Andrés Berazategui – Influencia exterior en el conflicto de Yemen
Introducción
En este trabajo se expondrá la influencia que existe -y que se ha hecho militar desde la intervención de un conjunto de actores- en la guerra civil que se está llevando a cabo en el Estado de Yemen. Para tal motivo, luego de realizar una ubicación del conflicto en cuanto a su desarrollo temporal y de los principales actores intervinientes internos y externos, se ampliará lo que concierne a éstos últimos.
Además de exponer los actores se delineará lo que moviliza a cada uno de ellos distinguiendo qué factores hacen que éstos puedan llevar a cabo sus acciones, contando (como cuentan) con ciertos apoyos que se generan dentro de las fronteras de Yemen. En este caso es claro que se hará una referencia al factor religioso, muy importante en este escenario. Para finalizar, luego de ubicar cada uno de estos temas, se establecerá una conclusión que tome en cuenta las últimas informaciones que llegan a partir de los medios de comunicación y las agencias de noticias.
Ubicación del conflicto
La guerra civil del país en cuestión nace como desenlace de las protestas que se iniciaran en el año 2011 (plena “primavera árabe”) por parte de los opositores al régimen del entonces presidente Alí Abdulahh Saleh. En enero de aquel año comenzarían a manifestarse primero pacíficamente, pero luego cada vez de manera más activa y violenta. De todos modos esto no debe interpretarse con un enfrentamiento tan lineal ni tan simple. En efecto, a lo que en su inicio se debió a un típico enfrentamiento político interno de facción, se sumaron otros de tipo religioso, tribal, históricos (el separatismo del sur) como así también actores exteriores. El inicio de las protestas contra el régimen abrió las compuertas para todos estos problemas que se hallaban latentes y se desbocaron hasta degenerar en una abierta guerra civil entre varias partes.
Si bien las protestas finalmente lograron hacer renunciar al presidente Saleh en enero de 2012, este hecho no terminaría, ni mucho menos, con la inestabilidad política y social de Yemen. Al contrario, al tomarse la renuncia como debilidad del régimen imperante, varios actores vieron su momento para actuar y torcer el destino del país en propio beneficio. Así tribus del norte pro-Saleh, otras enfrentadas a él, grupos fundamentalistas, señores de la guerra, separatistas del sur, comenzaron a enfrentarse hasta llegar a un punto de no retorno. Habida cuenta de que el país se caracteriza por un altísimo índice de portación de armas en la población, la guerra civil estaba a las puertas.
En Yemen, a grandes rasgos, pueden distinguirse factores propiamente internos a la hora de ubicar a los actores, como también otros muy ligados a cuestiones externas. Dentro de los primeros podrían ubicarse los tradicionales clanes tribales, en particular los de norte del país que, según una política típica de alianzas familiares y de palabra (tal como ocurre con ese tipo de actores sociales), sólo contingentemente sufren influencia exterior. Por otro lado los separatistas del sur, enfrentados desde hace décadas (el país se unificó recién en 1991) contra los clanes del norte. Esos separatistas están lejos de ser un actor homogéneo y los caracteriza el ser más proclives a Occidente, a la secularización y al alejamiento de las tradiciones del país, más arraigadas en el norte.
Por otra parte cabe destacar la religión como un factor catalizador fundamental que hace las veces de correa de transmisión de actores externos que aprovechan esto para la proyección de su influencia política en el territorio yemení. Pero no nos adelantemos. La situación concreta del país es hoy de guerra civil con intervención militar extranjera. Esto porque una coalición de países casi todos árabes, con apoyo occidental, ha comenzado pocos meses atrás a operar mediante bombardeos aéreos a posiciones de los insurgentes hutíes.
