Hernán Juárez Adamo – Grecia, Syriza y la Europa de Bruselas
Por Hernán Juárez Adamo
Los resultados de las elecciones en Grecia les hablan a quienes quieran escuchar. Y les hablan claramente. Si bien en lo personal hubiese preferido un triunfo de una opción de ideología nacional, como Amanecer Dorado o Griegos Independientes, considero que el éxito electoral de Syriza puede constituir un paso adelante en el escenario de la inviable Europa de Bruselas.
Es cierto que, en cuanto a lo simbólico, emergen intactas las viejas y conocidas hipocresías de siempre. Syriza es un partido no solo abiertamente “de izquierdas”, sino que llega de vez en cuando a exhibir impunemente simbología comunista, ante la absoluta pasividad de los funcionarios y medios de comunicación europeos, quienes no se horrorizan por los millones de muertos y los genocidios sin parangón cometidos por el marxismo, como sí están prontos a hacerlo en cambio, cuando se trata de los “horrores del fascismo” y sus derivados.
También es cierto que lo simbólico encuentra su correlato en lo empírico, ya que lejos está Syriza de ser y de proponer una ruptura definitiva con el Sistema partidocrático, cuyos principales líderes lo legitiman y lo aceptan, aún a regañadientes, como interlocutor válido. Y esto último es mucho decir, teniendo en cuenta que en Europa no existe la libertad de expresión de ideas, y que persisten partidos políticos, y hasta ciudadanos, proscriptos.
Aún así, no es menos verdadero que el Sistema se ha visto seriamente cuestionado en estas elecciones y en esta campaña griega, y que ha recibido una “bofetada democrática monstruosa”, al decir de la francesa Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de ese país y la dirigente más popular de la actualidad en Francia.
Esos serios cuestionamientos y esas bofetadas democráticas parten de espacios políticos que alzan su voz. El Sistema los denomina “populismos”. Y son estos “populismos” (con sus diferencias y matices que no niego ni relativizo), y no los socialdemócratas, ni los conservadores, ni los liberales, los que lanzan hoy en día sin tapujos esos desafíos en Europa. Ya sean “populismos de izquierda”, como en el caso de Syriza o el Podemos español, o “populismos de derecha”, como el Frente Nacional francés, Demócratas de Suecia, Democracia Nacional de España, Jobbik de Hungría o el citado Amanecer Dorado de Grecia, entre otros.
Syriza no es la excepción en cuanto a poner bajo ataque directo ciertas ideas constitutivas de la Europa de Bruselas, que son justamente las que deben ser cuestionadas: la subordinación al Banco Central Europeo, al atlantismo y a la OTAN, el sometimiento y disciplinamiento mediante la herramienta de una deuda muchas veces ilegítima, el debilitamiento de las soberanías nacionales, sumado al preocupante descontrol de la inmigración intra y extracomunitaria, punto este último que los populismos de izquierda son más reacios a cuestionar.
Es por eso que el Frente Nacional de Francia o los Demócratas de Suecia, calificados de “extrema derecha” según las etiquetas del Sistema de partidos liberales-socialistas, y este partido griego (de “extrema izquierda” según las mismas etiquetas), son capaces de proponer vías de acción similares, que se centran en la recuperación de la Europa de las Patrias, la defensa de la soberanía nacional y del estado-nación, entendido este concepto tanto en lo político como en lo económico y monetario.
Y estas coincidencias no suceden por el viejo argumento que sirve de excusa a la partidocracia de que “los extremos se tocan”, sino porque desde diferentes vías los pueblos del viejo continente están buscando soluciones nacionales para librarse de la servidumbre del dinero que les impone la Europa de la OTAN, la UE, Schengen, Bruselas, y demás mecanismos de dominación de la banca y las finanzas por sobre la política.
En este sentido, y en el contexto político-histórico europeo, es muy positivo y para destacar que la formación de derecha nacionalista Griegos Independientes, haya decidido acordar con Syriza y su líder Alexis Tsipras para la formación de Gobierno, constituyendo una experiencia que, de ser exitosa, podría mostrar una vía en la cual los distintos sectores de un país puedan ponerse de acuerdo en lo que hace a cuestiones de Estado y de defensa de la soberanía nacional, independientemente de los matices ideológicos que muchas veces tienen más relevancia en cuestiones de interpretación del pasado, que de necesidades del presente.
También es muy positiva en este sentido la buena elección realizada por Amanecer Dorado, formación que realiza cuestionamientos y demandas similares pero desde una óptica de derecha nacional, y que a pesar de las proscripciones y persecuciones sufridas, se ha posicionado como la tercera fuerza en el país.
No es casualidad que el diario La Nación de Buenos Aires, caracterizado representante y vocero de los intereses del sistema partidocrático en Argentina, haya expresado que “La elección de Tsipras de negociar con Griegos Independientes -un partido alineado en Europa con el derechista Partido por la Independencia de Gran Bretaña- en lugar de con el centrista Potami, causó preocupación ya que podría suponer asumir una línea dura en las negociaciones con los prestamistas.”
No caigo en la ingenuidad de pensar que Syriza no tenga intereses creados, o de suponerlo una agrupación de idealistas en lucha contra la injusticia. Son bien conocidas sus aristas “terrenales” y pragmáticas, como así también sus aparentemente contradictorios lazos financieros con el magnate George Soros, insospechado de militancia anticapitalista.
Pero asumir esa “línea dura en las negociaciones con los prestamistas” es sin ningún lugar a dudas una medida que, de concretarse, debe ser leída como una excelente noticia para todo ciudadano honesto que aspire a una sociedad donde el que trabaja y el que invierte sea beneficiado por sobre el que roba y especula. Como una positiva señal para todo ciudadano que esté convencido de que es su obligación moral rechazar un orden social que se dedique a empobrecer a personas para salvar a bancos y casas financieras.
Claro está que la salida de un sistema como el actual, que justamente ejerce su dominio mediante la tiranía del materialismo sobre lo social y lo político, no puede tener una solución meramente “estructuralista”, que pase solamente por lo material, y de ahí mi crítica a las vías de la izquierda.
Europa, así como América Latina, Occidente, y la Humanidad en su conjunto, no va a librarse de estas cadenas materialistas mientras no regrese espiritualmente a las fuentes, a sus valores ancestrales, a sus raíces de defensa de la familia, de una comunidad organizada, de la solidaridad social, de la identidad nacional, del orden por sobre la anarquía, de la cooperación de clases por sobre el odio clasista, de la justicia social por sobre la explotación, del valor del trabajo productivo por sobre la especulación financiera.
Sin embargo, estoy convencido de que una reforma de las condiciones estructurales es una condición no suficiente pero sí necesaria y positiva para la totalidad de los cambios que hacen falta.
Mal que les cueste aceptarlo a los marxistas, el cambio de la estructura “no determina” el de la superestructura, pero bienvenido sea ese cambio si es que ayuda a modificar el status-quo general en el sentido correcto.
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