigentes— no se ha quedado quieto. A pesar de sus luchas internas, sabe que si prevaleciese la postura de máxima —sostenida por Federico Sturzenegger— sus días estarán contados.

Eso llevó a que se acercaran a Balcarce 50 con la intención de negociar una versión edulcorada de la reforma. Incluso cuentan con el apoyo de una parte de la UIA que —contra lo que muchos podrían suponer— ha sido una aliada fiel de los Gordos en más de una oportunidad.

¿Qué es lo que está en juego? —Básicamente, tres aspectos fundamentales: 1) qué principio primará en las negociaciones colectivas, si el vigente —por rama de producción— o podrá abrirse paso la negociación por empresa; 2) si seguirán siendo obligatorios los aportes y la cuota solidaria, y 3) si se suprimirá la ultra-actividad (los convenios tienen un tiempo de duración y si no se producen cambios se mantiene el que se halla en curso).

La duda está centrada en cuánto estarán dispuestos a avanzar los diputados y senadores que responden a mandos peronistas en las provincias si el proyecto gubernamental es marcadamente rupturista.

En el transcurso de las semanas por venir se conocerá el libreto oficialista, lo que dará comienzo a una batalla que la administración libertaria librará en diversos frentes contra el gremialismo y la flor y nata del kirchnerismo parlamentario. Si la posición del Ejecutivo termina siendo la de máxima, asistiremos a una puja de voluntades inédita, pues se hallará en disputa el núcleo duro del poder sindical.

Hasta la próxima semana.




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