Pasando en limpio: un país débil económicamente está sumido en una guerra civil entre varios actores. Por una lado se encuentran los hutíes, que derrocaron del poder al presidente Saleh y, luego de la toma de la capital Sana, al presidente que lo sucedió al-Hadi, quien se encuentra como presidente sólo de nombre. Por otra parte los leales al ex presidente Saleh, que cuenta con buena parte del ejército aún leal. También intervienen en el conflicto grupos separatistas del sur y diversos grupos religiosos fundamentalistas, que operan principalmente en el centro y centro norte del país. Como ya se dijo, actores externos tienen un interés especial a la hora de ser tratados aquí y debemos destacar dos: Arabia Saudita e Irán. Pero primero veamos el factor religioso tal como se mencionara más arriba para recién luego puntualizar lo que les cabe específicamente a esos Estados.
El factor religioso: enfrentamiento sunni-shií
Si hay un factor importante que tomar en cuenta a la hora de analizar el conflicto (Morcillo, 2015) es sin dudas el religioso. La religión es un factor importante de relacionamiento en actores distantes y esto potencia la intrusión de actores externos en el Estado de Yemen. Como se dijo con anterioridad, es un catalizador que transmite política de otros Estados a partir del apoyo, financiamiento y la semejanza con otros sectores análogos religiosos.
Por lo pronto, ubiquemos los sectores dentro de Yemen. Por un lado la mayoría sunni y por otro la minoría (que no es tan minoritaria, valga la redundancia) de origen shií. Estos sectores islámicos no están en teoría tan enfrentados entre sí históricamente dado que la rama shií de Yemen (la zaydí) es la más proclive al acercamiento con la sunní. También existen, como hechos sí muy minoritarios pero altamente importantes, el salafismo (radicalización “puritana” del islam), agrupaciones ligadas a Al Qaeda y desde hace poco Estado Islámico, que ha anunciado la creación de un “califato” en este país.
Un hecho importante a tener en cuenta y que se liga al tema central de este trabajo, es el rol que cabe a otros países con relación a estos sectores. En principio, el salafismo y otros grupos menores llegaron a Yemen de la mano del apoyo y el financiamiento de los saudíes. Recordemos que si bien en Yemen la mayoría es sunní, no son del mismo tipo que los de Arabia Saudita. Como manera de tener presencia en tan importante espacio, los saudíes fueron financiando y proyectando influencia a partir de las madrasas (escuelas religiosas) y otras instituciones afines al wahabismo.
Por su parte, si bien la relación de los zaydís shiíes era buena con los sunnitas del lugar, no dejaban de tener una importante referencia en Irán, la gran potencia shií del mundo. Es a partir de este tipo de afinidades religiosas sobre las que se van a vertebrar las alianzas y apoyos de Arabia y los persas dentro de Yemen.
Indudablemente, para que ambos Estados movilicen esfuerzos, financiamiento y, como ahora en el caso de Arabia Saudita, fuerte compromiso militar, se debe buscar una interpretación estratégica que encuadre el conflicto. ¿Es posible esto o es un problema interno y los apoyos sólo son por “solidaridad confesional”? Evidentemente si estamos hablando de intervención militar, hay que mirar desde una óptica más amplia. Temas de seguridad, estrategia y geopolítica, entonces, vienen al caso.
Se debe señalar ahora que esto puede encuadrarse como parte del conflicto estratégico que en la región del cercano y medio Oriente tienen Arabia Saudita e Irán, quienes encuentran en la religión el proyector de influencia y poder más útil. En efecto, la religión concita solidaridad, afinidad íntima en las personas creyentes; puede proveer organizaciones verticalistas y homogéneas a la hora de actuar en un terreno distante, al tiempo que permite tener llegada a nivel masivo traspasando incluso límites de clases sociales (concepto más ligado a una visión economicista propia del occidente secular que de la zona en cuestión).
El cercano y medio Oriente se ha transformado en un tablero de ajedrez con sus dos actores principales, donde cada uno tiene o bien sus Estados o bien sus sectores religiosos aliados. En el caso de los Estados que se suman, no sólo hay que incluir a los de la región sino también a actores lejanos, como queda evidenciado en el caso de los apoyos que recibe la coalición liderada por Arabia Saudita, cuya operación militar (Tormenta Decisiva) fue apoyada tanto por los Estados Unidos como por Inglaterra y Francia.
¿Cuál es la presencia a nivel religioso con que pueden contar como apoyo los saudíes y los iraníes, si es que tal cosa fuera posible, en el tablero en cuestión? ¿Cuál es la presencia shií en ese tablero? Particularmente interesa este caso al ser Irán un país no limítrofe y poco cercano a Yemen, a diferencia de Arabia Saudita que se encuentra en el límite norte.
Veamos una serie de datos acerca de la presencia del shiísmo en la región que ilustra con claridad la potencialidad de la presencia iraní, aunque inmediatamente hagamos un comentario sobre la homogeneidad de estos datos. Veremos que la cuestión no es tan lineal ni tan simple (Bokhari, 2015).
Irán 90-95%
Azeirbaiyán 65-75%
Bahrein 65-75%
Irak 65-70%
Líbano 40-50%
Yemen 35-40%
Kuwait 20-25%
Siria 15-20%
Afganistán 10-15%
Pakistán 10-15%
Turquía 10-15%
Arabia Saudita 10-15%
Qatar 10%
E. A. U. 10%
Omán 5-10%
Si se sostiene que la cuestión no es tan simple es porque a primera vista podría suponerse una homogeneidad entre ambos “campos” religiosos. Pero la realidad está lejos de eso. Como se sabe, el islam posee varias ramas que, aún en el caso de pertenecer a una y otra de las principales, se encuentran diferencias a veces muy importantes. Esto es particularmente cierto en el caso del wahabismo, rama del mayoritario sunnismo, pero considerada impura por la mayoría sunni e incluso herética. En el caso del caso del shiísmo la problemática se refiere a la densidad poblacional que profesa su adhesión. En el caso iraní es claramente mayoritaria, al punto de que el shiísimo duodecimano es la religión oficial del Estado persa. Pero en general suele ser minoritario aunque, como vemos en el cuadro, posee distribución despareja.
Ahora bien, como además de la cantidad lo que suele importar es la calidad, también hay que precisar que a veces siendo minoritaria una religión, bien puede estar bien ubicada en cuanto al lugar. Esto ocurre en el caso de Siria de manera visible, donde la rama alauita shií es una exigua minoría pero conforma gran parte de la aristocracia y de la alta oficialidad del ejército, sin contar con que el actual gobierno del partido Baath está conducido por creyentes alauitas (Assad lo es incluso). Lo que se desprende de la presencia del islam en sus diferentes ramas, y la importancia que ésta constituye para ambos Estados en la proyección de sus políticas exteriores, es que en la región son de hecho un factor muy importante. Una de las cosas que hay que resaltar es que a diferencia del mundo occidental, los países de la región no han tenido en sus sociedades un nivel generalizado de secularización semejante al de Europa y América. Si bien es verdad que una característica fundamental de la secularización -la disociación del ámbito político del religioso- sí ha tenido lugar en algunos Estados como Siria y Líbano, a nivel social la religión sigue siendo un factor muy importante de cohesión.
No sólo eso, además hay que agregar un proceso que se viene dando desde no muchos años: el despertar del mundo árabe en general y la emergencia de un islam turbulento (Brzezinski, 2005, p. 69-82). Varios son los factores que explican esto, entre los que cabe explicar fundamentalmente tres. La caída de la Unión Soviética, que sirvió para “liberar” tensiones latentes referidas a defensas identitarias étnicas y religiosas; el avance de la globalización como proceso no sólo económico sino también de proyección de valores occidentales modernos (primacía del individuo, secularización, racionalismo). Por último, difusión de información (en particular de “lo que pasa en Occidente”) y redes sociales en amplios sectores de la población.
Cada uno de los tres fenómenos antes mencionados ha jugado un rol muy importante en la catalización de procesos políticos en el no-occidente. En la región que estamos analizando los tres han actuado potenciándose y no era raro que ocurriera un proceso general de protestas y levantamientos, como el que finalmente se dio con la denominada “primavera árabe”. Cabía esperar, además, que ante tanta inestabilidad, determinados actores estatales quisieran llevar agua a su molino, coincidiendo con lo que aparenta ser un corrimiento del eje del decisionismo político global. Se percibe que el baluarte del proceso de la globalización, los Estados Unidos, ya no puede quedar como superpotencia hegemónica capaz de dirigir al mundo por sí sola. O necesita colaboradores regionales, o incluso podría dejar espacios de cierta autonomía, donde cabría esperar la aparición de nuevas potencias regionales.
Este parece ser el problema de trasfondo en el conflicto que se da en Yemen analizándolo desde un marco más amplio: la competencia entre dos Estados que pretenden transformarse cada uno en “el” actor fundamental con relación a la seguridad y estabilidad para la región más conflictiva del mundo, la que Zbigniew Brzezinski (1998, p. 129-140) denominara “Balcanes eurasiáticos”. Analicemos entonces cada actor y sus aliados.
Arabia Saudita
Lo que salta inmediatamente a la vista cuando uno ve un mapa de Yemen, es que evidentemente Arabia se mostraría interesada en intervenir en sus asuntos teniendo en cuenta que prácticamente toda su frontera sur es compartida con ese país. Una cuestión elemental de no querer sufrir las inestabilidades de un vecino atomizado se presenta como un desafío que necesariamente mueve a Riad a tomar cartas en el asunto. Más cuando este vecino ocupa un lugar tan importante a nivel transporte de petróleo y cercano al accionar de la piratería más importante del mundo.
Es por eso que se entiende que los saudíes desde siempre tuvieran alguna que otra influencia en la política de Yemen, ya apoyando a algún presidente como Saleh, ya financiando grupos religiosos salafistas. Dentro del cuadro de la estabilidad de la península arábiga Yemen siempre fue el eslabón más débil. Su pobreza estructural, sus conflictos políticos separatistas sin solucionar y una legitimad institucional insuficiente basada en parte en alianzas tribales, hicieron de este país el caldo de cultivo para la aparición de polarizaciones de todo tipo.
Dentro de una perspectiva más amplia, Yemen se transformó en el escenario de la disputa regional antes mencionada. Ante el ascenso de un Irán estable, asertivo y cada vez más “ejemplo” para los musulmanes de la región (incluidos sunnis), y una Siria que crecía en poder y estabilidad siendo potencialmente aliada a los persas (recordar que su dirigencia es en buena parte shií), era inevitable que Arabia Saudita tomara las riendas con una política exterior más proactiva.
Para llevar a cabo sus propósitos cuenta con recursos y aliados importantes. Su producción de petróleo es vital para Occidente y la ubicación en la tierra donde predicó Mahoma –con la fuerte carga simbólica que esto representa– la posiciona fuertemente de cara a todo el mundo musulmán. Este factor sin embargo tiene su contra, como se verá. Principalmente por el tema del petróleo cuenta con aliados occidentales de fuste, los Estados Unidos particularmente. El ingreso que le genera dicho hidrocarburo le ha permitido invertir enormes sumas en el presupuesto de defensa estando Arabia Saudita entre los diez principales países del mundo en la escala de presupuesto militar.
Se ha tratado el tema religioso. En este caso la política de los saudíes es menos fácil de lo que parece. Hay que tener en cuenta que, como se dijo más arriba, este Estado tiene como religión oficial un sector del islam harto minoritario del sunni, e incluso tomado por hereje por gran parte del mundo musulmán. Además, aún en el caso de que así no fuera, el sunnismo está más atomizado de lo que parece. Difícilmente pueda hablarse de “mundo sunni”, e incluso mucho más difícil hablar de “mundo islámico” como algo mínimamente cohesionado a pesar de los constantes lugares comunes de algunos analistas. Es por eso que Arabia saudita se dedicó a financiar y fomentar regionalmente grupos que, aunque minoritarios, son radicalizados. Así en Siria con cierta oposición a Al Aassad, y así en Yemen con la presencia salafista.
Pero Arabia no está sola. Cuenta con aliados fundamentales en Occidente, con el apoyo firme de varios actores regionales, así como también tácito de otros. En su bombardeo a posiciones rebeldes hutíes, los saudíes llevaron a cabo las operaciones en conjunto con Marruecos, Bahrein, Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait y Sudán, permitiendo Somalia espacio aéreo, marítimo y bases. Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Turquía han prestado apoyo a las operaciones.
Es evidente que al ser tan importante la movilización militar que se usó en Yemen debe interpretarse que Arabia Saudita considera fundamental la estabilidad de su vecino del sur, y potencialmente es muy probable que quiera imponerle un gobernante proclive a sus posiciones. Pero es claro que con la operación que lidera quiere dar un mensaje sin dobles interpretaciones: si tiene que usar la fuerza para dirimir supremacías, lo hará.
Irán
El Estado iraní se ha convertido en un actor fundamental desde no hace demasiado tiempo. Si bien sus recursos hidrocarburíferos son muy importantes, ha logrado una estabilidad y una homogeneidad en su sistema político, como así también en su política exterior, que lo ha convertido en un actor de relieve. Sea para mirarse en él como un Estado a imitar para varios sectores islámicos (no necesariamente shiís) o bien como un peligro fundamentalista, lo cierto es que no se puede analizar la vasta región que va desde el Asia central al Mediterráneo oriental sin tenerlo en cuenta.
Desde el punto de vista de su sistema político y de los valores que predica, para no pocos movimientos islámicos Irán se presenta como un proyecto exitoso de organización sociedad-Estado con criterio teocrático. Llevando ya 36 años en el poder, el sistema instaurado por la Revolución Islámica que encabezara el Imán Jomieni ha llegado a ser un régimen estable, con alto consenso social, estándares de vida social que muchos actores de la región desearían y una promoción sin fisuras de una imagen de baluarte tradicionalista frente al secularismo occidental.
Estos hechos le concitan a Irán la adhesión de musulmanes en varios lugares del mundo. Pero detengámonos en lo que más puede influir, a nivel religión, en la disputa que lo enfrenta con los saudíes. Es evidente que el shiísmo disperso en varios países de la región sirve de bases de adhesión al modelo iraní y permite potenciales canales de influencia del Estado persa.
De todos modos este mismo hecho tiene una limitación concreta: el shiísimo es claramente minoritario y no siempre bien ubicado. Esto puede verse con claridad en el cuadro de más arriba. Como se ve en él, sólo en cuatro Estados el shiísmo es mayoritario, y en sólo dos podría decirse que su presencia es realmente significativa en tanto que minoría. En los demás no llega ni siquiera a la cuarta parte en el mejor de los casos (Kuwait).
Sin embargo, y aun no perteneciendo a la rama que es religión oficial en Irán (la duodecimana), por el prestigio adquirido es un factor de importancia clave para entender las disputas que tienen como eje la región. Y el caso de Yemen es paradigmático, dado que este país es una de esos en los que, aun siendo minoritario el shiísimo, no deja de ser una presencia significativa.
La pregunta que queda en el aire es, ¿realmente Irán tiene alguna influencia en la conducción de estos sectores dispersos por el tablero? Esta es la pregunta que más importa dado que si lo que se trata de analizar en el enfrentamiento Arabia-Irán es un tradicional conflicto de políticas de poder, es necesario evaluar hasta dónde pueden los actores concitar adhesión para proyectar esas políticas.
Recordemos por otra parte que dentro de ese gran marco que es la región, también Israel -que no es aliado a los saudíes- está enfrentado con Irán. El Estado judío ha denunciado insistentemente a Irán por trabajar para tener armamento nuclear, como de financiar y apoyar al terrorismo islámico. Irán desde ya que ha rechazado estas denuncias siendo que además en estos mismos días se están llevando a cabo negociaciones para una serie de compromisos de parte de los iraníes para legitimar sus investigaciones en cuestiones nucleares ante la comunidad internacional. No es casual que precisamente en este momento haya pasado a la ofensiva Arabia Saudita. ¿O acaso permitirían tener en su bajo vientre un Estado con un gobierno apoyado por Irán? Ya demasiados problemas tienen en Bahrein, donde gobierna una minoría pro-saudí en un país de mayoría shií que además tiene una población altamente favorable Irán.
Es posible interpretar el apoyo de los países occidentales a la operación liderada por los saudíes como una manera de presionar indirectamente a Irán para obtener posiciones ventajosas en las negociaciones que se están llevando a cabo por ese tema nuclear. Eso está por verse, y más cuando Irán dice que lo único que le preocupa en Yemen es la situación humanitaria, y de ese tipo únicamente es la ayuda que envía a ese país. Claramente no lo perciben así los saudíes quienes acusan a Irán de enviar armamento a los insurgentes hutíes. Por lo demás, la cuestión humanitaria se ha transformado en un pretexto muy conveniente a la hora de justificar intervenciones.
Un escenario complicado
Es de esperar que el conflicto no termine ni en breve ni la región se estabilice en el corto plazo. Por empezar, el Yemen es un polvorín donde varios son los sectores en pugna, con aliados exteriores que siguen su propia agenda y una población por demás pobre. Es el caldo de cultivo para conflictos más allá del corto plazo.
Además, al estar en una zona tan vital para Arabia Saudita, que es precisamente uno de los actores que está dirimiendo posiciones estratégicas en la región, no se prevé que esto finalice con un simple cambio de gobierno. De hecho nadie reconoce al actual y cualquiera que tome el poder, al estar tan atomizada la sociedad yemení, será rechazado por alguna otra parte. Teniendo en cuenta la extensión de la propiedad de armas en el país, el ascenso en los extremos en pugna y la zona en que el país se encuentra, ni siquiera un gobierno duro podría lograr estabilidad y consenso en breve.
Como se está dirigiendo el conflicto, es evidente que una de las soluciones posibles es “desgajar” el país en pedazos. Una vuelta a los dos reinos, del norte y del sur, parece un escenario otra vez posible, y de allí el combate a los grupos radicalizadas con ayuda exterior en cada uno de ambos Estados. Pero la cuestión no parece fácil. Al fin y al cabo el sector más proclive a Irán está en el Norte, la zona que más preocupa a los saudíes.
Irán ya hecho advertencias de que si algún Estado ataca sus barcos de ayuda humanitaria les declarará la guerra, lo que ha hecho subir la tensión. Pero son precisamente esos barcos los sospechados de llevar armamento a los insurgentes. Con todo, Irán está en un momento delicado para tomar decisiones tan drásticas. En medio de las negociaciones que permitirían hacerlo un Estado confiable para Occidente, una agresión a un tercero sería de poca ayuda a su posición de cara a la comunidad internacional. De allí una posible especulación de Arabia Saudita y que la motivara a intervenir en este momento. Por lo tanto es probable que Irán tenga que aplazar cualquier medida militar hasta donde pueda. Pero si lo que realmente quiere es transformarse en un actor fundamental en la seguridad regional, ¿es posible mantener una política meramente diplomática de manera indefinida?
Las cartas, desde que intervino militarmente la coalición conducida por los saudíes, están echadas.
Andrés Berazategui
Bokhari, Kamram. (2015). Why Shiite Expansion Will Be Short-Lived. Consultado el día 16 de mayo de 2015, de https://www.stratfor.com/analysis/why-shiite-expansion-will-be-short-lived?utm_source=freelist-f&utm_medium=email&utm_term=article&utm_campaign=20150514&mc_cid=0ac147a275&mc_eid=854b249143
Breziznski, Z. (1998). El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Barcelona: Paidós.
-(2005). El dilema de los EE.UU. ¿Dominación global o liderazgo global? Barcelona: Paidós.
Mellizo, Álvaro. (2015). Conflicto yemení evidencia otra vez la vieja enemistad entre suníes y chiíes, Consultado el 16 de mayo de 2015, en http://eldia.es/agencias/8024535-YEMEN-CONFLICTO-Analisis-Conflicto-yemeni-evidencia-otra-vez-vieja-enemistad-sunies-chiies
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